Confianza, flexibilidad y autonomía: llaves para la educación superior del futuro
Enero 13, 2019

Todos llegan a la hora; algunos incluso se adelantan varios minutos. Se saludan como viejos conocidos y mientras unos preguntan cuándo llegaron los de regiones a Santiago, otros quieren saber hasta qué fecha estarán aquí. Comentan lo cambiante del clima en los últimos días y de cómo avanzan en el recibimiento de los nuevos alumnos.

Esta semana, “El Mercurio” invitó a varios directivos de instituciones de educación superior del país a reunirse para tratar temas de futuro. Universidades, institutos profesionales y centros de formación técnica que ocupan los primeros lugares del Ranking de Calidad de instituciones de educación superior 2018 elaborado por el Grupo de Estudios Avanzados Universitas y este diario.

Ávidos de conversar, aquí están la vicerrectora académica de la Universidad de Chile, junto a los rectores de las universidades Católica, de Talca, de Valparaíso, Austral y de los Andes, de los institutos profesionales Duoc e Inacap, y del centro de formación técnica CEDUC-UCN. Se excusaron las universidades de Concepción, del Bío-Bío, Adolfo Ibáñez, de la Frontera, de Tarapacá y de Santiago. Todas, ubicadas en los primeros puestos de la calificación Universitas.

La invitación es a debatir los horizontes de la educación superior chilena ante los dramáticos cambios que experimenta el mundo del trabajo, los desafíos que esto implica para las distintas casas de estudios y las transformaciones que es necesario implementar para educar a las nuevas

 

Tres temas en 90 minutos

El columnista de “El Mercurio” y académico del Centro de Políticas Comparadas de Educación de la UDP, José Joaquín Brunner, es el encargado de moderar la conversación, que se dividió en tres grandes áreas, las que se tocarán en escasos y apretados 90 minutos, dada las copadas agendas de los convocados.

Brunner introduce el primer tema: la necesidad de cambios en un sistema rígido.

“Parece haber acuerdo en que hay que buscar una forma distinta de relacionar la formación general de los estudiantes con la especializada. ¿Cuánto es necesario cambiar la estructura legal, la arquitectura de los grados y los títulos? Todo esto se está tratando de hacer dentro de un marco bastante rígido…”

El tema pasa, por ejemplo, con que hoy es necesario cumplir con cierto número de horas para que un alumno obtenga una licenciatura o título técnico superior, agrega Brunner.

“Yo creo que hay que sumar una capa más de complejidad, que son los sistemas de acreditación. A mi juicio, la acreditación está yendo erradamente hacia un sistema de checklist, de un montón de cosas que se les están pidiendo a las universidades que cumplan de determinada forma, rigidizando todavía más el sistema”, comenta José Antonio Guzmán, rector de la Universidad de los Andes. “No es tan fácil cumplir esta estructura que hace que las universidades tiendan a parecerse unas a otras con mucha fuerza”, enfatiza.

Por eso al rector de Inacap, Luis Eduardo Prieto, le preocupa la autonomía de sus instituciones. “Creo que la política pública tiene que preocuparse de la diversidad de los proyectos. En este conjunto de normas que estamos viviendo y que van a aparecer, hay que rescatar el principio de autonomía de cada uno de esos proyectos que estamos desarrollando”.

El rector de la Universidad Católica, Ignacio Sánchez, advierte que “cuando se estandariza, también se homologa hacia ciertos índices de calidad y no se mira hacia el futuro”.

En ese sentido —continúa— “se necesita un diálogo entre el sistema universitario y el sistema acreditador. Necesitamos tener cierta confianza y flexibilidad. Confianza en que hay instituciones y grupos de trabajo que pueden presentar innovación. Y flexibilidad para entender que el sistema puede estar pensado de otra manera”.

Una institución “innovadora que no tiene las suficientes espaldas puede quedar rápidamente descolocada, simplemente por el hecho de que el resto de las universidades sigue haciéndolo tal cual”, advierte Guzmán.

Se necesita un sistema para asegurar estándares de calidad, agrega Claudio Elórtegui, rector de la Universidad Católica de Valparaíso. Pero eso no puede significar que los proyectos individuales de cada institución se vean amenazados por límites excesivos, dijo. “Falta sensibilidad; se nos entrega más bien una especie de camisa de fuerza”, dice a sus pares.

Recoge la queja Rosa Devés, vicerrectora académica de la Universidad de Chile, quien hace un llamado al trabajo conjunto.

“Hablamos de un sistema, pero uno se pregunta si realmente tenemos uno y qué es lo que deberíamos hacer para tenerlo. Lo que creo que hay que pensar es que somos parte de un todo mayor, y que lo que nuestra universidad o institución de educación superior realiza, lo haga entendiendo lo que hacen los demás, encontrando su propio rol en ese sistema; tanto desde la política pública, como desde donde nos pensamos como universidad. Y eso está basado en la colaboración. Venimos de una lógica de competencia que tenemos que quebrar para poder construir un sistema”.

Carlos Sainz, director ejecutivo de Ceduc-UCN, centro de educación y capacitación técnica de la Universidad Católica del Norte, quiere ahondar en uno de los nudos planteados por Brunner: revisar la arquitectura de los grados. “Las mallas curriculares han ido quedando cada vez más pesadas, porque en educación superior nos hacemos cargo de falencias conductuales de los alumnos que vienen de la etapa anterior, la escolar”. Por lo mismo, es partidario y aboga por un Marco de Cualificaciones que permita definir de mejor forma los aprendizajes de cada etapa.

“Nos gastamos un tiempo rico con las introducciones a…, ‘introducción al cálculo’, ‘introducción al álgebra’, ‘introducción a la física’. Todo para nivelar”, enfatiza Sainz.

 

Cambio apocalíptico

Los minutos avanzan y Brunner se apura con el segundo gran tema: las ocupaciones y el panorama de un mercado laboral que va cambiando rápidamente:

“Hay un discurso fuerte que plantea que (a futuro) se va a acabar una enorme cantidad de trabajos, que estamos formando para un mundo donde muchas de las cosas que hoy está haciendo la educación superior no van a tener sentido. Son afirmaciones de cambio apocalíptico en la sociedad. Liguemos eso con cómo están viendo ustedes desde las universidades los cambios en el mercado laboral, los cambios que llevan a una educación permanente a lo largo de la vida”.

Como alumnos disciplinados, los presentes levantan la mano discretamente mientras Brunner anota, con letra indescifrable, a cada uno en una lista con el turno que tendrá para intervenir.

El primero en responder es Ignacio Sánchez, quien apela a quienes lo acompañan en la mesa: los presentes aquí —dice— son una clara representación de la adaptación al cambio, porque en un principio no estudiaron para volverse rectores, sino que se formaron en otras profesiones. “Hay que estar constantemente renovando, pero eso nos pone un desafío que se asocia a la capacidad de resiliencia, de ambientarse a nuevas realidades. Hay un tema de formación más amplia, global”, indica.

En la UC, agrega, una forma de adaptarse ha sido acortar la duración de carreras como Medicina, Arquitectura e Ingeniería, apostando por una mejor articulación con los postítulos y magísteres, y bajo la idea del aprendizaje continuo. El rediseño, eso sí, no ha estado libre de polémicas.

“Cada profesor piensa que su ramo es fundante y que es muy difícil fundir, cambiar y aglutinar contenido”, revela el rector.

“La tendencia internacional muestra un ciclo de formación de licenciatura corto y un ciclo de máster claramente articulado. Creo que es una tendencia que le haría muy bien a nuestro sistema y que obviamente flexibilizaría nuestros currículos”, acota Óscar Galindo, rector de la Universidad Austral, quien vuelve sobre las trabas que imponen las políticas públicas para actuar con mayor flexibilidad.

“Las universidades e instituciones de educación superior, en general, son extraordinariamente sensibles a las políticas públicas. Estamos de alguna manera muy dependientes e influenciadas por el modo como estas se diseñan, por los sistemas de aseguramiento de calidad. Y creo que todo ello no está precisamente contribuyendo a la flexibilización en la formación de nuestros egresados”.

Se suma al tema Álvaro Rojas, rector de la Universidad de Talca, quien lanza un diagnóstico y un profundo deseo: que “la política pública dé espacio para la búsqueda de nuevas soluciones, nuevos equilibrios, nuevos puntos para atacar los grandes temas que hoy día tenemos como piezas de un puzzle: alta movilidad laboral, obsolescencia del conocimiento, estudiantes nativos digitales, nuevas tecnologías para aprender y también nuevos contenidos”.

Y para abordar esta realidad propone entregar a los alumnos la oportunidad de aprender y perfeccionarse en un segundo idioma, además de fomentar la movilidad; “ojalá una estadía internacional”.

Cree que permitir a los estudiantes vivir ese tipo de experiencias “podría enriquecer mucho el sistema, y naturalmente enriquecer la formación de alumnos que, a fin de cuentas, van a ser profesionales, pero sobre todo ciudadanos de una sociedad que no sabemos cómo se va a desarrollar”, plantea Rojas.

Se suma al sentimiento de incertidumbre la vicerrectora Rosa Devés. “No sabemos cómo será el futuro, pero en general hay conciencia de que va a ser difícil, y por lo tanto tenemos que formar a jóvenes que sean capaces de trabajar por una sociedad mejor en ese mundo difícil. La resiliencia se ha destacado aquí como algo muy importante. Por lo tanto, la formación en valores es clave. Y lo quiero decir de manera muy clara: poner el énfasis en la formación en valores es fundamental”, dice enfática.

Fomentar el trabajo en equipo —para así aprender a tratar con otros— y enseñar sobre sustentabilidad y cuidado del medio ambiente, son dos acciones que se pueden tomar para avanzar en este sentido, propone la académica de la U. de Chile.

 

De espaldas a la educación media

Se acaba el tiempo y todavía quedan por abordar dos problemas inmediatos con que las universidades están lidiando actualmente.

“Gratuidad y admisión son los grandes temas de coyuntura que preocupan”…, lanza Brunner.

“En términos de equidad, la gratuidad es una condición necesaria, pero no suficiente”, comenta Claudio Elórtegui.

“Los estudiantes de los sectores más vulnerables, del primer o segundo quintil, requieren también otro tipo de apoyos para cerrar las brechas que traen: apoyo en su formación o apoyo de mantención. Por lo tanto, me parece que si queremos avanzar en serio en equidad, hay que abordar primero esas necesidades antes que pensar en avanzar en gratuidad a los otros deciles”, agrega el rector de la PUCV.

Para Ignacio Sánchez, “el gran desafío es que esta política de gratuidad, o de créditos para estudiantes que no acceden a ella, vaya fortaleciendo la calidad del sistema, y no dañándola. El problema es que cuando las transferencias del Estado no se calculan por valores reales en términos de calidad, pertinencia y actualización de los programas educativos, significará necesariamente un daño a la calidad del sistema”.

Y si se trata de transferencias del Estado, Carlos Sainz pide que los recursos que se destinan a la gratuidad no signifiquen una baja en otras áreas. “Hay que hacerse cargo de sistemas de aseguramiento de innovación y emprendimiento”, dice con convicción.

El tema es especialmente crítico en regiones, recuerda el rector Rojas. “Las universidades de regiones, públicas y privadas, tienen un alto componente de educación gratuita. Un 60% a 70% en cada universidad. Entonces todos los errores que tenga y contenga la gratuidad impactan principalmente al sistema regional”, advierte.

Y en cuanto a la admisión, el rector de la U. de Talca hace hincapié en que “siempre cuando se trata el tema en nuestras universidades se hace desde el punto de vista del estudiante que ya está egresado, sin mayor consideración del sistema del cual proviene. Y creo que particularmente en regiones, la salud de la educación técnico-profesional o científico-humanista requiere de acercamientos entre las universidades y el sistema. Hemos estado de espaldas criticando su mala preparación, cuando creo que hay que buscar más puntos de acercamiento”, apunta.

“Nos interesa articular nuestros pregrados con los magíster, pero también deberíamos articular la educación media con la universidad. Hay temas en los que podemos avanzar. En relación a la diversidad del sistema de educación superior y un único sistema de ingreso… está claro, es un sistema diverso y complejo, y la complejidad no se resuelve con soluciones simples como la que tenemos, que es una sola prueba para todos. La complejidad se resuelve con complejidad. El sistema que se desarrolle ha de ser más completo de lo que tenemos ahora”, agrega Rojas.

Luis Eduardo Prieto, rector de Inacap, también aboga por mayor acercamiento entre los distintos sistemas. “La legislación ha establecido dos subsistemas: el sistema técnico-profesional y el universitario. Y la preocupación es que haya comunicación entre ellos”.

Concuerda el director de Desarrollo Académico de Duoc UC, Agustín de la Cuesta: “Las conexiones entre el mundo técnico-profesional y el universitario deberían existir desde mucho antes. Eso es lo que se espera de un Marco de Cualificaciones, pero también se basa en la confianza entre las distintas instituciones de formación. Desde ahí que es relevante que la acreditación, que es parte de lo que otorga confianza al sistema, también vaya reconociendo y no estigmatizando”.

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¿Por qué es importante tocar el tema de la educación superior del futuro si aún existen trabas en la educación superior actual? Para los representantes de las dos primeras universidades del ranking de calidad universitaria elaborado por el Grupo de Estudios Avanzados Universitas y “El Mercurio”, la respuesta es una.

“Entendemos las universidades como laboratorios del futuro de la sociedad”, dice Ignacio Sánchez, rector de la Universidad Católica. “El futuro de las universidades es el presente”, agrega Rosa Devés, vicerrectora académica de la Universidad de Chile.

Para ella, “el cambio más sustantivo con mirada de futuro en la U. de Chile ha sido el compromiso con la equidad y la inclusión en los últimos años”.

Como en otras instituciones, en esa casa de estudios se han creado, por ejemplo, sistemas especiales de ingreso, así como mentorías para apoyar a los estudiantes que entran con una base más débil. “Hoy miramos desde el estudiante, no solo hacia el estudiante, que era lo que habíamos hecho históricamente. Nos colocamos en su lugar; queremos entender de dónde vienen, de qué contexto, qué quieren en la vida”, explica.

“El mayor desafío tiene que ver con la atención de la heterogeneidad del estudiantado que está llegando a las universidades. Heterogeneidad que naturalmente es deseable que suceda”, dice Óscar Galindo, rector de la Universidad Austral. “Creo que si uno mira esa diversidad a futuro, esa heterogeneidad seguramente se va a complejizar. Vienen desafíos importantes para la educación superior que tienen que ver con migrantes, pueblos originarios, equidad de género”, agrega.

Es muy importante ponerse en los zapatos de estos nuevos estudiantes, opina José Antonio Guzmán, de la Universidad de los Andes. “Y en ese sentido, la tutoría, el asesoramiento académico, creo que es una pieza importante”, comenta el rector.

Y pone sobre la mesa un tema en que existe consenso: en un mundo que cambia en forma vertiginosa y donde los conocimientos técnicos quedan rápidamente obsoletos, la formación general pasa a convertirse en una herramienta necesaria. “Es decir, que la gente que pasa por la universidad tenga comprensión del mundo”, acota Guzmán.

La formación técnica, acusa con conocimiento de causa Agustín de la Cuesta, de Duoc UC, “se ha estigmatizado con que es formación simplemente para el trabajo. Pero en un mundo cada vez más cambiante, con tecnologías que van variando, fortalecer la formación integral es uno de los elementos en que nos enfocamos”. Promueven competencias como el trabajo en equipo, la resolución de problemas y el pensamiento crítico, entre otras. Algo similar a lo que ocurre en Ceduc-UCN, donde “hemos abordado un compromiso, dentro del modelo educativo, en relación con la formación por competencias, sobre todo con una competencia actitudinal que es el aprender a aprender”, explica Carlos Sainz.

Hace unos años y al revisar la trayectoria de los egresados de la Universidad de Talca, “lo que más destacaba como elemento crítico de los profesionales que habíamos formado era la falta de competencias blandas, que son decisivas para una empleabilidad efectiva. Los estudiantes pueden tener una muy buena formación profesional, pero si no son capaces de expresar competencias en la primera ronda de conversaciones con una psicóloga laboral o en el primer desempeño ante un gerente, obviamente es muy difícil que puedan expresar su potencial cognitivo en lo que han sido formados”, indica su rector, Álvaro Rojas.

Avanzar en este sentido, cuenta, “significó quitar más o menos un semestre y medio de créditos para destinarlos a entregar una formación que tiene que ver con tolerancia al estrés, trabajo en equipo, responsabilidad social. Son centrales también la autodisciplina, y la expresión oral y escrita”, enumera.

En cuanto a la implementación de los cambios necesarios para afrontar el futuro, Rojas advierte que están en una fase de transición, lo mismo los profesores. Y confiesa que por lo menos en su universidad hay disciplinas más sensibles al cambio que otras. “La Facultad de Derecho es poco dada a los temas de innovación”, dice irónico, sacando risas en la audiencia, en la que se incluyen tres abogados.

Pasos de innovación

Bromas aparte, para Claudio Elórtegui, rector de la Universidad Católica de Valparaíso, el profesorado es un desafío que es necesario abordar. “Los profesores que se están incorporando hace años a las universidades no han sido preparados para formar. Muchos son doctores, personas preparadas básicamente para investigar”.

No es un tema fácil —continúa—, “porque los incentivos tanto hacia la institución como hacia los académicos van por el lado de la investigación. Ellos son evaluados fundamentalmente por eso; incluso los rankings e indicadores están muy sesgados en esa dirección”.

Y para las instituciones técnicas el desafío es doblemente complejo: “Se produce una distorsión respecto del mundo técnico-profesional con la enseñanza media técnico-profesional y la educación superior técnico-profesional. Es curioso, pero la legislación no contempla la pedagogía de técnicos profesionales, así que debemos lidiar con una falencia de profesores, realidad de la que nosotros tenemos que hacernos cargo”, critica Luis Eduardo Prieto, rector de Inacap.

También cita la deserción como otro de los nudos del área que deben enfrentar, además, que se suma a una realidad que no tienen las universidades, como son los estudiantes vespertinos. “Este alumno viene con experiencia de trabajo y requiere un programa de estudio adecuado a sus necesidades. Ahí la legislación nos impide todavía establecer programas más flexibles y de menor duración”, explica Prieto.

Nuevamente, los planes de acompañamiento y los programas de tutoría surgen como grandes aliados. También destaca la constante actualización de sus programas cada tres años. Y pone un ejemplo: desde el año pasado Inacap está impartiendo la carrera de Ciberseguridad.

En la UC, una forma de renovarse fue poner en marcha un curso sobre sustentabilidad. “Es un piloto que comenzó en 2018 y que este año escalará a cerca de 500 estudiantes. Esperamos que en un par de años todos los estudiantes de primero lo puedan tomar”, comenta Ignacio Sánchez. También recuerda que la casa de estudios lleva 10 años implementando el programa College, que permite al estudiante “explorar distintas disciplinas, formar su propia malla y posteriormente, luego de cuatro años, articular con un posgrado o con carreras profesionales”.

Frente al desafío de formar estudiantes con una mirada más amplia y habilidades blandas, en la Universidad de Talca, cuenta su rector, “quizás la innovación más importante de los últimos años es la exigencia que tienen todos los estudiantes de estudiar teatro, como una forma de aprender a trabajar en grupo y desarrollar la expresión oral y corporal”.

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“Hoy día decimos: sí, todos nuestros estudiantes tienen igualdad de derechos. Pero eso implica mayor flexibilidad, a veces trayectorias académicas particulares de acuerdo a sus necesidades. La flexibilidad y abrazar la complejidad son grandes temas”.

Rosa Devés, VICERRECTORA ACADÉMICA U. DE CHILE

 

Luis Eduardo Prieto, RECTOR INACAP

 

En el sector técnico que represento, ha crecido mucho la matrícula vespertina, sobre todo con personas adultas que trabajan. Hoy, el sistema único de admisión tiene que hacerse cargo de una diversidad inédita. Tenemos que enfrentar demasiadas particularidades para un sistema único”.

Carlos Sainz, DIRECTOR EJECUTIVO CEDUC UCN

 

“Como universidades tenemos que tener un diálogo con el sector productivo e industrial, con los empleadores, para poder afinar las distintas competencias que nuestros estudiantes deberían tener”.

Ignacio Sánchez,, RECTOR DE LA U. CATÓLICA
José Antonio Guzmán, RECTOR U. DE LOS ANDES

 

Forma parte de nuestro rol de rectores entregar una palabra de tranquilidad, de orientación, en términos de que las instituciones de educación superior estamos haciendo la tarea. Es cierto que siempre se puede mejorar, pero hay que asegurarles a las familias que los alumnos están recibiendo una formación que les permitirá irse adaptando a los cambios que ya están ocurriendo y seguirán ocurriendo”.

Claudio Elórtegui, RECTOR DE LA PUCV

 

“Nuestras universidades regionales son, por esencia,

Inclusivas. Más del 50% de los estudiantes son municipales; la mayoría, mujeres. Pero las competencias de entrada de esos alumnos son bastante débiles. En promedio, nuestros estudiantes municipales han tenido un año de huelga”.

Álvaro Rojas, RECTOR U. DE TALCA

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