Universidades de economías emergentes
Es difícil que en el mundo actual Chile sea un gran actor en la generación de conocimiento, pero no puede renunciar a que un grupo de sus universidades esté en puestos de avanzada.
Un nuevo ranking internacional de universidades ratifica que la realidad de nuestro sistema de educación superior dista mucho del cuadro de crisis que se intentó instalar para justificar su profunda reforma y la introducción de la discutible política de gratuidad.
En efecto, en este caso se trata de un ordenamiento de las 350 universidades con mejores indicadores de desempeño en las economías emergentes. En él aparecen 13 universidades chilenas, lo que instala a nuestro país en el segundo lugar de las naciones latinoamericanas, solo superado por Brasil que, por su tamaño poblacional, tiene una ventaja indiscutible. Con todo, el ranking permite vislumbrar los desafíos de las universidades chilenas, todavía con un bajo nivel de investigación, una formación de estudiantes que requiere una importante renovación y una internacionalización de académicos y estudiantes claramente insuficiente. Paradójico es constatar que estas dimensiones han estado muy ausentes del intenso debate sobre educación superior de los últimos años.
Al mismo tiempo, buenas universidades chilenas quedaron fuera del ranking porque exhibieron menos de mil artículos indexados publicados en el quinquenio 2012-2016, algo que no debe extrañar en un sistema cuya configuración actual es relativamente nueva y que reserva fondos basales para un número acotado de universidades por razones históricas y no de calidad de la investigación. Los interesados en la marcha de las universidades a menudo se confunden con la proliferación de rankings y el distinto ordenamiento que ellos entregan, pero es natural que las organizaciones que los desarrollan privilegien distintos indicadores que, en su visión, reflejan mejor el desempeño de las instituciones. Por cierto, hay que reconocer que la información disponible para comparar entre casas de estudios es escasa y no necesariamente refleja bien el estado de cada universidad en particular. Con todo, son indicadores valiosos de analizar.
Este último listado coloca a la Pontificia Universidad Católica de Chile como la mejor institución chilena y número 67 entre las 350 universidades consideradas. Más atrás y entre las 100 primeras se ubican las universidades Diego Portales (89) y Federico Santa María (95). Sorprende que la Universidad de Chile ocupe la posición 110, cuando habitualmente compite con la PUC por el primer lugar en los rankings internacionales. La primera de ellas aparece relativamente débil en uno de los indicadores utilizados en la confección que es citaciones, esto es, el número de veces que los artículos publicados por académicos de la universidad son citados en otras publicaciones. En esta dimensión la Universidad de Chile es superada a gran distancia, particularmente por las universidades Diego Portales y Federico Santa María. Respecto de esta última, la Chile también aparece rezagada en la proporción de sus ingresos por investigación que recibe de empresas.
Pero más allá del análisis específico que se puede hacer de las metodologías que están detrás de estos rankings , no cabe duda de que ellas reflejan de un modo aproximado, pero consistente, los criterios que expertos de diversas latitudes consideran relevantes para determinar la calidad de una institución universitaria. Con todo, esto se refiere básicamente a universidades de investigación, que son una proporción pequeña de todas las instituciones de educación superior en un sistema de acceso masivo. Es difícil que Chile sea un gran actor en la generación de conocimiento en el mundo actual, pero no puede renunciar a que un grupo de sus universidades esté en puestos de avanzada en estos rankings y puedan ser de clase mundial. Este es un desafío al que se debería poner más atención.
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