Malas noticias
En México sobrevivir en la escuela hasta llegar a la licenciatura, pese a la honda desigualdad en la distribución del ingreso y la mala calidad de los estudios previos, derivada de un sistema educativo que hace agua por múltiples factores, es toda una hazaña. Basta un dato, demoledor: a los 15 años, al terminar secundaria, sólo dos de cada diez alumnos saben leer y escribir como se esperaría y requiere para seguir adelante. Terminar los estudios superiores implica algo mucho más difícil: formar parte del grupo más selecto por su escolaridad en el país, pues son tal vez el 10% de los que arrancaron los estudios básicos en su momento. Si no los “mejores” dado que perdemos toneladas de talento antes, al menos son los más tenaces o mejor avituallados para superar obstáculos sociales y también académicos.
De ellos la mitad, cuando están ya consiguiendo toga y birrete para la graduación, si presentan el Examen de Egreso de la Licenciatura (EGEL) no lo aprueban. El instrumento procura saber si tienen los conocimientos fundamentales de la carrera que se cursó. Muy pocos de los que no reprueban, como informa EL UNIVERSAL, consiguen mostrar un dominio al menos satisfactorio.
No se puede afirmar que este sea el caso de todos los egresados, pues realizar el examen no es obligatorio, y los que lo hacen, por grande que sea su número, tampoco son una muestra representativa del total. Sin embargo, los resultados pueden ser tomados, con prudencia, como una aproximación a la probable magnitud de una paradoja: al terminar los estudios no se ha aprendido lo que es menester dominar.
Hay que hacer un análisis detenido para cuantificar la proporción que significan los 130 mil sustentantes del total de los que culminan su licenciatura, así como la variación de acuerdo al tipo de instituciones (públicas o privadas, por ejemplo) y la correspondiente a los diferentes planes de estudio. En tanto podamos contar con esa información, los datos que aporta el Ceneval conducen a una cuestión ineludible: ¿cómo es posible que decenas de miles hayan aprobado todas las materias en sus instituciones, sin conseguir los conocimientos básicos a juicio de los que saben de cada especialidad? Un sistema educativo que expulsa a millones, y no permite aprender lo necesario a buena parte de los pocos que resisten, es inaceptable. Falla al abandonar a millones, y de nuevo al no dar acceso al conocimiento debido a los que no se han bajado, o los han arrojado, del tren.
Este tipo de dilemas deben ser tomados en cuenta en el horizonte de la Reforma Educativa en curso. Son, bien vistos, los nudos de fondo a desatar. ¿Dónde han estado las autoridades para que esta sinrazón sea factible? ¿Echando cuentas alegres de la gran cantidad de nuevos estudiantes que ingresan, sin garantizar que aprenderán en serio? Hay, como diría el poeta, “un enorme tigre metido en todo esto”. Y en juego, recursos muy importantes para nuestro futuro.
*Profesor del Centro de Estudios Sociológicos de El Colegio de México
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