El país de Boric
Desde hace dos semanas, Gabriel Boric vive uno de sus momentos más duros a la cabeza de la Confech. Luego de desdecirse públicamente de las acusaciones de montaje contra el gobierno, las críticas comenzaron a golpearlo desde todos los sectores. Hoy se sienta a dejar en claro en qué cree y hasta qué punto está dispuesto a llegar para lograrlo.
Por Nicolás Alonso y Juan Pablo Garnham, Qué Pasa, 23/08/2012
-¡Ése es de los más flojos! ¡Comunista de mierda!
El grito proviene de una señora de unos 60 años, y resuena con violencia en plena Alameda, por sobre el ruido de los desmanes en la toma del Instituto Nacional, a pocos metros de ahí. Gabriel Boric se da vuelta y ve a la gente a su alrededor que lo observa. Cosa de todos los días.
-¿Viste?, “comunista”… -dice él, con tono irónico. Ésa es una etiqueta con la que no se siente cómodo, sobre todo considerando que fue él mismo quien, a la cabeza de su movimiento Izquierda Autónoma, una agrupación de estudiantes de izquierda que busca generar un nuevo referente desligado de la izquierda histórica, el año pasado sacó sorpresivamente del poder en la Universidad de Chile a Camila Vallejo y a las Juventudes Comunistas. De hecho, ése es uno de los sectores más críticos a su gestión. Lo acusan de ser errático y de no poder aclarar al país cuáles son exactamente sus ideas. Porque comunista no es.
A las seis de la tarde Boric apura el paso para encontrarse con los comunistas y el resto de los dirigentes. Estará por más de seis horas discutiendo en el pleno de la FECh. Todo terminará pasada la medianoche, cuando se apruebe con un 74% la nueva toma de la Casa Central, una señal de apoyo al movimiento luego de dos semanas críticas.
El detonante fue el 8 de agosto. Ese día, luego de una fallida marcha que culminó en uno de los episodios más violentos del movimiento estudiantil, el presidente de la Fech acusó al gobierno de un montaje orquestado en la quema de los tres buses del Transantiago ocurrida esa tarde. Una semana más tarde, luego de que se dieran a conocer los videos del incidente -y de que su par de la FEUC, Noam Titelman, se desligara públicamente de su acusación- Boric tomó la decisión de pedir disculpas públicas. En medio de la confusión en torno a su figura y su pensamiento, Gabriel Boric aceptó sentarse a aclarar sus posturas.
-Hablar del montaje fue desafortunado -reconoce hoy-. Yo no creo que Carabineros haya apedreado la micro, pero sí que hay elementos para investigar, como que se quemen tres micros seguidas con dos mil policías distribuidos sin que lo puedan evitar. Creo que es un valor reconocer cuando uno se equivoca, y eso en política se ve muy poco.
-Muchos te critican un exceso de frontalidad.
-La política chilena está revestida por un manto de hipocresía, de que nadie se diga las diferencias. Todo se esconde bajo la alfombra y terminamos disfrazando las diferencias como consensos que no lo son y eso va larvando una impotencia muy grande entre quienes no se sienten identificados. Yo prefiero decir las cosas de frente pero con respeto.
-¿Por eso has ido a interpelar a Harald Beyer a varias de sus actividades públicas?
-La idea no es incomodarlo, sino poner frente a frente los argumentos. Que públicamente se representen las contradicciones que él encarna. Porque creo que Beyer no está de acuerdo con muchas de las cosas que tiene que decir. Me parece mucho más interesante la actitud de Carlos Larraín o de Pablo Longueira que la de los políticamente correctos que nunca dicen nada. Beyer está encerrado en eso.
-¿Qué tiene que pasar para que vuelvan a dialogar?
-Un gesto importante sería que respondieran los cinco puntos que les entregamos en nuestra propuesta. El diálogo tiene que tener un producto, no es un fin en sí mismo. En algún momento tendremos que sentarnos a conversar con el ministro, y no creo que nos tengan que dar la razón en todo, también podemos estar equivocados. No tenemos verdades reveladas ni estamos en la lógica del todo o nada. No pretendemos que nos firmen un acta de rendición, pero sí que manifiesten voluntad de avanzar.
Marcado por la derrota
Boric lo reconoce: su pensamiento político todavía está en formación. Y buscando modelos, en algún momento puso el ojo en Bolivia, Ecuador y Venezuela. Leyó todo lo que pudo al respecto y luego partió a Caracas con dos amigos más para juzgarlo por sí mismo. Ahí conversó con cada persona que se le pasó por delante. “Un taxista nos dijo: este gobierno puede ser una mierda, pero es mi gobierno. Había un sentido de pertenencia de la gente que había estado excluida del sistema”, explica. Sin embargo, no se convenció de que ese fuera el camino: “El chavismo es el problema, la adoración de una figura, pero el cambio del Estado es interesante”.
Una de las características que a Boric le reconocen amigos y enemigos es su vocación intelectual y su apertura a enfrentar distintas ideas. No es lo que piensan, sin embargo, en el Ministerio de Educación, donde afirman que este año la FECh tiene una posición más “dura” e intransigente, a lo que suman las interpelaciones directas que ha hecho el dirigente a Beyer. “Esto de llamarme soberbio, tecnócrata, tiene que ver más con individualizar las cosas en mí que en querer un diálogo”, se defiende el ministro.
-Dijiste que a Beyer le ibas a dar el espacio a la duda…
-Siempre en el movimiento estudiantil hay pulsiones por rechazarlo todo. Cuando designan a Beyer, dije que sería irresponsable dar un portazo sin conocer su agenda. Y Beyer llegó con una agenda sumamente ofensiva, que copó la discusión en todos los ámbitos y no le preguntó a nadie. Él dice “estoy dispuesto a discutir márgenes de mi propuesta en el Congreso”. Pero no a cambiar su esencia.
-Hablaste de los “minoritarios que se tomaron La Moneda”, a pesar de que fueron elegidos con el 51%. ¿Crees en la legitimidad de la democracia chilena?
-Hay una legitimidad formal y una objetiva. El gobierno cumple, no cabe ninguna duda, con todos los requisitos de la legitimidad formal. Pero yo creo que la democracia en Chile tiene un pecado de origen, su Carta Fundamental. Para mí la Constitución no es legítima, ni con la firma de Lagos. Yo entiendo a los que desconocen que este no sea el gobierno del pueblo. Y sí creo que es un vicio que va a terminar resquebrajando el sistema. Como no se puede mejorar por dentro, va a hacer implosión.
-Hay gente que ha dicho que estás a la izquierda del Partido Comunista. ¿Dónde te ubicas a ti y a tu movimiento, la Izquierda Autónoma?
-A comienzos de año se instaló esa idea de que perdió el ícono del movimiento estudiantil y ganó la ultra en la FECh. Pero estar más a la izquierda que el PC en Chile es andar con un rifle en la mochila. Después atacamos para todos lados: Gajardo, Andrade, Bachelet, Chadwick. Entonces se construye esta imagen de duro, pero yo creo que cada uno cumple un rol distinto. No me siento como un “ultrón”, yo creo que ésa es la imagen que trata de instalar el gobierno.
-¿Pero están a la izquierda o a la derecha del PC?
-O sea, nosotros nos llamamos Izquierda Autónoma por algo, reivindicamos el ser de izquierda. Pero no tenemos ningún empacho en decir que la izquierda del siglo XX fracasó. Muchos de los que se imaginaron un mundo distinto terminaron construyendo totalitarismos. En el otro extremo, tampoco nos compramos esta renovación actual del socialismo como una entrega al modelo económico neoliberal.
-¿Qué es lo que te separa del Partido Socialista?
-Ellos estéticamente tienen a Allende detrás y cantan la Internacional con el puño en alto, pero terminan siendo funcionales a la derecha. O sea, no tiene nada de revolucionario. Y no me refiero a andar con un fusil en la mochila, sino a resolver los conflictos de las personas.
-¿Y del Partido Comunista?
-El PC está anclado en las viejas disputas, y hoy decidió pactar y darle un nuevo aire a una Concertación que no vale la pena. Nada nuevo puede salir de ahí.
-Tú llamaste hace dos años a votar por Frei en segunda vuelta. ¿Lo harías con Bachelet?
-Por ningún motivo. He evolucionado mi pensamiento. Hoy pienso que la idea de “todos contra la derecha” es estéril y un tapón para las nuevas fuerzas políticas. No vamos a aceptar el chantaje moral al que se vio sometido el Partido Comunista. Hoy Bachelet representa eso: un obstáculo para la construcción de una alternativa popular.
“Esto no es una fiesta”
Gabriel Boric reconoce que el movimiento estudiantil cambió. Si en 2011 la fuerza se manifestaba a través de congregaciones multitudinarias y de actos culturales, este año, desgaste mediante, la pelea está en articular demandas concretas y sumar a otros actores sociales. También se ha ampliado la noción de movimiento estudiantil a movimiento social. El fin ya no es impactar sólo en la educación pública, sino en el sistema chileno a nivel global.
Por el contrario, los lazos con el mundo político son hoy mucho menos fluidos, algo que genera críticas desde las Juventudes Comunistas. “Ellos tienen un discurso de no hacer vínculos dentro de la institucionalidad”, dice una fuente de las JJ.CC. que no quiso ser identificado. “Por eso hoy estamos ausentes en las discusiones parlamentarias”.
-¿Tienen menos apoyo que en 2011?
-Nosotros desde un principio no lo tomamos como una carrera para igualarlo. Mucha gente pretende juzgar el éxito del movimiento en que haya mucha gente en las calles, colores y buena onda. Pero, ¿eso se traduce en incidencia real? El éxito o el fracaso de esta gestión no va en función de si tengo los mismos followers que la Camila en Twitter. Sino en dar al movimiento una proyección de largo plazo. Lo que estamos cuestionando son las estructuras mismas del modelo político económico, el carácter del Estado. Cuestiones esenciales que son una produndización del movimiento, con menos glamour, pero de más largo plazo.
-¿Esa es la gran diferencia con el año pasado?
-La gente no se acuerda cómo terminó el año pasado. Fue como una gran fiesta, un carnaval todo el rato, y al final hubo que ir a recoger las challas, como en la canción “Fiesta”, de Serrat, y vimos que liceos pasaron siete meses en toma y quedaron hechos mierda, el movimiento peleado, el gobierno fortalecido, ningún cambio. Entonces saquémonos la idea de “la buena onda del movimiento estudiantil”. Esto no es un movimiento hippie.
-¿Y cuál podría ser el fin del movimiento?, ¿en qué punto sentirían que cumplió?
-El movimiento estudiantil no puede tener un punto de término. Los problemas en Chile no se pueden solucionar parchándolos por encima, se requieren cambios que van más allá, estructurales. No puede haber un momento en que nos sentemos a una mesa de diálogo y digamos: OK, terminó. Tenemos que seguir arrebatando puntos que vayan en la dirección que creemos correcta, porque no vamos a lograr la gratuidad así nomás. Eso es algo a largo plazo.
El plan político
Es martes a las 13.30 y el colectivo de Gabriel Boric organiza un debate sobre gratuidad de la educación en Beauchef. En un salón lleno de estudiantes, debate con Mariana Aylwin y Mario Waissbluth. Pero Boric no habla sólo de educación. Gran parte de sus minutos los ocupa en hablar de un “cambio de modelo”. De “la crisis de representatividad” y un sistema que “no da más”. Después dirá que le preocupa que todo esto lleve al populismo. “Hoy día es Parisi y nos da risa, pero mañana puede ser algo peor”, advierte.
El cómo de ese gran cambio, sin embargo, aún está por verse. Así lo afirma Carlos Ruiz, académico de la U. de Chile y una gran influencia en Boric, según reconoce el mismo dirigente. “Esta es una generación que está en un proceso de construcción. Pero se hacen cargo de la derrota, no la rehuyen”, dice. “Salen a romper moldes y enfrentan un zoológico de opiniones distintas, para armar la suya”.
Ruiz es profesor de Sociología y fundador de la Surda, movimiento que antecedió al de Boric, y hoy preside la Fundación Nodo XXI, ONG en la que el actual presidente de la FECh es director. A través de ésta esperan sistematizar sus ideas y hacer investigación al respecto.
-¿Tu idea es caminar hacia generar un partido político?
-Yo voy a seguir vinculado a la política después y no me caso con ningún instrumento, pero si es la creación de un nuevo partido, será eso -explica Boric-. Hoy estoy trabajando en esta fundación, pero tiene fecha de vencimiento. O sea, esto en algún momento tiene que dar un salto. Estamos viendo cómo horadar la muralla.
-Pero al final hay que ganar en las urnas.
-Hay que ganar en todas partes: en la construcción de un movimiento social, en la construcción de un poder popular y también en disputar esos espacios.
-¿Qué sociedad te imaginas tú a largo plazo?
-Yo me imagino algo mucho menos centralizado. Yo no veo al Estado como el gran protector, el gran hermano. Yo no creo que haya una oposición entre Estado y mercado. Creo en mucha más autogestión, autogobierno en las comunas, más participación ciudadana y más presupuesto participativo.
-¿Como qué país te gustaría ser?
-Yo no sueño con países. Yo no sueño con que Chile sea Finlandia. Nuestras características históricas son diferentes. Yo quiero que superemos el capitalismo. Creo que tenemos que avanzar hacia un cambio en la propiedad de los medios de producción, una redistribución social del trabajo. Creo que la propiedad privada debiera reducirse. Creo que el lucro, en general, debiera ser marginal. Estoy en contra de, tanto en términos históricos como actuales, de la acumulación de capital por parte de una pequeña élite privilegiada.
-¿Cómo crees que esto se podría realizar?
-Todos estos son procesos históricos que se demoran en cuajar. Nuestros tiempos no son los tiempos de las elecciones. Y si nosotros nos tomamos en serio esto, tenemos que pensar cómo lo proyectamos a largo plazo. Esto para nosotros no es un hobbie. Yo a esto le estoy dedicando mi vida en este momento.
-Dijiste en El Semanal de La Tercera que esperabas que este fuera el mejor año de tu vida. ¿Ha sido así?
-Para mí esto no es divertido, pero es lo que me hace sentido al final. Uno no mide la felicidad como un éxtasis permanente, sino en cómo se acuesta en la noche. Yo me acuesto tranquilo sabiendo que estamos dando una pelea que tiene sentido. Ahora, ¿si uno lo pasa bien? No. Se pasa más mal que bien.
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