Copio a continuación el interesante post de Daniel Casanova aparecido hoy en el Blog de Pensemos Chile de Enrique Fernandez Darraz
La deserción y la que la parió
*Por Daniel Casanova Cruz
14 de noviembre de 2011
Hace varios año ya, el profesor Gero Lenhardt, invitado a una universidad chilena, señaló con germano aplomo que “sólo un idiota a esa edad no tiene dudas sobre que hacer con su vida”. Contestaba así una quejumbrosa pregunta sobre el flagelo de la deserción universitaria que le hizo una periodista.
Hoy en día, la deserción viene a ser el motor principal de las políticas universitarias relacionadas con el pregrado, tanto a nivel sistémico como general y se habla de ella como de una epidemia.
Las cifras globales se refieren a dos fuentes que reúnen información sobre la educación superior: el INDICES y el SIES. El primero es una base de datos del Consejo Nacional de Educación (CNED), que recopila información agregada desde cada una de las instituciones, las cuales informan el número de matriculados y desertores de cada cohorte y carrera. Luego el CNED junta todo eso y dictamina cual es la deserción, por ejemplo, de los alumnos que ingresaron el 2007 a la educación superior. Si una universidad X informo 60 matriculados y 40 desertores en una carrera ¿cómo sabe el INDICES si los 40 desertores no están informados como matriculados por alguna de las restantes 60 instituciones? Raro, por decir lo menos.
Un instituto académico tan prestigioso como el Centro de Microdatos de la Universidad de Chile, se basa en las cifras del CNED para señalar que “Las tasas de deserción al término del primer año universitario, de acuerdo al Consejo Superior de Educación es de 19% promedio en las universidades del Consejo de Rectores y 22% promedio en las universidades privadas sin Aporte Fiscal Directo (AFD). En ambos tipos de universidades continuaría aumentando la deserción en los años siguientes pero a menores tasas. Al tercer año las tasas acumuladas de deserción serían aproximadamente de 39% y 42% respectivamente”.
Una auténtica tragedia, que justifica lanzarse a buscar sus causas y a inventar modelos predictivos basados en sofisticados cálculos de riesgo, emulando a las compañías de seguros.
La segunda fuente -el SIES, perteneciente al MINEDUC- es un sistema de información basado en registros de estudiantes reportados por las instituciones y no en datos agregados, lo cual lo convertiría en una fuente más confiable. Este organismo publicó un estudio de los alumnos ingresados a la educación superior el 2007. En la nota metodológica señalan que “Los datos de retención corresponden al % de estudiantes matriculados de la cohorte 2007 (que ingresaron a la institución el año 2007) que siguen en la misma institución como alumnos antiguos (de ingreso 2007) el año 2008” Y agregan sin ningún bemol que “Si un estudiante registrado como alumno de primer año 2007 aparece matriculado el año 2008 como alumno nuevo en la misma institución también se considera “deserción”, independiente de la carrera y/o programa que cursa, toda vez que salió del sistema y volvió a ingresar en otra cohorte”.
¿No estaremos contando como parte de la deserción, la movilidad estudiantil? Y si así fuera, ¿cuál es el problema con la movilidad?
Un estudio referido al caso canadiense encontró que, de un 50% de estudiantes que no habría terminado su carrera, sólo un 10-15 % pueden ser considerados verdaderos desertores. La diferencia se explica por aquellos que ha finalizado otras carreras, en diferentes instituciones y hasta en diferentes niveles de estudios post-secundarios, así como aquellos que han retomado sus estudios después de un tiempo de abandono. Concluye este estudio que la deserción es mucho menor de lo que se había estimado hasta entonces.
Por supuesto que la deserción, en una carrera o en una institución, es un problema para esas entidades, sobre todo si deben sufrir los rigores del autofinanciamiento anarcocapitalista. Pero hay una distancia en señalarlas como el origen de una imaginaria tragedia nacional que todavía nadie cuantifica seriamente. ¿Que hay tras este discurso, si la movilidad estudiantil es claramente esperable en un sistema altamente privatizado y diversificado? ¿No es acaso esperable y hasta positivo la migración de “clientes” entre los “proveedores del mercado”, cómo se llama ahora a las universidades?
Por lo menos el estudio del SIES nos da una pista, al decir que las tasas de deserción son una “exigencia de información venida desde la OCDE y el Banco Mundial.”
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