Así es cómo las minorías convencen a las mayorías para lograr un cambio social
Un experimento calcula la masa crítica necesaria para darle la vuelta al consenso colectivo
JAVIER SALAS, 8 JUN 2018 – 16:41 CEST
Durante los últimos 50 años, los científicos sociales han especulado que el cambio social puede provenir de los esfuerzos de grupos pequeños de activistas comprometidos que abogan por el cambio hacia nuevas normas sociales. Lo difícil es cuantificar este esfuerzo o el tamaño relativo de los activistas con respecto al grupo total, que oscilaba desde el 51% de la teoría económica estándar hasta otros estudios recientes que lo rebajaban al 10%. Matemáticos y físicos han pasado décadas construyendo teorías que intentan predecir dónde podría estar ese punto de inflexión y si existe realmente.
“La dificultad de probar este tipo de teoría es que la historia solo ocurre una vez”, explica Damon Centola, líder del estudio. “Si un grupo de activistas fracasa, es difícil saber si habrían tenido éxito de haber sido unos cuantos más. Del mismo modo, si un grupo de activistas triunfa, es difícil saber si habrían fallado si algo hubiera sido diferente”, afirma Centola, de la Universidad de Pensilvania. Para resolver este enigma diseñaron una serie de experimentos con los que medir cómo pequeñas diferencias en el tamaño del grupo de activistas pueden determinar el éxito o fracaso.
El equipo de Centola, que lleva trabajando diez años en el diseño de estos experimentos, construyó diez comunidades distintas en las que intervenir como cocineros añadiendo factores que dinamicen la propagación del cambio social como quien trata de dar sabor a un guiso con más especias. En cada una de estas diez comunidades, que congregaban online a cientos de personas, la proporción de activistas comprometidos con el cambio de uso social era distinta. Les hicieron interactuar de tal manera que establecieran sus propias normas sociales —coincidir al elegir un nombre— y luego les incentivaban para que mantuvieran ese criterio.
Los investigadores replicaron el experimento varias veces: los grupos de activistas que sumaban el 25% o más lograron cambiar las normas sociales en sus comunidades
Más tarde introducían en el grupo a los revolucionarios, miembros empeñados en cambiar de criterio. Los demás, como estaba previsto, se resisten. Cuando introducían a un 17% de activistas por el cambio, no lo conseguían. Con un 19%, tampoco. Un 21%, y nada. “Luego, aumentamos el grupo de activistas al 25%. ¡Éxito al instante!”, festeja Centola. “Hubo un efecto rápido y drástico en el comportamiento del resto de la comunidad”, asegura este experto en dinámicas de grupo. Replicaron el experimento varias veces más y dieron con los mismos efectos: los grupos de activistas que sumaban el 25% o más lograron cambiar las normas sociales en sus comunidades.
“Los puntos de inflexión realmente existen”, concluye Centola, que publica este mes un libro sobre esta materia (Cómo se propaga el comportamiento). “Y si conocemos las propiedades de un sistema social, entonces podemos identificar dónde estará el punto de inflexión para el cambio social”, resume. De lo más interesante de sus conclusiones es que a veces los activistas están a una sola persona de llegar al punto de inflexión, de precipitar el vuelco, sin saberlo: “Un movimiento que parece estar fracasando puede estar justo en la antesala del éxito”.
La clave para la dinámica del punto de inflexión es la red social, según el planteamiento de Centola. “A medida que las poblaciones se conectan entre ellas cada vez más, se vuelven cada vez más vulnerables a la dinámica del punto de inflexión”, afirma. Y esta sería la razón por la que esta trabajo ayuda explicar, como dice el investigador, movimientos como el #MeToo, el BlackLivesMatter y los indignados españoles. “Pero también hay un lado oscuro”, dice Centola, en referencia al uso que hacen de estos mecanismos gobiernos como el de China, con su ejército de cibertroles que inundan foros y redes sociales para ahogar a la disidencia, y que también explicaría la difusión masiva de bots en redes sociales durante las elecciones.
La realidad social es más compleja
“Seguramente hay umbrales en los que las cosas se aceleran, pero por lo general hay intervenciones externas, como iniciativas de los gobiernos, que son más influyentes”, afirma el sociólogo de la Universidad de Salamanca Kerman Calvo. Desde su punto de vista, la teoría del punto de inflexión que se dispara únicamente gracias a las intervenciones de los activistas dentro del grupo funcionaría tan solo en entornos reales en los que no se dé una variable exógena, como una ley, que “cortocircuita” este desarrollo natural. Por ejemplo, prácticas medioambientales, hábitos sociales o costumbres cívicas, sugiere Calvo, que acaba de publicar un libro que analiza la evolución del movimiento LGTB en España desde la clandestinidad hasta el éxito del matrimonio igualitario.
“Seguramente hay umbrales en los que las cosas se aceleran, pero por lo general hay intervenciones externas, como iniciativas de los gobiernos, que son más influyentes”, afirma Calvo
Sobre el papel, esa evolución del movimiento gay español sería un caso interesante para estudiar con los planteamientos de Centola: un grupo de activistas muy comprometidos que van convenciendo poco a poco a los ciudadanos hasta llegar al momento en que se alcanza la masa crítica del 25% y se da un vuelco social. “No hay que olvidar el desarrollo desde arriba, un impulso que recibe en tres o cuatro momentos, también con la intervención de personajes mediáticos”, añade Calvo, en referencia a esos factores decisivos ajenos al trabajo de los activistas.
Unos factores que pueden jugar a favor o en contra, con la aprobación de una norma que tumbara las esperanzas de un colectivo y desactivara a la militancia, por ejemplo. “En casos en los que a la gente le da un poco igual, no se da tanto un proceso gradual de transformación sino que la sociedad se sube al carro después de que los gobiernos han tomado una decisión que de pronto ven como razonable”, explica el sociólogo. También hay casos en los que un evento muy concreto sirve para activar conciencias, como el asesinato de Ana Orantes en el ámbito de la violencia machista, aunque sea algo que ya vinieran denunciando las activistas desde hace años.
Los casos más naturales en los que se puede observar este crecimiento espontáneo de las minorías hasta la masa crítica son cuestiones lingüísticas, en las que palabras o modismos logran hacerse populares sustituyendo a otras a través de la interacción y a pesar de una oposición inicial. “Esa interacción continuada y repetida se podría rastrear también, por ejemplo, en el caso de la adopción homosexual. Hay estudios que demuestran que el cambio de percepción a favor se produce sobre todo por entrar en contacto con estas familias”, propone Calvo.
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