Educación mal instalada
¿Qué vamos a hacer con los profesores sin vocación que están trabajando en las escuelas y liceos con desgano y mala voluntad? No estamos diciendo que no haya muchos profesores altamente motivados y comprometidos con la tarea educativa.
¿Qué vamos a hacer con los profesores que sí tienen el entusiasmo y las ganas de aportar, pero que han sido mal formados, porque ingresaron a un sistema desregulado de formación de profesores, con instituciones de calidad heterogénea y que tienen mal desempeño?
¿Qué vamos a hacer con los buenos profesores, con vocación, bien formados, pero desencantados por la larga espera de mejores condiciones laborales, con rentas insuficientes y agotados por la presión de una realidad tan dura y exigente?
¿Qué vamos a hacer con las muchas escuelas y liceos vulnerables, con niños y jóvenes marcados con el signo de la pobreza y la discriminación, la baja autoestima y una desesperanza aprendida que muchas veces los lleva a actuar con rabia y violencia?
Estos y otros problemas dependen en gran medida de los contextos sociales y culturales, y no pueden superarse exclusivamente con el aporte de la escuela, ni siquiera con el trabajo de los buenos profesores. Pero lo que atañe a la labor docente, lo que está en sus manos es ineludible y urgente.
Por eso deben activarse dispositivos inmediatos de perfeccionamiento de profesores, distintos y mejores a lo que se ha hecho hasta ahora, con una ley SEP más exigente y un concepto descentralizado de capacitación, que rompa el aislamiento de los profesores, haciéndolos participar de redes de maestros a partir de las necesidades de las comunidades educativas. Asimismo, planes de retiro para los profesores y un fortalecimiento de la educación pública, tal y como está prometido.
Un camino para enfrentar aquello que no es posible por la vía docente es la incorporación de profesionales afines a la educación, que colaboren de manera determinante en los procesos de estabilización de la conducta social de los alumnos especialmente vulnerables, tales como psicólogos, sociólogos, asistentes sociales y abogados, entre otros. Esta solución requiere de una inyección importante de nuevos recursos que el Estado va a tener que encontrar cómo obtenerlos. El desafío es enorme, pero tiene que hacerse si Chile no quiere perder generaciones completas de estudiantes golpeados por la inequidad y el descuido de nuestro mal instalado sistema educacional.
Jaime Espinosa
Rector U. Metropolitana de Ciencias de la Educación
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