La formación integral en la UC está guiada por nuestra misión de formar personas Íntegras al servicio de la sociedad y nuestro compromiso con ella se declara en el Plan de Desarrollo: “Nos hacemos conscientes de este reto y continuaremos realizando esfuerzos para que nuestros egresados sean reconocidos como personas que poseen un desarrollo integral, se orienten por valores cristianos, con aprecio por la familia, con valor por lo ético, de una cultura amplia, con capacidad crítica y propositiva, vocación hacia el servicio público y el bien común, con conciencia por la sustentabilidad, con una mirada y una actitud inclusiva, y con respeto y gusto por las artes.”

Esta voluntad se manifiesta en especial en la formación integral de los estudiantes a través del desarrollo de competencias complementarias en los planes de estudio y en iniciativas extra y cocurriculares. La importancia de la formación integral ha estado presente a lo largo de la historia de la UC.

Asimismo, la Universidad está comprometida con mantener una cultura de integridad académica que abarque todos los ámbitos de la formación universitaria. Para reforzar la importancia de este tema, y para contribuir a una universidad donde los valores del respeto y de la honestidad sean parte permanente de nuestra reflexión es que en 2016 se aprobó un Código de Honor. Nuestro Código de Honor no es un reglamento, es un compromiso personal que al ser adherido por todos será capaz de responder al espíritu de rectitud y honestidad que nos anima en lo colectivo.

Tras la instalación del Código de Honor asumimos el desafío de diseñar una política que incluyera la integridad académica como pilar fundamental de los procesos formativos que se desarrollan en la Universidad. Es por ello, que esta política tiene como foco la formación académica de los estudiantes de acuerdo a los valores de la honestidad, confianza, justicia, respeto y responsabilidad, considerando recomendaciones y prácticas ejemplares a nivel internacional, en particular de Australia, Reino Unido y Estados Unidos donde las políticas de integridad académica son consideradas parte de la calidad de la educación.

Para contribuir a consolidar una cultura de integridad académica la política debe asumir una visión compartida, amplia e integrada a nivel institucional con liderazgo estudiantil y participación y compromiso de toda la comunidad universitaria.

En este escenario, la Pontificia Universidad Católica de Chile basa su política en un ‘modelo centrado en la formación’, donde la integridad académica constituye un pilar fundamental de los procesos de enseñanza, aprendizaje y evaluación. De este modo, se separa de un modelo punitivo centrado en la sanción. Se reconoce el rol de los académicos como promotores de la formación de los estudiantes, al igual que el de los profesionales de apoyo y directivos; y la responsabilidad de los estudiantes frente a su formación académica; la importancia de evitar las oportunidades de realizar acciones que transgredan la integridad académica en los procesos formativos; al igual que gestionar las situaciones de incumplimientos de manera oportuna y transparente.

La política propone para el logro de su institucionalización objetivos estratégicos para cada uno de los ámbitos de acción que la conforman, los cuales corresponden a la promoción de la integridad académica, de manera de fomentar su fortalecimiento; la prevención de modo de evitar que ocurran faltas en los procesos de enseñanza, aprendizaje y evaluación; y la gestión de incumplimientos para hacer frente a la ocurrencia de estas faltas y determinar consecuencias y vías de acción en un contexto de formación de los estudiantes.

Creemos firmemente que incluir la integridad académica como parte esencial de la formación integral de los estudiantes permitirá tener mejores profesionales que serán un real aporte a la sociedad.