Uruguay consolida la escuela digital
Llevar la tecnología a los más pobres y dar ordenadores a los alumnos no han mejorado por ahora los resultados académicos
El Estado uruguayo invierte 50 millones de dólares anuales en el denominado Plan Ceibal, con el que se han entregado 1.200.000 ordenadores y se ha sufragado la instalación de conexión a Internet y fibra óptica en todos los centros escolares del país y en muchas plazas públicas. De hecho, Uruguay es el país con mayor conectividad de América Latina, según el índice de la Unión Internacional de Telecomunicaciones, dependiente de la ONU. Sin embargo, en estos nueve años de aplicación los resultados académicos de los colegios e institutos de secundaria uruguayos se han estancado o han retrocedido. Los portátiles han llegado a los pobres, pero no han mejorado la calidad de la educación. Una triste realidad que admiten también las autoridades.
El Colegio 180, con sus locales vetustos y sus pasillos gélidos, sin calefacción en pleno invierno, ofrece un insólito contraste entre precariedad y futurismo de pantalla. Aquí estudió primaria el cantante Jorge Drexler, en un barrio de clase media. Pero hace ya años que los hogares privilegiados de Montevideo han desertado de los colegios públicos, y la escuela igualitaria que vio Drexler no ha resistido a los sucesivos recortes presupuestarios, los salarios de miseria de los profesores y el anquilosamiento de la educación que fue el orgullo del país hasta los setenta.
La directora del centro, María del Carmen Vonella, asegura que la distribución de ordenadores “es un avance que globaliza la cultura, que también está en las manos de nuestros niños de todas las clases sociales”. En Uruguay no existe la brecha digital en la escuela. Tanto en las ciudades como en las zonas rurales más remotas, todos los niños y adolescentes pueden acceder a la informática y, de haber una discriminación, sería, paradójicamente, la de los alumnos del sector privado, que no tienen acceso a los ordenadores gratuitos. Pero esta generalización de la tecnología conlleva sus dificultades, como explica Vonella: “Todo depende del gusto del profesor por la informática y de cómo logra dosificarla e integrarla a la educación tradicional”, asegura. La mayoría de los docentes tiene problemas para sacarle partido a los ordenadores y muchas veces rechazan usarlos en clase.
Miguel Brechner está al frente de la institución que concibe e implementa el Plan Ceibal. Ahora el desafío es construir plataformas para atraer a los profesores y que la tecnología se convierta en un “acelerador de la mejora pedagógica”, explica. Para Brechner, ingeniero formado en Uruguay, Reino Unido y Estados Unidos, la falta de resultados de la inversión tecnológica en educación es un problema mundial que requiere tiempo. “La tecnología fue orientada a vender, las empresas quisieron explicarnos que manejar un programa era pedagogía, pero eso no es pedagogía”, afirma.
Uno de los proyectos estrella del programa es transformar las clases de informática en laboratorios tecnológicos como el del Instituto de Secundaria de El Cerro, un barrio pobre de la periferia de Montevideo donde reside el presidente uruguayo, José Mujica.
El profesor Pablo Guillén dirige el laboratorio, donde hay una impresora 3D con la que los alumnos pueden diseñar cualquier objeto y verlo en la realidad. También hay material audiovisual y varios robots de la marca Lego, que en el mercado uruguayo cuestan unos 800 dólares y aquí son gratuitos. Según Guillén, la propuesta ha cautivado a los alumnos, que “están saturados por muchos estímulos externos que no les permiten concentrarse. Entonces la estrategia es usar esos estímulos para atraer a los jóvenes. Lo más difícil es cambiar la forma tradicional de la educación para adaptarse al siglo XXI”, afirma.
Pero su postura está lejos de ser unánime. El profesor de Historia del centro, Luís Martínez, considera el Plan Ceibal una estafa para los pobres: “Es bueno que se sepa que la mayoría de los institutos de secundaria de este país no tienen psicóloga ni asistente social, se caen a pedazos”, asegura. “Todos los días recibo alumnos que han comido o dormido mal, que no tienen ni cariño ni límites. Los ordenadores gratuitos no aportan nada”.
Pero la mayoría de los uruguayos respaldan el Plan Ceibal, una de las políticas mejor valoradas por los ciudadanos y que ningún partido, de Gobierno u oposición, se atreve a cuestionar.
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