Columna de opinion publicada hoy en el diario La Tercera.
Calidad de la educación superior
El actual sistema de acreditación muestra fatiga y exhibe fallas. Sin la confianza de la sociedad, el control de calidad es un rito vacío.
por Jose Joaquín Brunner, La Tercera – 23/05/2012 – 04:00
HOY ES necesario emprender una reforma a fondo de nuestra manera de asegurar la calidad de la educación superior.
Primero, porque el sistema actual cumplió su objetivo, asentando la idea de que deben existir procedimientos efectivos de evaluación externa de las instituciones y los programas de educación terciaria. Hace 20 años tal idea no era aceptada. Se sostenía que la evaluación debía generarse dentro de las propias instituciones o ser provista por la libre elección de los estudiantes en el mercado. Ambas posiciones han perdido sustento.
Segundo, porque el sistema muestra fatiga y exhibe diversas fallas. Carece de independencia, se ha burocratizado, le falta transparencia y agilidad, no goza de la confianza de los actores y, lo más grave, se ha deteriorado su legitimidad social. Sin la confianza de la sociedad, el control de calidad se transforma en un rito vacío.
Tercero, porque hay múltiples experiencias -en los países de la Ocde- de cómo organizar un sistema de aseguramiento con estándares exigentes. En esa línea apunta, precisamente, la propuesta de un grupo de académicos que estamos comprometidos con la calidad de nuestra educación terciaria.
Proponemos que la acreditación institucional sea obligatoria y comprenda, en un mismo acto, algunos de los programas ofrecidos por las instituciones en un par de áreas disciplinarias. Afirmamos que tal función debe ser realizada por una agencia pública independiente, profesionalizada y cuyas decisiones se tomen de manera transparente. Indicamos que la evaluación externa debe incluir un análisis de insumos, procesos y resultados. Y que, en el caso de estos últimos, se debe atender tanto al aprendizaje de los estudiantes como a la inserción laboral de los graduados. Este último aspecto es crucial. Pone el peso de la prueba en la efectividad de las instituciones con respeto por sus misiones, estrategias y métodos.
Llamamos a especificar los estándares y procedimientos que deberán usarse en el caso de las carreras técnicas, cuya base epistémica, dinámicas de enseñanza y vinculación con el mundo del trabajo difieren de aquellas de los programas académicos y necesitan, por tanto, una atención especial.
Entre otras innovaciones, proponemos que la acreditación sea otorgada ya bien por tres años, como candidatura a una acreditación; cinco años, en ciclo normal, o por 10 años como acreditación calificada, con informe de progreso al quinto año. Las instituciones no merecedoras de la acreditación deberán sujetarse al proceso de licenciamiento administrado por el Consejo Nacional de Educación y, en caso de no ser evaluadas positivamente al término de dicho proceso, perderían su reconocimiento oficial. En fin, sugerimos ejemplos de cómo proporcionar información relevante a los estudiantes, de manera de facilitar su elección de carrera y garantizar su derecho a optar con pleno conocimiento de las alternativas ofrecidas, aspecto clave del control de calidad.
En suma, presentamos un conjunto de ideas que esperamos contribuyan a la deliberación pública sobre cómo fortalecer nuestra educación superior.
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