Columna aparecida en el diario La Tercera, 17 de septiembre de 2012
Educación del futuro
Hay un sinuoso camino por delante. Conviene no olvidarlo en tiempos de políticas reactivas guiadas por la presión y las reclamaciones.
por Jose Joaquín Brunner, La Tercera – 17/09/2012 – 04:00
BAJO EL actual gobierno, las políticas educacionales se han vuelto reactivas y coyunturales. Esto no las invalida; a veces no hay margen para más. En ocasiones, las demandas y presiones se sobreponen al programa gubernamental, cuyos principios, expectativas y planes deben ajustarse a los cambiantes requerimientos del entorno.
Esta dinámica trae consigo dos efectos. Por un lado, la agenda educacional se desordena y proliferan iniciativas diversas, a veces incluso contradictorias. Por otro, el horizonte de futuro desaparece del escenario.
Sin embargo, la educación, como actividad humana, se halla referida íntegramente hacia el futuro. Es el puente a través del cual transitamos hacia allá. Quienes hoy ingresan a primer año básico, se graduarán como profesionales o técnicos en torno al 2030. Deberán, pues, haber adquirido los conocimientos y las destrezas necesarios para trabajar y continuar aprendiendo hasta el último cuarto del siglo XXI. Es un desafío enorme. Obliga a la educación y sus políticas, aunque sólo sea por un momento, a salir de la inmediatez coyuntural e ir al encuentro del futuro. En esa perspectiva, ¿cuáles son los principales retos que enfrenta?
Demográficos: habrá menos niños en edad escolar, no aumentará ya el número de jóvenes en edad de cursar estudios superiores y existirán muchos más adultos mayores. El efecto será un positivo incremento de los recursos disponibles por alumno, una suerte de universalización de la educación terciaria (con un efecto mayor o menor -no se sabe- de inflación de credenciales) y una ampliación de la demanda por aprendizaje a lo largo de la vida.
Tecnológicos: la educación y el aprendizaje habrán modificado sus bases tecnológicas hasta un punto que hoy no podemos imaginar. La tecnología de la sala de clase, inalterada desde la Edad Media, dará paso a modalidades híbridas de socialización y formación, donde coexistirán la comunicación presencial y a distancia a través de las redes digitales, masiva e individualizada, local y global, formal e informal, etc. El rol del profesor será más, y no menos, importante. Los ambientes de aprendizaje se multiplicarán. El autoaprendizaje será el eje de la meritocracia.
Organizacionales: la provisión educacional se tornará aún más compleja, diferenciada y diversa. Se habrá profundizado el carácter mixto de la provisión. Existirán nuevos tipos de proveedores públicos, privados y mixtos. Se multiplicarán los puntos de acceso y salida y las rutas de interconexión entre aquellos. Las segmentaciones sociales serán menos visibles y las estratificaciones más flexibles. Un mayor pluralismo de las formas y estilos educacionales tenderá a reducir la rigidez jerárquica y la intensidad de los procesos selectivos.
En fin, hay un sinuoso y empinado camino por delante. Conviene no olvidarlo en tiempos de políticas reactivas, puramente coyunturales, guiadas por la presión y las reclamaciones.
Es imprescindible, entonces, mantener el horizonte al frente para así no perder el rumbo ni la esperanza.
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