José Joaquín Brünner: “Veo en Guillier todavía muchas ambigüedades”
Martes 23 de mayo de 2017
El ex dirigente de la Concertación sostiene que el mantener una crítica implacable respecto del capitalismo y la democracia, pone al progresismo socialista fuera de la realidad.
Aquejado de una fuerte gripe, el académico de la UDP y ex ministro de Estado se da el tiempo para conversar con EL MURO, y explicar desde su perspectiva las fisuras que muestra hoy el socialismo en términos ideológicos y discursivos. Esto, luego que se revelara las inversiones bursátiles que realiza la colectividad desde hace más de una década para preservar su patrimonio financiero, utilizando el mercado de capitales para lucrar y obtener altas rentabilidades.
Además, el investigador afirma que el Frente Amplio, como nuevo proyecto político de izquierda quedará atrapado en las mismas contradicciones que presenta actualmente la izquierda de la Nueva Mayoría.
¿Las inversiones bursátiles realizadas por el PS subvierten su línea ideológica?
Cuando uno mira en profundidad este tema, proviene más bien de la ambigua relación del pensamiento y del discurso del PS, y de muchos sectores de la izquierda respecto a su inserción dentro de sociedades capitalistas democráticas.
O sea, no es un problema menor que tenga que ver con el cumplimiento o no de una norma, tal como se ha puesto en estos días. Creo que el problema de fondo realmente tiene que ver con la crisis de pensamiento por la que atraviesa la izquierda a comienzos del siglo XXI; sobre todo los partidos socialistas y socialdemócratas, cuya inserción en el régimen democrático capitalista efectivamente los pone en tensión en la medida que mantengan la afirmación de que el capitalismo está a punto de desaparecer, o bien que es un régimen puramente, en términos católicos, pecaminoso, donde todo es lucro, estafa, robo explotación, etc.
Cuando uno tiene ese discurso, que es muy del siglo XIX, sobre el capitalismo, y un discurso parecido sobre la democracia burguesa, formal, efectivamente al participar en los mecanismos del capitalismo, y particularmente del mercado, y en los mecanismos formales de la democracia, aparece como una contradicción.
¿Pero en un mundo globalizado es posible mantenerse al margen del capitalismo?
Esta es precisamente la pregunta que no ha podido responder el progresismo socialista del siglo XXI. Efectivamente, me parece a mí, no hay ninguna posibilidad de mantener un discurso del siglo XIX con la realidad de mercado globalizado y de democracia claramente como ideal propio de la modernidad.
O sea, el mantener una crítica implacable, y una especie de condena moral cuasi religiosa y total respecto de estos dos ejes de la modernidad (capitalismo y democracia), pone a ese grupo de partidos, y a sus intelectuales y académicos, fuera de la realidad. Y los hace caer en este tipo de contradicciones.
¿Cuál es la vía de escape que tiene el PS ante esto? ¿Repensar su contenido ideológico, reactualizarlo, o ajustarse a la realidad actual?
Mantener y profundizar lo que fueron los inicios de la renovación socialista en Chile, que ha sido el desarrollo de los más grandes partidos socialdemócratas, como el partido alemán, o la socialdemocracia nórdica, que sin perder sus ideales, aprendieron a convivir y a someterse a la lógica de la democracia en primer lugar, y aprendieron, a través de inteligentes regulaciones del Estado, a hacer del capitalismo, un capitalismo social, con beneficios sociales, o como dicen a veces, con rostro más humano, hasta donde eso sea posible.
Pero lo que pasó en Chile es que el Partido Socialista, que partió con un proceso muy interesante de renovación en los años 80, y lo continuó en los 90, llegó a tener un perfil bastante moderno, y un lenguaje mucho más sofisticado respecto de los fenómenos del capitalismo y la democracia, ha tenido últimamente una recaída. Y esa recaída a posiciones ambiguas, donde se hacen juicios no analíticos, sino que puramente un juicio religioso moral respecto al capitalismo, luego lo lleva a esta típica contradicción.
¿Esta visión de la socialdemocracia que usted plantea es la que salió derrotada con Ricardo Lagos cuando el PS decide no elegirlo como su abanderado presidencial?
Así es. Efectivamente ese hilo conductor de la renovación socialista que atravesó a toda la Concertación, y la hizo posible, hoy todavía tiene diversas expresiones dentro de la Nueva Mayoría, sin embargo, resultó derrotada en la última elección interna del Partido Socialista cuando desahució a la persona que mejor simboliza ese hilo conductor.
¿Qué perspectiva tiene esta renovación socialista cuando desde el Frente Amplio lo que buscan es erradicar a la izquierda que forma parte de la Nueva Mayoría?
Aquí aparece el mismo problema. Porque finalmente esa izquierda (la del Frente Amplio), que tiene un discurso romántico/utópico, encendido, purista, está transitando a su integración compleja dentro del juego democrático, y al capitalismo.
No es que estén planteando la revolución, o que estén planteando realmente la confrontación frontal de la democracia y el capitalismo. Lo que están planteando es una crítica radical, purista, pero luego están tratando de transitar desde la calle hacia adentro del sistema, y por lo tanto van a quedar atrapados en la misma contradicción.
Esta contradicción no es solamente de la izquierda del siglo XXI, sino que tiene en general las épicas puras de la convicción, de valores absolutos. La tienen, por lo tanto, las religiones. Si se observa hoy de dónde provienen las otras críticas radicales al capitalismo; o provienen de sectores católicos, o provienen, por ejemplo, de religiones como el islam, o de las religiones orientales como el budismo y el hinduismo, que miran este mundo capitalista como un mundo corrupto, del pecado, que no tiene valores.
Y esas visiones absolutas uno las puede perfectamente aceptar en el caso de las religiones. Lo que uno no debiera aceptar es que las religiones se transformen en partidos políticos o en estados, que es peor todavía, como le ocurre al Islam con el Estado Islámico, donde la ley religiosa está por encima de la ley civil.
La ambigüedad de cierta izquierda hoy, es que por un lado niega completamente la religiosidad y las religiones, le parecen que son fenómenos culturales del pasado, primitivos, pero por otro lado afirman como religión una ideología política anticapitalista, y ahí entra en una contradicción total.
¿Qué papel pueden jugar a su juicio Alejandro Guillier y Carolina Goic en el rescate de este espíritu socialdemócrata?
Lo veo muy decidido en el caso de Carolina Goic, que claramente ha surgido desde su ángulo, que es la democracia Cristiana, como una perspectiva de afirmación de valores y de críticas al capitalismo y la democracia, pero aceptando que estos temas tan complejos necesitan ser transformados gradualmente en una cierta orientación de mayor bien común, o de mayor bienestar social.
Veo en Guillier todavía muchas ambigüedades, porque él está atrapado en ambigüedades de los partidos que lo apoyan, principalmente el Partido Socialista y el Partido Comunista, que están plenamente en esta contradicción de la que estábamos hablando.
Lo veo a él mucho más enredado, con mucho menos capacidad de innovar en su pensamiento y de situarse en la realidad.
En este movimiento de placas tectónicas de la política chilena, ¿ve espacio, en un plazo prudente, para la convergencia entre ese mundo socialcristiano más moderado con sectores de centroderecha?
Lo veo todavía muy en contraste, en una tensión adversaria y de antagonismo muy fuerte, que es más cultural que política, que viene de la historia de los últimos 30 años, que viene fundamentalmente de la división causada por la dictadura.
Pero no descarto que en el futuro, no en la forma de alianzas permanentes o de coaliciones estilo Concertación, sino que en torno a articulaciones en el Parlamento, o articulaciones respecto a ciertas políticas importantes, efectivamente lo que hoy se llama la centroderecha al estilo de Evópoli, o del nuevo grupo de intelectuales de la derecha, y de varios de sus movimientos, más reflexivos, más respetuosos del liberalismo democrático, podría haber perfectamente convergencia con distintos sectores del progresismo o del socialcristianismo.
No lo descarto, porque además uno ve que permanentemente en países como Suecia, Holanda, e incluso Alemania, hay momentos de convergencia entre estas grandes fuerzas, en la medida en que asumen los límites reales del capitalismo, y asumen que la democracia es el régimen de convivencia que permite hacer reformas graduales al capitalismo.
Carlos Cuadrado S./El Muro
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