Universidad ‘online’ para paliar los recortes
California quiere que los campus públicos convaliden cursos hechos por Internet
Unos especialistas ven el inicio de una educación más democrática
Otros temen que sea una salida fácil a la falta de recursos y que se ponga en peligro la calidad
El entusiasmo por el poder transformador de la educación online goza estos días de un nuevo impulso gracias a un proyecto de ley en California (EE UU) con el que se obligará a las universidades a convalidar cursos hechos fuera de sus campus a través de Internet; unos cursos a los que previamente el Estado le haya puesto un sello de control y calidad. Pero entre las promesas de un vuelco hacia una Universidad más accesible y más democrática que le permitiría seguir creciendo en un momento en el que se le saltan las costuras en su formato tradicional, también se escuchan temores de que se trate de un mero parcheo a los recortes que puede ir en detrimento de la calidad y abrir las puertas a negocios privados sin vocación de servicio público.
La iniciativa, que se presentó recientemente en el Senado de California por su presidente, Darrell Steinberg, se ha expuesto con el objetivo de acabar con las esperas de los estudiantes para realizar alguna asignatura por falta de espacio en las aulas. Un comité de expertos elegirá una serie de cursos (unos 50) que habrán de ser convalidados. Estos pueden ser ofrecidos por instituciones educativas y por empresas. También podrían incluir algunos MOOC (cursos masivos por Internet, generalmente gratuitos, abiertos a cualquier persona con conexión a la Red sin procesos de admisión de por medio), aunque parece difícil que en principio estén entre ese inicial medio centenar de cursos, dadas las condiciones que se impondrán: por ejemplo, que haya exámenes supervisados.
En todo caso, las puertas se abren de par en par. Algo que algunos reciben con entusiasmo, no solo por la democratización que puede representar, sino porque empujará a las universidades a acelerar su inevitable paso a una oferta mucho mayor de enseñanza online. “No hay duda de que el modelo de negocio actual que se sustenta en el campus convencional no es sostenible, en el sentido de que es incapaz de satisfacer la demanda. Así como Internet ha tenido un impacto importante en las operaciones de muchas empresas, medios de comunicación y editoriales, también lo tendrá en la educación. Los factores económicos serán más potentes y suficientes para vencer la inercia de consideraciones sociopolíticas”, interpreta el profesor de la Universidad de Southern Queensland (Australia) Jim Taylor. “Esta medida es un gran cambio que realmente significa repensar de nuevo la Universidad. Significa reinventar lo que es la Universidad”, aseguró en un comunicado Burck Smith, fundador de Straighterline, una de las compañías que ofrecen cursos a distancia que pueden ser incluidos para la convalidación. Otra de esas empresas es Pearson.
Sin embargo, algunos especialistas plantean muchas dudas. “Yo soy un firme defensor de la educación en línea de calidad, pero hay otra agenda aquí. California ha reducido en más de 1.000 millones de dólares [unos 780 millones de euros] el presupuesto para educación superior. Por ello, la demanda excede la oferta: los californianos se han negado a pagar por un sistema educativo adecuadamente financiado”, asegura por correo electrónico el experto canadiense Tony Bates. Y añade: “Se está buscando una solución mágica en vez de asumir la responsabilidad pagando impuestos. Hasta que no lo hagan, el aprendizaje online no proporcionará una solución satisfactoria”. Además, el director del eLearn Center de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), Albert Sangrà, teme que detrás del proyecto esté un poderoso grupo de presión que quiere entrar de esta manera en el negocio de la educación universitaria.Daniel Torres, director general del Centro Superior para la Enseñanza Virtual (CSEV), de la UNED, ve el proyecto californiano, en general, con buenos ojos. “Es el primer paso de un cambio de paradigma que ya ha empezado y que es imparable. En el futuro, el valor de la formación vendrá dado por muchos más factores que los que hasta ahora han aportado las universidades tradicionales. Las entidades privadas (no todas) podrán aportar el mismo prestigio y utilidad a las experiencias de aprendizaje”, asegura.
En lo que unos y otros están, sin embargo, completamente de acuerdo es en la necesidad de comprobar muy bien los mínimos de calidad. “Este movimiento regulatorio en California viene motivado por la falta de recursos del sector educativo público y eso hace que sea aún más necesario comprobar la validez de la formación que se ofrecerá desde otras entidades; pero la tendencia es rotunda: las personas deseando formarse van a encontrar cada vez más oportunidades de hacerlo con nuevas entidades y nuevas modalidades de aprendizaje”, añade Torres.Todavía no está del todo definida la iniciativa californiana, pero sus promotores ya se han ocupado de salir al paso de esos temores con ciertas prevenciones. Por ejemplo, entre los requisitos que deben cumplir los cursos están que incluyan exámenes supervisados, que se utilicen textos gratuitos accesibles por Internet y que cuenten con el sello aprobatorio del Consejo Americano de Educación (la asociación de universidades más importante de EE UU).
“Aunque la letra pequeña explica claramente que se trata de una opción a validar solo en determinados casos, la idea va en la línea de insistir en la bondad de determinados cursos a distancia cuando se trata de atender a poblaciones muy numerosas en áreas en las que existe una gran demanda (como los primeros cursos de álgebra o cálculo)”, señala el experto en nuevas tecnologías aplicadas a la educación de la UNESCO Francesc Pedró. “La entronización de la enseñanza onlineen pie de igualdad con la presencial tiene visos de convertirse en un rasgo definitivo del panorama de la enseñanza superior en EE UU. Numerosas investigaciones, algunas auspiciadas por el Gobierno federal, han acreditado la práctica igualdad de resultados en términos académicos”, asegura Pedró.Albert Sangrà desconfía de las cautelas que lleva consigo la futura ley de California. “Estas son las condiciones iniciales —para que nadie se pueda oponer—, pero estoy seguro de que se irán relajando”, para dar paso, por ejemplo, a muchos MOOC. Ahora, en España, como en la mayoría de países, las universidades ya reconocen los créditos cursados en otros campus si están dentro de títulos oficiales, validados por la Administración, pero el especialista de la UOC insiste en que hay una profunda diferencia con la iniciativa californiana: “El reconocimiento se hace porque hay unos mínimos comunes [de profesorado, de instalaciones, controles y horas de clase. etcétera…] y se confía, pero esto [el proyecto de California] abre la puerta a cualquier cosa”, se queja.
Los MOOC (Massive Open OnLine Courses, en inglés, cursos masivos abiertos en linea) han revitalizado el ecosistema de la enseñanza online en los últimos años con iniciativas como Coursera —que ofrece más de 200 clases de 33 universidades—; EdX, creado por el MIT y Harvard; VentureLab o Udacity. Se trata de colgar materiales en Internet —clases grabadas, bibliografía, podcast, etcétera— de tal manera que quien quiera, con una conexión a la Red, pueda seguir los cursos desde cualquier parte del mundo e interactuar y aprender con el resto de alumnos de su MOOC. Algunos de ellos requieren registrarse, la inmensa mayoría son gratuitos a no ser que se quiera tener un certificado de asistencia (que no un título o diploma), para lo que hay que pagar algo. En cuanto a la evaluación, si la hay, la puede hacer un docente, pero también en muchos casos las hacen otros alumnos calificando ensayos y otros trabajos.
El problema, según advierte Sangrà, es que dentro del mismo saco se están metiendo cosas muy distintas, con y sin calidad, a veces, consistentes simplemente en colgar vídeos de las clases de un profesor. “La educación online de calidad requiere unos estándares, un seguimiento y un apoyo del profesor, y eso cuesta dinero, que tendría que pagar alguien, sea el erario público, una fundación o el ámbito privado, solo que estos últimos no lo harán por amor al arte”.
“En los MOOC actuales, hay calidades y ofertas diversas; unas son mejores que los mismos cursos en su forma presencial, y otras al contrario. Y el propio concepto de MOOC está en permanente evolución y se le van añadiendo constantemente nuevas posibilidades”, señala Daniel Torres, del CSEV. Y añade sobre la polémica en torno a estos cursos: “Por un lado, es por la propia resistencia al cambio de las organizaciones que los adoptan. Por otra, debido a la incertidumbre que supone un modelo de formación tan radicalmente distinto de los tradicionales, y por la prudencia lógica de los profesionales de la formación, que ven cómo los MOOC se implantan más deprisa que lo que se puede categorizar sus beneficios o perjuicios para los participantes”.
La profesora de la Universidad de Málaga y de la Universidad Internacional Abierta de Andalucía María Sánchez González admite que puede haber peligros, pero insiste en que hay MOOC que no “tienen nada que envidiar” a otros cursos online de más prestigio e, incluso, presenciales. Se refiere a un curso de Periodismo ofrecido por la Universidad de Texas en el que participó. El certificado de asistencia costaba 20 dólares (unos 15,5 euros).
“La llegada de los MOOC ha conferido una pátina de prestigio a la enseñanza online gracias al aprovechamiento de la banda ancha por parte de grandes universidades de investigación. Pero un análisis más detenido sugiere que en el trasfondo de esta decisión hay razones económicas y, al mismo tiempo, una apertura hacia las soluciones comerciales de tipo remedial. Quizás el modelo de negocio de los MOOC pase precisamente por aquí, puesto que sin monetarización y sin acreditación estas iniciativas no podrán subsistir a largo plazo”, sugiere el especialista de la UNESCO Francesc Pedró. En EE UU, añade, el punto más controvertido es la acreditación de estos cursos, pues hasta ahora se acreditaban instituciones o programas. “Pero lo que queda claro es que todavía ningún otro sistema de enseñanza superior puede competir en términos de innovación educativa con el de este país. Cuál será la fortuna de estas iniciativas es algo que se verá allí en muy poco tiempo”.
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