“Se acabó la ilusión de querer reemplazar el capitalismo por otro modelo”
Abril 4, 2016

J. J. Brunner: “Se acabó la ilusión de querer reemplazar el capitalismo por otro modelo”

Lunes 4 de abril de 2016

El ex ministro de Estado lanzará en mayo el libro “Nueva Mayoría: fin de una ilusión”, donde plantea el fracaso del bloque oficialista en su intento por hacer reformas refundacionales.

Aprovechando diversos análisis críticos que viene realizando desde hace más de un año en columnas publicadas en medios de prensa, el reconocido académico decidió recolectar esos textos y transformarlos en lo que él define como “crónicas sociológicas”. Material que dio origen al libro que lanzará en mayo próximo titulado “Nueva Mayoría: fin de una ilusión”.

En entrevista con El Muro, uno de los personeros más representativos de la era de la Concertación se explaya sobre los puntos centrales de su nueva obra y hace un descarnado juicio a la situación actual que atraviesa el país.

¿Cuál es el eje central de su nuevo libro?

El eje central del texto es la crisis de conducción que vie el país. Es lo que en la actualizad las teorías y libros de ciencia política y sociología denominan “crisis de gobernanza de la sociedad”. Y por gobernanza entendemos que es la capacidad de una sociedad de conducirse así misma hacia el desarrollo.

A partir de ese punto desarrollo la idea de que el actual gobierno de la Nueva Mayoría carece precisamente de un programa concreto y de una carta de navegación que les permita tener una conducción adecuada. Lo mismo ocurre con otros actores dentro del sistema democrático, como son, la elite política y la elite económica

Los tiempos modernos provocan una serie de tensiones de las cuales estas elites –que son centrales en el proceso de gobernanza- no han sabido hacerse cargo. Es más, hemos podido apreciar que en general también muestran un alto grado de confusión, y en algunos casos se han visto envueltas en investigaciones por situaciones irregulares que hacen aún más complejo el escenario.

Esto se traduce en que todos los involucrados en el sistema de gobernanza no ofrezcan una gobernanza coherente, con un sentido claro, sobre la base de acuerdos. Tal como lo hizo el país desde el retorno a la democracia.

¿A qué atribuye la situación actual?

Todos estos fenómenos se dan a partir de un punto de vista de los cambios generacionales. Hay un evidente reemplazo ´epocal´, donde existe un recambio de una generación por otra, desde una generación que nació post segunda guerra mundial, se inició en la política en la década de los 60 durante el gobierno de Eduardo Frei Montalva, y que ha sido actor político de primera línea durante los últimos cincuenta años. El problema es que la generación emergente no se ha podido hacer cargo de ese recambio, provocando ahí un vacío.

Otro factor que ha influido se refiere a la esfera comunicacional, la era de internet y las redes sociales, con transformaciones profundas en la forma de comunicarnos y relacionarnos, lo cual ha hecho cada vez más complejo el manejo de la democracia.

Si uno pudiese hacer una medición del poder relativo que tienen en la actualidad las distintas elites, podríamos apreciar que los medios de comunicación y también los fiscales han incrementado de manera sustancial ese poder, a diferencia de la elite política y económica, que ha retrocedido.

Esta relación tácita entre medios de comunicación y fiscales –como hemos podido observar en otros países- produce un nuevo instrumento dentro de este esquema: el escándalo. Esa herramienta, en esta sociedad del “espectáculo”, se está utilizando para reducir el marco de acción y acotar las maniobras de las elites política y económica. Aspecto que es relevante considerando que ahí se juega la lucha cultural que libran los distintos actores dentro del sistema de gobernanza.

¿Cuánto ha influido en este proceso de crisis de gobernanza el que una parte de lo que fue la Concertación decidiera desconocer los logros alcanzados en los últimos 20 años?

Hay una suerte de giro que da la propia Concertación, que es histórico, en cuanto a desconocer lo que fueron sus propios logros. Este es uno de los hechos culturales más importantes de las últimas décadas. Porque es sorprendente que esta elite exitosa, que materializó objetivos relevantes, haya decidido abandonar su propia identidad, y terminara con la continuidad histórica de la Concertación.

No existen ejemplos de alianzas políticas duraderas y exitosas como esta, en las que parte importante de sus dirigentes realicen un cercenamiento de su historia, desconociendo y rechazando todo lo bueno que se había hecho, para instalar una especie de nueva narrativa.

Todo este proceso se corona con frases como la retroexcavadora, y ahora con el término usado por un ministro en relación a que está “terminada la obra gruesa”. Cuando en realidad la mayoría de las reformas están inconclusas.

Mi opinión es que se hizo un diagnóstico equivocado sobre lo que el país requería y la ciudadanía estaba demandando. Por ejemplo, el país ha perdido capacidad de crecimiento, con los alcances que eso tiene. La política educacional impulsada por el gobierno se ha ocupado sólo de aspectos que tienen que ver con el envoltorio de la educación, pero no en lo relativo a su corazón, a mejorar la calidad de la misma.

Lo que ocurre ahora es una continuación del debate entre autocomplacientes y autoflagelantes que se dio al interior de la Concertación, pero cuya discusión se refiere hoy al malestar. El problema es que nos hemos quedado obsoletos en los instrumentos que estamos utilizando para analizar la realidad.

A su juicio, ¿dónde radica ese malestar actual?

Hay tres niveles de malestar en distintos planos.

El primero radica en lo que se denomina “problemas de la gente” Aquí podemos encontrar un malestar por los servicios que reciben las personas en materia de salud, educación, transporte y otros asuntos que son de relevancia para la ciudadanía, pero que en muchos casos son deficitarios.

El segundo tipo de malestar es con la democracia. Aquí existe una crisis con los mecanismos de participación y de deliberación democrática. Se aprecia en la ciudadanía un cierto desgaste por la falta de incorporación en la toma de decisiones o por no ser considerados en la resolución de temas que los afectan.

Y el tercer tipo de malestar es con la modernidad capitalista. Estamos viviendo en un mundo donde lo real, lo tangible, lo concreto se vuelve más líquido. Donde todo es simbólico, y donde surgen una serie de riesgos propios de las sociedades capitalistas.

Todos nos hemos empezado a dar cuenta que para que el capitalismo pueda funcionar requiere de nosotros un esfuerzo permanente que implica muchas veces bastantes sacrificios, por ejemplo, en las horas que dedicamos al trabajo, en la intensidad diaria de las actividades, en los riesgos que surgen como los problemas medioambientales, una vida más estresante, con menos tiempo para uno.

El inconveniente de esto es que se ha instalado la percepción de que todo esto puede ser manejado desde afuera o por encima de todo, dejando de lado los procesos subjetivos de las personas.

Esto termina provocando una crisis de legitimidad del gobierno, porque éste piensa que puede hacerse cargo y resolver todos esos problemas, generando expectativas desmedidas, que luego, cuando no se pueden cumplir, provocan decepción, rechazo y malestar.

¿Y cuál es la ilusión que la Nueva Mayoría no pudo cumplir?

La ilusión que se acabó es la de haber creído en que se podía pasar con una máquina transformadora por encima del edificio que hemos construidos en las últimas décadas, donde iba a ser posible desmantelar el modelo de desarrollo que venía implementando el país. Se acabó la ilusión de que se podía reemplazar el modelo capitalista por “otro modelo”. Todo ese proceso se ha venido deshilachando.

Así, está quedando claro que en el mundo contemporáneo no existe una alternativa al capitalismo. Menos cuando están mal hechas las reformas que se están implementando. Si incluso hay algunos ministros que reconocen que se plantearon tantas reformas a la vez, que ni siquiera Superman las hubiese podido manejar.

Se acabó la ilusión de que había un nuevo bloque de políticos, partidos, tecnócratas que supuestamente el país venía demandando, y que lograrían hacer una refundación de la sociedad chilena.

¿En qué va a derivar el fin de esta ilusión de la que habla en su nuevo libro?

Es muy probable que el escenario actual se mantenga aún por un tiempo. No son procesos con los que se pueda terminar de un momento a otro. Estos problemas no se pueden resolver por la mera voluntad de algunas personas. Son bastante más complejos que eso.

Tampoco el gobierno tiene la capacidad de terminar con todos los inconvenientes, conflictos y tensiones que se observan en la actualidad. Pero tampoco pienso que vayan a ocurrir explosiones sociales. Las personas tienen un sentido de realismo que las hace entender que estamos en un escenario económico complejo, donde hay una contracción de los empleos, de las rentas y de los presupuestos de la nación; por lo tanto, las expectativas, dentro de ese realismo, también disminuyen.

Se debe que entender que muchas de estas tensiones, problemas o conflictos que estamos observando, llegaron para quedarse. No es que se puedan resolver de forma transitoria. Hay temas con los que tendremos que convivir permanentemente, y todo lo que nos está pasando es parte del aprendizaje que tenemos que hacer, para lo cual debemos ser capaces de combinar realidad con expectativas y movernos dentro de ese margen.

Carlos Cuadrado S./El Muro

Foto: Agencia Uno

 

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