Entrevista: Prioridades para educación y educación superior
Agosto 25, 2017

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La falta de atención a la primera infancia y la formación docente son los “grandes problemas” en Latinoamérica, según el especialista chileno en educación superior José Brunner

24 • ago. • 2017, Leticia Castro, LaDiaria, Montevideo, 24 de agosto 2017
Invitado por el Centro Latinoamericano de Economía Humana, el chileno José Joaquín Brunner, especialista en educación superior, visitó Montevideo para unirse a los festejos por los 60 años de la institución. El profesor titular e investigador de la Facultad de Educación de la Universidad Diego Portales y director del Programa de Doctorado en Educación Superior del Centro de Políticas Comparadas de Educación y la Facultad de Humanidades de la Universidad de Leiden, conversó con la diaria sobre los problemas para llegar a una educación de calidad, sobre los desafíos de la universidad y la situación actual de su país. Brunner aclara que ha estado “en los tres lados” de la educación: “en la academia toda mi vida, en una fase intermedia de asesor y en la política”. En este campo se desempeñó como ministro secretario general de Gobierno de Chile desde 1994 hasta 1998, un mundo que califica como “el más complejo de todos, el más conflictivo, el más apasionado, donde hay que mezclar conocimiento muy diverso”.

–¿Se puede hablar de educación de calidad en América Latina?

–No, porque es muy disímil, lo único que se puede decir que hay en común es la anticalidad. Lo que sabemos es que todos los países tienen una masa demasiado grande de alumnos que ni siquiera llegan al umbral mínimo de competencias que se supone que tendría un joven a los 15 años; y ahí están Argentina, Uruguay, Chile, Colombia, Brasil, Costa Rica y Perú, que son los países que se han medido sistemáticamente en las pruebas PISA.

–¿Cómo vamos hacia una educación de calidad?

–Primero debemos terminar de asumir en las políticas lo que la evidencia empírica en todo el mundo ha mostrado consistentemente en los últimos 20 años: si no se parte desde el nacimiento con programas materno-infantiles muy sofisticados y si no se tiene una red de jardines infantiles que realmente dé clases a todos los infantes, no se puede tener un sistema equitativo y de calidad. Simultáneamente tenemos que mejorar el trabajo en la sala de clase mediante una radical mejor preparación y mejores prácticas de los pedagogos dentro de la sala de clase en todos los niveles.

–¿El problema más importante, en tu opinión, es la educación en la primera infancia?

–Creo que debería ser la prioridad en las estrategias de mediano plazo de desarrollo del sistema educacional. Debiera ser una prioridad primerísima, porque efectivamente es el momento crítico para poder hacer una compensación de las desigualdades de la cuna. Lo que estamos haciendo ahora, cuando un estudiante llega con siete años y se les dice a los colegios que se hagan cargo de las desigualdades, es actuar demasiado tarde; está comprobado que no pueden hacerlo. Es todavía más absurdo cuando planteamos arreglar la desigualdad con la universidad y con la gratuidad.

–El otro conflicto sería la formación docente. ¿Qué problemas identificás?

–Hay varios problemas. En primer lugar, es una formación muy teórica y especulativa, con mucha insistencia en la teoría pedagógica. La docencia no es solamente haber leído cinco estudios a lo largo de la carrera respecto de cómo se mantiene la disciplina en una sala de clase, sino que hay que ver cuáles son las técnicas que se aplican exitosamente, cuáles son las buenas prácticas y ejercitarlas. El segundo problema es que hay muy poca práctica. En muchos lugares de América Latina hacemos las prácticas en el último semestre, cuando el estudiante está terminando la carrera. El tercer problema es que, en general, la remuneración de los docentes, en comparación con otras profesiones universitarias de cinco años, está subvalorada en el mercado ocupacional. El cuarto problema es que hay una desigual formación de pedagogos. Los que tienen una formación más sólida tienden a irse a los colegios que atienden a los alumnos que vienen de hogares de mayores recursos, cuando en realidad la política tendría que ser la contraria: deberíamos tener un sistema desarrollado de tal manera que los mejores profesores por lo menos pasaran un tiempo en los colegios “más difíciles” del país, porque la formación de esos jóvenes requiere a los mejores pedagogos.

–En Uruguay se está debatiendo la creación de una Universidad de la Educación. ¿Creés que sería un aporte a la solución?

–El nivel universitario, dependiendo de las tradiciones del país y si tiene un tamaño relativamente pequeño, podría ser una sola institución, aunque me parece interesante que exista una gran diversidad de instituciones que intentan hacer cosas con sentido propio de visión. Tener una sola universidad para formar profesionales en un área me parece más limitado, pero entiendo que a veces los países tienen una población limitada y esta es una buena solución.

–Mencionaste las pruebas PISA. ¿Este tipo de pruebas estandarizadas constituye una buena forma de comparar a los países?

–Es una forma, no digo que sea la mejor; no hay muchas, en realidad. Las pruebas internacionales en las que los países participan voluntariamente, si son leídas con cuidado y sus resultados son usados sistemáticamente y reflexivamente, me parecen de extraordinaria utilidad. El problema es que tendemos a comunicar el ranking sin saber qué significa.

–Como académico, en muchas ocasiones fuiste asesor del gobierno chileno. ¿Por qué creés que hay propuestas que son ignoradas por el sistema político?

–Eso pasa porque las buenas propuestas siempre son preparadas en una especie de ambiente relativamente artificial, un laboratorio del pensamiento. En base a eso proponemos las políticas, pero estas son un mundo muchísimo más complejo. A mí nunca me ha parecido que porque los académicos propongamos algo eso va a ser política. Me interesa más que sirva como un elemento importante que pesa en el debate de las políticas y que luego los cuadros político-técnicos en parte lo tomen y logren implementar, haciendo los típicos ajustes que hay que hacer cuando uno está en la política.

–Como consultor en políticas de educación superior visitaste muchos países de Latinoamérica. ¿Cuáles son las grandes diferencias de los sistemas en el continente?

–Voy a partir diciendo qué tienen en común: todos los países, de una u otra manera, tienen un régimen mixto de educación superior, en el que se combina la provisión entregada directamente por instituciones estatales con la provisión que hacen instituciones privadas. Cada país tiene su propio régimen de provisión mixta. Esto es muy distinto de un país a otro: hay países donde la mayor parte de la matrícula es privada, como ocurre en Brasil, Chile, Perú, El Salvador o República Dominicana; hay otros, como Colombia, en los que la mitad es pública y la mitad es estatal; y hay países en los que la mayoría de la matrícula es estatal y hay marginalmente matrícula privada, ahí están Argentina, Uruguay. Hasta llegar al único país que tiene un régimen puramente estatal, que es Cuba. Cada país tiene muy diversas formas de organizar regímenes mixtos. Hoy el mundo mira a América Latina para intentar comprender estos fenómenos.

–¿Creés que las universidades deberían ir hacia un régimen más estatal o de privatización?

–Creo que tenemos que ir hacia un régimen mucho más integrado, en el que el Estado use bien sus instrumentos de política pública para el aseguramiento de la calidad, el fomento del mejoramiento, la supervisión de las regulaciones del sistema, el financiamiento. Lo que importa es si el Estado, más allá de proveer una parte de la matrícula, usa sus instrumentos para coordinar un sistema tratándolo como tal, porque muchos países tenemos un grado tal de dualismo que el Estado termina preocupándose exclusivamente por los alumnos que van a su universidad, como si pudiera desentenderse del resto de los alumnos.

–¿Esto lo ve en Uruguay y Argentina, que tienen más matrícula estatal?

–No solamente. También lo veo en Chile, donde el Estado, a pesar de que una minoría del estudiantado está en sus universidades, tiende a darle un trato preferente y no se da cuenta de que 80% de la matrícula, entre otros los alumnos de menores recursos, está yendo a otras instituciones, que son privadas.

–Hay una postura que sostiene que no toda la educación superior debería ser universitaria. ¿Cómo te posicionás ante esta idea?

–Estoy absolutamente de acuerdo. Creer que lo único que puede dar una formación integral para lo que necesita la sociedad es la universidad no existe: la educación superior es simplemente un nivel por encima del secundario. De hecho, en América Latina una parte creciente de la matrícula está en instituciones no universitarias. En Chile se supone que la mitad de las generaciones nuevas entran a carreras no universitarias. Dicho esto, lo que hay que tener –y en eso fallamos bastante en América Latina– son buenas pasarelas, de modo que quien entra a una carrera no entra a un callejón sin salida.

Nada es gratis | El especialista chileno analizó la coyuntura chilena, que está debatiendo un proyecto de ley, insignia de la campaña de la presidenta Michelle Bachelet, que planteaba en sus orígenes la gratuidad del nivel universitario, entre otras reformas. Brunner calificó a este proyecto de ley de “incoherente” y señaló que “se cambió nueve veces a partir del debate y del rechazo que expresaron los distintos actores”. Para el académico, una de las fallas que tuvo el gobierno de centroizquierda es “nunca decir a dónde quiere ir con el sistema, cuál es el diagnóstico del que parte y cuál es su visión a mediano plazo”. Según Brunner, es “inviable” llegar a la gratuidad del sistema terciario, debido al “elevado costo que tendría mantener un sistema de tan alta participación como es el chileno, con matrículas mayores a las del promedio de los países más ricos del mundo, y que sea de calidad y sólido”. Además, el académico señaló que “estar discutiendo sobre gratuidad cuando ni siquiera se ha universalizado la educación secundaria, que deja fuera a la mayoría de los estudiantes, me parece una cosa incomprensible”. El chileno destacó que “todavía no llegamos a la gratuidad que se intenta para 50% con menos recursos”; en cifras, “la matrícula total de educación superior es de 1.200.000, y 240.000 tienen hoy gratuidad, o sea 20%”. Brunner añadió que, según las cifras de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, “el país que tiene la mayor participación de alumnos del quintil de menores ingresos es Chile”, y que “en Chile la educación es paga, lo que no significa que el que no puede pagar se queda afuera, tiene que recurrir a un crédito y luego devolverlo cuando se gradúa”.

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