Todos llegan a la hora; algunos incluso se adelantan varios minutos. Se saludan como viejos conocidos y mientras unos preguntan cuándo llegaron los de regiones a Santiago, otros quieren saber hasta qué fecha estarán aquí. Comentan lo cambiante del clima en los últimos días y de cómo avanzan en el recibimiento de los nuevos alumnos.
Esta semana, “El Mercurio” invitó a varios directivos de instituciones de educación superior del país a reunirse para tratar temas de futuro. Universidades, institutos profesionales y centros de formación técnica que ocupan los primeros lugares del Ranking de Calidad de instituciones de educación superior 2018 elaborado por el Grupo de Estudios Avanzados Universitas y este diario.
Ávidos de conversar, aquí están la vicerrectora académica de la Universidad de Chile, junto a los rectores de las universidades Católica, de Talca, de Valparaíso, Austral y de los Andes, de los institutos profesionales Duoc e Inacap, y del centro de formación técnica CEDUC-UCN. Se excusaron las universidades de Concepción, del Bío-Bío, Adolfo Ibáñez, de la Frontera, de Tarapacá y de Santiago. Todas, ubicadas en los primeros puestos de la calificación Universitas.
La invitación es a debatir los horizontes de la educación superior chilena ante los dramáticos cambios que experimenta el mundo del trabajo, los desafíos que esto implica para las distintas casas de estudios y las transformaciones que es necesario implementar para educar a las nuevas
Tres temas en 90 minutos
El columnista de “El Mercurio” y académico del Centro de Políticas Comparadas de Educación de la UDP, José Joaquín Brunner, es el encargado de moderar la conversación, que se dividió en tres grandes áreas, las que se tocarán en escasos y apretados 90 minutos, dada las copadas agendas de los convocados.
Brunner introduce el primer tema: la necesidad de cambios en un sistema rígido.
“Parece haber acuerdo en que hay que buscar una forma distinta de relacionar la formación general de los estudiantes con la especializada. ¿Cuánto es necesario cambiar la estructura legal, la arquitectura de los grados y los títulos? Todo esto se está tratando de hacer dentro de un marco bastante rígido…”
El tema pasa, por ejemplo, con que hoy es necesario cumplir con cierto número de horas para que un alumno obtenga una licenciatura o título técnico superior, agrega Brunner.
“Yo creo que hay que sumar una capa más de complejidad, que son los sistemas de acreditación. A mi juicio, la acreditación está yendo erradamente hacia un sistema de checklist, de un montón de cosas que se les están pidiendo a las universidades que cumplan de determinada forma, rigidizando todavía más el sistema”, comenta José Antonio Guzmán, rector de la Universidad de los Andes. “No es tan fácil cumplir esta estructura que hace que las universidades tiendan a parecerse unas a otras con mucha fuerza”, enfatiza.
Por eso al rector de Inacap, Luis Eduardo Prieto, le preocupa la autonomía de sus instituciones. “Creo que la política pública tiene que preocuparse de la diversidad de los proyectos. En este conjunto de normas que estamos viviendo y que van a aparecer, hay que rescatar el principio de autonomía de cada uno de esos proyectos que estamos desarrollando”.
El rector de la Universidad Católica, Ignacio Sánchez, advierte que “cuando se estandariza, también se homologa hacia ciertos índices de calidad y no se mira hacia el futuro”.
En ese sentido —continúa— “se necesita un diálogo entre el sistema universitario y el sistema acreditador. Necesitamos tener cierta confianza y flexibilidad. Confianza en que hay instituciones y grupos de trabajo que pueden presentar innovación. Y flexibilidad para entender que el sistema puede estar pensado de otra manera”.
Una institución “innovadora que no tiene las suficientes espaldas puede quedar rápidamente descolocada, simplemente por el hecho de que el resto de las universidades sigue haciéndolo tal cual”, advierte Guzmán.
Se necesita un sistema para asegurar estándares de calidad, agrega Claudio Elórtegui, rector de la Universidad Católica de Valparaíso. Pero eso no puede significar que los proyectos individuales de cada institución se vean amenazados por límites excesivos, dijo. “Falta sensibilidad; se nos entrega más bien una especie de camisa de fuerza”, dice a sus pares.
Recoge la queja Rosa Devés, vicerrectora académica de la Universidad de Chile, quien hace un llamado al trabajo conjunto.
“Hablamos de un sistema, pero uno se pregunta si realmente tenemos uno y qué es lo que deberíamos hacer para tenerlo. Lo que creo que hay que pensar es que somos parte de un todo mayor, y que lo que nuestra universidad o institución de educación superior realiza, lo haga entendiendo lo que hacen los demás, encontrando su propio rol en ese sistema; tanto desde la política pública, como desde donde nos pensamos como universidad. Y eso está basado en la colaboración. Venimos de una lógica de competencia que tenemos que quebrar para poder construir un sistema”.
Carlos Sainz, director ejecutivo de Ceduc-UCN, centro de educación y capacitación técnica de la Universidad Católica del Norte, quiere ahondar en uno de los nudos planteados por Brunner: revisar la arquitectura de los grados. “Las mallas curriculares han ido quedando cada vez más pesadas, porque en educación superior nos hacemos cargo de falencias conductuales de los alumnos que vienen de la etapa anterior, la escolar”. Por lo mismo, es partidario y aboga por un Marco de Cualificaciones que permita definir de mejor forma los aprendizajes de cada etapa.
“Nos gastamos un tiempo rico con las introducciones a…, ‘introducción al cálculo’, ‘introducción al álgebra’, ‘introducción a la física’. Todo para nivelar”, enfatiza Sainz.
Cambio apocalíptico
Los minutos avanzan y Brunner se apura con el segundo gran tema: las ocupaciones y el panorama de un mercado laboral que va cambiando rápidamente:
“Hay un discurso fuerte que plantea que (a futuro) se va a acabar una enorme cantidad de trabajos, que estamos formando para un mundo donde muchas de las cosas que hoy está haciendo la educación superior no van a tener sentido. Son afirmaciones de cambio apocalíptico en la sociedad. Liguemos eso con cómo están viendo ustedes desde las universidades los cambios en el mercado laboral, los cambios que llevan a una educación permanente a lo largo de la vida”.
Como alumnos disciplinados, los presentes levantan la mano discretamente mientras Brunner anota, con letra indescifrable, a cada uno en una lista con el turno que tendrá para intervenir.
El primero en responder es Ignacio Sánchez, quien apela a quienes lo acompañan en la mesa: los presentes aquí —dice— son una clara representación de la adaptación al cambio, porque en un principio no estudiaron para volverse rectores, sino que se formaron en otras profesiones. “Hay que estar constantemente renovando, pero eso nos pone un desafío que se asocia a la capacidad de resiliencia, de ambientarse a nuevas realidades. Hay un tema de formación más amplia, global”, indica.
En la UC, agrega, una forma de adaptarse ha sido acortar la duración de carreras como Medicina, Arquitectura e Ingeniería, apostando por una mejor articulación con los postítulos y magísteres, y bajo la idea del aprendizaje continuo. El rediseño, eso sí, no ha estado libre de polémicas.
“Cada profesor piensa que su ramo es fundante y que es muy difícil fundir, cambiar y aglutinar contenido”, revela el rector.
“La tendencia internacional muestra un ciclo de formación de licenciatura corto y un ciclo de máster claramente articulado. Creo que es una tendencia que le haría muy bien a nuestro sistema y que obviamente flexibilizaría nuestros currículos”, acota Óscar Galindo, rector de la Universidad Austral, quien vuelve sobre las trabas que imponen las políticas públicas para actuar con mayor flexibilidad.
“Las universidades e instituciones de educación superior, en general, son extraordinariamente sensibles a las políticas públicas. Estamos de alguna manera muy dependientes e influenciadas por el modo como estas se diseñan, por los sistemas de aseguramiento de calidad. Y creo que todo ello no está precisamente contribuyendo a la flexibilización en la formación de nuestros egresados”.
Se suma al tema Álvaro Rojas, rector de la Universidad de Talca, quien lanza un diagnóstico y un profundo deseo: que “la política pública dé espacio para la búsqueda de nuevas soluciones, nuevos equilibrios, nuevos puntos para atacar los grandes temas que hoy día tenemos como piezas de un puzzle: alta movilidad laboral, obsolescencia del conocimiento, estudiantes nativos digitales, nuevas tecnologías para aprender y también nuevos contenidos”.
Y para abordar esta realidad propone entregar a los alumnos la oportunidad de aprender y perfeccionarse en un segundo idioma, además de fomentar la movilidad; “ojalá una estadía internacional”.
Cree que permitir a los estudiantes vivir ese tipo de experiencias “podría enriquecer mucho el sistema, y naturalmente enriquecer la formación de alumnos que, a fin de cuentas, van a ser profesionales, pero sobre todo ciudadanos de una sociedad que no sabemos cómo se va a desarrollar”, plantea Rojas.
Se suma al sentimiento de incertidumbre la vicerrectora Rosa Devés. “No sabemos cómo será el futuro, pero en general hay conciencia de que va a ser difícil, y por lo tanto tenemos que formar a jóvenes que sean capaces de trabajar por una sociedad mejor en ese mundo difícil. La resiliencia se ha destacado aquí como algo muy importante. Por lo tanto, la formación en valores es clave. Y lo quiero decir de manera muy clara: poner el énfasis en la formación en valores es fundamental”, dice enfática.
Fomentar el trabajo en equipo —para así aprender a tratar con otros— y enseñar sobre sustentabilidad y cuidado del medio ambiente, son dos acciones que se pueden tomar para avanzar en este sentido, propone la académica de la U. de Chile.
De espaldas a la educación media
Se acaba el tiempo y todavía quedan por abordar dos problemas inmediatos con que las universidades están lidiando actualmente.
“Gratuidad y admisión son los grandes temas de coyuntura que preocupan”…, lanza Brunner.
“En términos de equidad, la gratuidad es una condición necesaria, pero no suficiente”, comenta Claudio Elórtegui.
“Los estudiantes de los sectores más vulnerables, del primer o segundo quintil, requieren también otro tipo de apoyos para cerrar las brechas que traen: apoyo en su formación o apoyo de mantención. Por lo tanto, me parece que si queremos avanzar en serio en equidad, hay que abordar primero esas necesidades antes que pensar en avanzar en gratuidad a los otros deciles”, agrega el rector de la PUCV.
Para Ignacio Sánchez, “el gran desafío es que esta política de gratuidad, o de créditos para estudiantes que no acceden a ella, vaya fortaleciendo la calidad del sistema, y no dañándola. El problema es que cuando las transferencias del Estado no se calculan por valores reales en términos de calidad, pertinencia y actualización de los programas educativos, significará necesariamente un daño a la calidad del sistema”.
Y si se trata de transferencias del Estado, Carlos Sainz pide que los recursos que se destinan a la gratuidad no signifiquen una baja en otras áreas. “Hay que hacerse cargo de sistemas de aseguramiento de innovación y emprendimiento”, dice con convicción.
El tema es especialmente crítico en regiones, recuerda el rector Rojas. “Las universidades de regiones, públicas y privadas, tienen un alto componente de educación gratuita. Un 60% a 70% en cada universidad. Entonces todos los errores que tenga y contenga la gratuidad impactan principalmente al sistema regional”, advierte.
Y en cuanto a la admisión, el rector de la U. de Talca hace hincapié en que “siempre cuando se trata el tema en nuestras universidades se hace desde el punto de vista del estudiante que ya está egresado, sin mayor consideración del sistema del cual proviene. Y creo que particularmente en regiones, la salud de la educación técnico-profesional o científico-humanista requiere de acercamientos entre las universidades y el sistema. Hemos estado de espaldas criticando su mala preparación, cuando creo que hay que buscar más puntos de acercamiento”, apunta.
“Nos interesa articular nuestros pregrados con los magíster, pero también deberíamos articular la educación media con la universidad. Hay temas en los que podemos avanzar. En relación a la diversidad del sistema de educación superior y un único sistema de ingreso… está claro, es un sistema diverso y complejo, y la complejidad no se resuelve con soluciones simples como la que tenemos, que es una sola prueba para todos. La complejidad se resuelve con complejidad. El sistema que se desarrolle ha de ser más completo de lo que tenemos ahora”, agrega Rojas.
Luis Eduardo Prieto, rector de Inacap, también aboga por mayor acercamiento entre los distintos sistemas. “La legislación ha establecido dos subsistemas: el sistema técnico-profesional y el universitario. Y la preocupación es que haya comunicación entre ellos”.
Concuerda el director de Desarrollo Académico de Duoc UC, Agustín de la Cuesta: “Las conexiones entre el mundo técnico-profesional y el universitario deberían existir desde mucho antes. Eso es lo que se espera de un Marco de Cualificaciones, pero también se basa en la confianza entre las distintas instituciones de formación. Desde ahí que es relevante que la acreditación, que es parte de lo que otorga confianza al sistema, también vaya reconociendo y no estigmatizando”.
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