“El Gobierno no ha logrado gobernar el proceso de cambio que él mismo desencadenó”
Noviembre 14, 2014

José Joaquín Brunner: “El Gobierno no ha logrado gobernar el proceso de cambio que él mismo desencadenó”

Asegura que Bachelet debe darle diseño a la reforma educacional para terminar con la incertidumbre que genera. El también ex ministro de la Concertación apuntó a la poca identidad que a su juicio tiene la Nueva Mayoría como clave para los problemas de conducción política. Constanza Atlagich Constanza Atlagich | Política | 05:00 hrs

En octubre de 2013, el ex vocero de Gobierno de Eduardo Frei, José Joaquín Brunner (PPD), iniciaba junto al ex candidato presidencial Andrés Velasco, su propio think tank. Así, Fuerza Pública entró en el debate, mientras Brunner seguía siendo un referente en materia educacional para la Nueva Mayoría. Al momento de nombrar el gabinete, su nombre quedó fuera. Algunos explican que su celo académico extremo no daba las garantías para el diálogo con los estudiantes. Hoy, desde la UDP critica la conducción política de la reforma educacional, y en especial a su encargado, Nicolás Eyzaguirre.

A usted lo funó la ACES por ser un “ideólogo”, ¿por qué cree que ese concepto está mal evaluado?

No creo que sea mal mirado. En ese caso, era una mala respuesta a la discusión intelectual, académica e ideológica-política, que es parte consustancial de la vida en una sociedad democrática. Una tarea permanente es deliberar públicamente, eso es la esencia de la democracia, que no es por cierto el griterío, la funa y la violencia.

Pero también la UDI ha acusado al Gobierno de dejarse llevar por una “reforma ideologizada”.

Hay algunos que hablan desde alguna rarísima cátedra donde hay una especie de pureza completa, y hay otros que hablan desde la contaminación ideológica. Entonces uno acusa al otro. Eso lo dice gente de izquierda, centro y derecha. En todos los casos, es un error. Parece que el conocimiento científico experto no debiera participar en el debate y es una mala comprensión de la deliberación pública democrática.

¿Dejar fuera el tema técnico afectó a la conducción política?

Tiene mucho que ver este ambiente crispado y también querer eliminar la ideología, desvalorizar el conocimiento técnico. Tiene que ver con que el Gobierno no ha logrado hasta ahora, después de un año, gobernar el proceso de cambio que él mismo desencadenó al presentar un programa extraordinariamente ambicioso en educación, pero que luego se le ha ido desordenando porque no ha habido una agenda. La discusión se ha desordenado y empieza a haber esta sensación de que se ha perdido un año.

¿Quién es el responsable?

Acá lo peor es personalizar. Es un Gobierno cuya conductora principal es la Presidenta, pero que trabaja con un equipo. Es injusto cargarle a la Presidenta la falta de gobernabilidad, o cargársela exclusivamente al ministro. Él tiene una responsabilidad muy central en el clima confrontacional que se ha ido produciendo, porque él mismo tuvo, con sus enunciados, conferencias, entrevistas, un tono extraordinariamente hostil e irónico, respecto del sistema escolar, de sostenedores, de padres y familias, de los estudiantes, a veces de los profesores. El ministro tiene una parte de responsabilidad, pero la Presidenta también, porque se espera que ella, con una visión mucho más madura y compleja de la función de gobernar, sea capaz de articular a los distintos actores. Y hasta aquí no lo ha logrado hacer.

Si hay una responsabilidad compartida, ¿por qué se pide sólo la salida de Eyzaguirre?

Porque es producto de este clima. Está claro que toda esta lista de deseos, que es el programa, no puede ser llevada a la práctica simultáneamente sin desarticular por completo el funcionamiento del sistema. Entonces hay que fijar prioridades y eso perfectamente se puede hacer con el equipo existente, no es necesario cambiar al ministro. Sería un retroceso respecto de esta situación que se ha vuelto muy confusa y de bastante precaria gobernabilidad.

¿Cree que la reforma debió partir por la educación pública?

El punto de partida refleja un diagnóstico completamente equivocado de la situación. Ahora quienes proponen que se debió haber partido por un proyecto de fortalecimiento de la educación pública, entendiendo una red de colegios municipales, también están equivocados. El problema de Chile nunca ha sido ese, sino que, a pesar de los importantes avances que ha tenido en materia educacional, tenemos todavía un porcentaje muy significativo de alumnos que no han adquirido las competencias más elementales y básicas para poder seguir aprendiendo a lo largo de la vida. Eso significa que tenemos un número voluminoso de colegios cuyas oportunidades de enseñanza son de muy pobre calidad. Todo lo que estamos discutiendo hoy día está muy lejos de llegar a enfrentar esa tarea.

En lo que queda de gobierno, ¿se puede apuntar a la educación pública?

Enfrentar correctamente esta tarea, no. Estos van a ser años de frustración. No vamos a enfrentar los problemas principales y vamos a terminar teniendo una ley de fin del lucro que si uno se pregunta ¿cuánto van a contribuir a solucionar aunque sea en parte el problema central que tenemos? Muy poco. ¿Va a ayudar a mejorar la educación municipal? Por cierto que no.

Al cabo de cuatro años, ¿Bachelet no va a tener una educación pública, gratuita y de calidad?

No lo puedo decir porque todavía, después de un año, no se ha aclarado de qué es lo que se está queriendo hablar cuando se dice educación pública y gratuidad universal. Está claro en estos cuatro años no va a haber gratuidad universal para los colegios, que sería lo más importante, porque entre otras cosas el Gobierno ha dicho que terminar con el copago podría llevar hasta treinta años. En el caso de la educación superior es completamente imposible saber, porque después de un año, el Gobierno jamás ha aclarado cuáles son los objetivos que persigue.

¿Se debe rediseñar la reforma?

Allí depende mucho de la Presidenta, que es la única que podría dar el vamos a una idea seria de rediseño, y me temo que hasta el momento ella no está para nada convencida de entrar en un camino de rediseño. Parece que las señales que ha entregado es que quiere salir adelante con el diseño actual. Tengo la esperanza que a la vuelta de vacaciones, la Presidenta haya finalmente madurado una percepción más ajustada de lo que está ocurriendo y entonces se abra a la idea de un rediseño, con o sin cambio de gabinete. De lo contrario me temo que podemos terminar con una ley aprobada, sin ningún tipo de acuerdo, que se va a haber aprobado lo menos malo, pero que no vamos a haber dado al sistema el impulso en torno a los objetivos centrales que necesita.

¿Puede terminar como la LGE?

Podría efectivamente terminar como algo tan sorpresivo como la LGE. La Presidenta manifestó una profunda alegría de que se había hecho lo que en ese momento había que hacer, y luego lamento que los partidos de la Concertación hayan perdido la comprensión y el liderazgo de lo que ellos mismos habían hecho, y hayamos llegado a la sensación de que fue todo un periodo perdido.

¿Cómo se revierte la mala opinión reflejada en las encuestas?

El rediseño por sí solo, al clarificar los objetivos, de inmediato produciría un efecto comunicacional muy potente, porque reduciría la incertidumbre, terminaría con la sensación de acoso con la que está una parte muy importante de la comunidad educativa del país, tranquilizaría a las universidades. No es un problema de comunicación, que es un efecto de la gestión política. En lo que se ha fallado en este punto es en la gestión política.

Usted es uno de los impulsores de Fuerza Pública. ¿A qué cree que se deben las críticas a Andrés Velasco por el Caso Penta?

Andrés Velasco, que es parte histórica de la Concertación, que es parte leal del debate interno que está instalado dentro de la Nueva Mayoría, no ha tenido un trato ni mínimamente fraternal, como cada uno de los que hemos votado, trabajado y compartimos ideales y esperanzas con el gobierno de Bachelet. Ha tenido un trato extremadamente hostil y muestra que el afecto comunitario de la Nueva Mayoría es muy bajo, y al primer problema de cualquier persona que tenga una opinión crítica o disidente, termina funado o termina con un ataque a su imagen personal muy fuerte.

¿De quién viene ese ataque personal? ¿De la Nueva Mayoría?

Fundamentalmente ha sido la Nueva Mayoría, aunque también en la oposición ha habido un intento de aprovechar esta circunstancia, dado que Velasco saca muy buena votación también en algunas comunas donde la derecha tradicionalmente tiene una mayoría de votos, dicen.

¿Pero Velasco está dentro de la Nueva Mayoría, a pesar de haber trabajado con Amplitud?

Absolutamente. Esto parece una concepción contractual neoliberal de la vida política, es como que uno tiene un contrato de conveniencia. Yo tengo 40 años de lucha dentro de una generación, soy cofundador del PPD, participé antes del movimiento reformista del 67, fui partidario y voté por Salvador Allende. Para mí esto no es un contrato, no es porque hoy no esté de acuerdo con ciertas políticas, no soy de la Nueva Mayoría. Soy profundamente de la Concertación y hago parte del debate que es hoy la Nueva Mayoría.

El presidente del PPD, Jaime Quintana, dijo que sus militantes tenían que revisar su participación en Fuerza Pública…

El mismo Quintana hace un tiempo había dicho lo contrario. Estos no son problemas ni policiales, ni persecutorios, ni de disciplina. Me imagino que el PPD, que es un partido que se autoproclama como fuerza liberal dentro del progresismo social democrático, lo menos que querrá es aplicar una especie de régimen disciplinario de control ideológico e impedir el debate intelectual respecto de políticas públicas.

¿No es más fácil para Fuerza Pública llegar a acuerdo con centros de pensamiento de la Nueva Mayoría?

También existen esos nexos y en otros momentos también probablemente así va a ocurrir, pero eso requiere un cambio muy significativo de actitud dentro de la Nueva Mayoría. La Nueva Mayoría no ha logrado desarrollar un aprendizaje y establecer una conducta de real discusión y pluralismo interno. En toda la primera etapa hubo una especie de “o se está de acuerdo con el programa o se estaba afuera de la tribu”. Y la manera que uno mostraba que estaba en la tribu era hacer un pacto de sangre diciendo “yo declaro mi total fidelidad al programa’’, lo que es algo de la Guerra Fría. Entonces uno tiene que cerrar filas e ir a reconocer lealtad ante las autoridades disciplinarias de los partidos políticos. Yo a esta edad no lo voy a hacer.

¿Con este diagnóstico se explican los problemas de conducción política?

Se debe a no tener una concepción madura de cómo convivir entre fuerzas muy visibles, sin tenerle miedo a la diversidad de concepciones que hay hoy en la Nueva Mayoría y que había antes en la Concertación. El problema tiene que ver estrictamente en que la Nueva Mayoría todavía no termina de tener una identidad y una concepción estable y madura de sí misma, de cómo quiere actuar: si es un conglomerado refundacional o si es un Gobierno que, dentro de un anhelo muy profundo de cambios, reconoce que hay una gran cantidad de limitaciones.

¿Esto debería mejorar con un cambio de gabinete?

La Presidenta tiene por delante una definición mucho más complicada que la adoptó en su primer Gobierno cuando tuvo que cambiar partiendo por el Ministerio de Interior -un cambio de mucha ramificación- y eso es lo que está en juego ahora. El problema es si va a haber o no diseño de una agenda con carta de navegación. Hecho eso, la Presidenta tendría que decir “ya no necesito evaluar la efectividad, sino transmitir este mensaje con marineros que van a llevar la embarcación en el rumbo que la Presidenta quiere”. La Presidenta no ha llegado a la conclusión que sea necesario un cambio de diseño de la agenda del Gobierno, que hasta ahora más bien parece estar en la convicción que el camino que lleva va a ir corrigiéndose de a poco y que toda la sociedad terminará entendiendo lo que ella quiere hacer. Yo me temo que eso no va a ocurrir.

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