Editorial de El Mercurio sobre este tama planteando algunas preguntas y observaciones válidas. Ver más abajo. Antes, entradas recientes en este blog sobre el mismo tópico:
— Sigue en boga el tema del “largo de las carreras” y su “acortamiento”, 5 de octubre de 2012
— Más sobre acortar carreras, 3 de octubre 2012
— Ministro Beyer sobre el acortamiento de carreras universitarias, 29 septiembre de 2012
— Acortar carreras: debate reiterado, 28 de septiembre 2012
— ¿Acortar carreras? ¿Cómo y para qué?, 10 de septiembre de 2012
— Aporte al debate sobre el acortamiento de carreras universitarias, 1 de junio 2012
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¿Excesiva duración de las carreras?
El Mercurio, opinión editorial, 7 de octubre de 2012.
Se debate vivamente sobre la duración de las carreras universitarias. El Ministerio de Educación, que tras los recientes cambios en los sistemas de becas y créditos debe asumir gran parte de los costos de los estudios universitarios, desearía limitar su costo y su duración, lo que ha recibido tibia recepción en varias universidades. El ministro pone como ejemplo Europa, donde el primer grado académico se obtiene al tercer año. Las universidades responden que la preparación de nuestros egresados de enseñanza media no es comparable y, además, nuestras carreras profesionales son distintas de los grados académicos europeos.
En esto las universidades tienen razón. En Europa y EE.UU., los grados académicos y la habilitación que permite trabajar como profesional siguen caminos distintos. El grado de bachiller es necesario para poder postular al examen de habilitación, que normalmente no está asociado a las universidades, sino a los gremios profesionales. En Chile basta la graduación de una carrera profesional para estar habilitado como profesional. Por eso, el graduado de una universidad chilena tiene más conocimiento de su especialidad que un bachiller de una universidad europea o estadounidense, y esto requiere más tiempo.
No cabe ignorar, sin embargo, que nuestra educación es profesionalizante, con pocos cursos de formación general que amplíen las perspectivas de los estudiantes. Además, todas las carreras -algunas más que otras- incluyen cursos “de relleno” e innecesarios para el desarrollo profesional, o con elementos que el estudiante podría adquirir por sí solo. Esto se debe a que algunos cargos del Estado establecen que los profesionales provengan de carreras de una duración mínima, o a la necesidad de dejar espacio a los investigadores universitarios para realizar la docencia que requiere la carrera académica.
Casi todas las carreras podrían acortarse un semestre si se eliminaran esos cursos ajenos a su núcleo. Más allá de eso, en muchos casos los cambios modificarían el perfil del graduado, especialmente si fueren obligatorios. Una posibilidad es que el ministerio establezca lo que considere un largo óptimo, en negociación con las universidades, pero que éstas puedan apartarse de ese largo (en cuyo caso asumirían la deuda generada por el estudiante). La carrera sería más larga que lo deseado por el ministerio sólo si la universidad estimare que los ingresos adicionales para el estudiante facilitarían el pago de su deuda con el plantel.
En todo caso, la duración de las carreras no es el único problema en este ámbito, pues en promedio los estudiantes tardan en graduarse dos años más que la duración de las carreras. Esto debe ser revisado, estableciendo incentivos para reducir los retrasos, sin reducir la calidad de los profesionales.
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