REPORTAJE: GOLPE A LA EDUCACIÓN
Van a por la educación
El vendaval de los recortes ha irrumpido en la educación, justo cuando los resultados empezaban a mejorar. El sector está en armas y las cuentas van a peor. ¿Hay alternativa? ¿Es inevitable? ¿O simplemente un error histórico? Este es el escenario de la batalla
JUAN ANTONIO AUNIÓN 11/09/2011
http://www.elpais.com/articulo/reportajes/Van/educacion/elpepusocdmg/20110911elpdmgrep_1/Teshttp://www.elpais.com/articulo/reportajes/Van/educacion/elpepusocdmg/20110911elpdmgrep_1/Tes
Golpe a la educaciónCinco profesores en un aula del instituto público de Formación Profesional de San Blas, en Madrid, se afanan en cuadrar los horarios para el curso que está a punto de empezar. Pero las cuentas no les salen; el centro se tendrá que apañar con 61 profesores: 10 menos que el año pasado, lo que implicará clases de 40 alumnos y la pérdida del departamento de orientación escolar. En la especialidad de estos cinco profesores, automoción, les tocan dos docentes y medio menos. Reuniones como esta, de resoplidos y cabezas que se rascan por enésima vez en busca de una solución a sumas que acaban en restas, se están repitiendo en cientos de salas de profesores, pero también en despachos de las Administraciones públicas de toda España en mitad de una crisis económica tan grave que dos irreconciliables enemigos políticos como el PP y el PSOE acaban de sacar adelante, juntos, una reforma constitucional para marcar un límite al endeudamiento público que no ha contado con el apoyo del resto de formaciones políticas.
El riesgo de recesión, de que la situación financiera pueda ir todavía a peor, sobrevuela la crisis española mientras las comunidades siguen buscando dónde meter el siguiente tijeretazo. Ya ha habido millones de euros en recortes en distintas áreas, sobre todo en inversiones, infraestructuras y personal. También ha tocado a la sanidad en algunas comunidades. Y la educación tampoco se ha librado; varias autonomías han probado a abrir el melón y el temor es que pueda ser solo el principio. En un momento, además, en el que aumentan los alumnos y en el que un sistema malherido podría estar mostrando por fin algunos brotes verdes. El abandono escolar, aunque sigue siendo un problema muy grave, se redujo el año pasado al nivel más bajo que han visto las estadísticas.
“Si estás en otra profesión y no puedes hacer bien tu trabajo, pues lo haces como sea y quizá el producto salga peor. Pero nosotros tenemos delante chavales, no tractores”, comenta Rafael Herrera, profesor de Historia en el instituto público Las Américas, de Parla, una ciudad obrera al sur de Madrid, que va a perder 11 docentes. Herrera jura y perjura, como lo han hecho multitud de docentes y sindicatos en los últimos días, que su protesta no es por tener que dar dos horas más de clase ni por cobrar menos (los profesores, como todos los funcionarios, han perdido un 5% de media), sino porque sus alumnos saldrán perjudicados y con ellos, a la larga, el futuro del país. “Ahora el problema es cómo le explicamos esto a la vecina, que está en el paro y me ve quejándome, con mi trabajo fijo”.
Los sindicatos se han rebelado contra la reducción de profesores interinos en Madrid, Cataluña, Castilla-La Mancha, Galicia y Navarra, que calculan en unos 8.200 (aproximadamente el 4,5% de los docentes de la enseñanza pública de esas regiones). El debate se ha desviado por muchos recovecos en los últimos días: las reivindicaciones laborales de los docentes, las acusaciones de falta de compromiso en época de grandes dificultades, la discusión sobre si se trata de gastar mejor por encima de gastar más, sobre la necesidad imperiosade recortar el gasto público en general… Pero, al final, la pregunta clave es bien sencilla: ¿se puede permitir España esforzarse menos en educación?
Juan Manuel Moreno, asesor principal de educación del Banco Mundial, recuerda que, en tiempos de crisis, tradicionalmente los ricos (personas, familias, países) no gastan menos, sino algo más; mientras los pobres reducen el ritmo, lo que al final, cuando llega la recuperación económica, aumenta las diferencias entre unos y otros.
Y España no parte de una buena posición. El informe Pisa de la OCDE, que examina a los alumnos de 15 años en 66 países, dibuja un sistema instalado en la mediocridad. La inversión tampoco ha acompañado; siempre ha estado por debajo de la media europea y de esos otros países con los que pretende compararse. Además, cada paso atrás supone un lastre durante mucho tiempo. España ha tardado 16 años en recuperar el esfuerzo público que destinaba en 1993 a educación -entendido como porcentaje del PIB destinado a ello-. Alcanzó un esfuerzo parecido en 2009, de hecho, un poquito más alto: 5,03%. Pero ha sido breve; al año siguiente volvió a bajar y lo hará de nuevo en este, hasta quedarse en el 4,79%, según las previsiones del Ministerio de Educación.
Otra vez se repite la historia, pero con agravantes. El primero, que ahora la crisis es mucho peor. El descenso del producto interior bruto de España en 2009, de 3,7%, fue el mayor que se ha registrado desde 1971. De hecho, el gasto público total en educación, el dinero contante y sonante que todas las Administraciones ponen cada año en el área, se ha reducido; algo que no había ocurrido, a pesar de los vaivenes del PIB, por lo menos en los últimos 30 años. Es decir, menos dinero (un 1,5% menos en dos años) para más alumnos, 320.000 más que hace dos años, hasta llegar a los 7,9 millones de alumnos que suman las enseñanzas no universitarias.
Las cosas se tuercen justo cuando el sistema escolar parecía haber “alcanzado una velocidad de crucero” en el tortuoso camino de mejora, según Juan Manuel Moreno, experto educativo del Banco Mundial. La imagen podría ser la de un ciclista, un poco fondón, que afronta una escarpada subida sin la mejor bicicleta del mercado, pero que a pesar de todo había logrado, por fin, tomar algo de impulso en su camino hacia la meta. Y justo en ese momento le obligan a frenar.
Los jóvenes que dejan los libros después de la educación obligatoria, la mayoría de ellos sin el título más básico, son menos que nunca. Así, el agujero que ha machacado la imagen de la educación española durante años, ese que según la OCDE lastra la economía española y es uno de las principales causantes de un ingente paro juvenil (46%), se ha hecho un poco menos profundo.
Los chicos que abandonan la educación antes de conseguir un título de bachillerato o FP son todavía muchísimos: el 28,4%, casi el doble de la media de la UE, y están a años luz de los alumnos que hacen lo mismo en Francia (12,8%) o Alemania (11,9%). Además, esa mejoría puede estar muy relacionada con el hecho de que no haya trabajo para muchos jóvenes y menos para los que carecen de toda preparación. Sin embargo, hay quien ve en ese cambio -por ejemplo, el sociólogo de la Complutense Mariano Fernández Enguita- “algunas luces al final del túnel”.
Después de una década, la escuela ha digerido por fin los grandes retos a los que se enfrentó con la llegada del siglo XXI: la prolongación de la educación obligatoria hasta los 16 años y la incorporación masiva de inmigrantes a las aulas. Además, desde 2001 más de nueve de cada diez niños están escolarizados desde los tres años (hoy es la práctica totalidad), y numerosos estudios señalan la escolarización temprana como una de las medidas más eficaces para mejorar los resultados escolares.
“No es lo mismo preparar a los que van al campeonato de Europa de maratón que entrenar a todo el mundo para el maratón popular”. Jesús Herreros, docente de Matemáticas en Valencia desde hace 26 años, cuenta que no ha sido fácil adaptarse, pero que a base de hacer grupos más pequeños para estar más encima de los alumnos (algo que hace 10 años hacía mucho menos), de imaginación y uso de nuevas tecnologías lo están consiguiendo: “Yo he tenido que formarme mucho, que innovar”.
Julio Carabaña, catedrático de Sociología de la Universidad Complutense, está de acuerdo en que todo eso tiene que haber tenido un impacto positivo, aunque no se refleje en informes como el de Pisa (el último se hizo en 2009). Sin embargo, no está de acuerdo en que los recortes vayan a suponer mermas en la calidad de la educación ni a medio plazo ni en el futuro, debido al grado que han alcanzado los sistemas europeos, incluido el español, lo que hace muy difícil los cambios significativos y rápidos hacia delante o hacia atrás. No obstante, otros especialistas, como el catedrático de Pedagogía de la Universidad de Barcelona Francisco Imbernón, insisten en que los recortes en la escuela son “un suicidio colectivo”, “pan para hoy, hambre para mañana”, que puede tener efectos devastadores. Es decir, un terrible error. “La paradoja es que, sabiendo que buena parte de los mayores efectos que la crisis económica ha tenido en España se deben al peculiar modelo de crecimiento económico, la inversión en educación es condición sine qua non para el cambio del modelo. Es posible que los recortes permitan ahorrar gasto público en el corto plazo, pero es una auténtica descapitalización a medio y largo plazo”, insiste Francesc Pedró, analista de la Unesco.
Parece claro, además, que el actual es un momento clave, pues hay más alumnos que estudian durante más tiempo. Así que ahora los objetivos serían que aprendan más y se titulen, por ese orden. Sobre todo en FP, verdadero agujero del sistema en comparación con el resto de países avanzados. Según la OCDE, el porcentaje de jóvenes españoles que se gradúan en bachillerato cada año está por encima de la media de la UE (45% frente a 43%), y el de población de 25 a 34 años con un título superior, también (39% frente a 34%). Sin embargo, en la FP de grado medio (a la que se accede después de la ESO) se encuentra 14 puntos por debajo, en el 38%.
“Resulta que tenemos más alumnos que nunca y ahora no tenemos suficientes profesores”, se queja el director del instituto de FP San Blas de Madrid, José Luis Díez, el centro donde dejamos a los docentes de automoción intentando cuadrar horarios porque les han reducido en 10 los efectivos, aunque está intentando desesperadamente conseguir, al menos, cinco más. Díez aún no sabe cuántos, pues las listas no están cerradas, pero sabe que muchos alumnos se quedarán sin la plaza de FP que han solicitado; unos 40.000 chavales se quedaron sin ella el año pasado en toda España. “Uy, en enfermería es muy difícil; hay unas chicas que llevan intentándolo cuatro años y nada”, le cuenta una secretaria a una señora en la entrada del instituto, frente a las listas de admitidos. Junto a ellas, un grupo de profesores coloca una gran pancarta en la pared: “El IES San Blas con la educación pública”.
Los docentes en general asumen que también ellos tienen que apretarse el cinturón, pero no se resignan a aceptar cualquier recorte. Recuerdan que apenas nadie se quejó cuando les bajaron el sueldo el año pasado ni por la paulatina reducción de los presupuestos, por ejemplo, para gastos corrientes que, en el caso del instituto de San Blas, solo da para pagar la calefacción, aseguran los docentes. Y, sin embargo, es ahora cuando se levantan en armas porque creen que la pérdida de profesorado va a afectar a la calidad de la educación pública, la que asume a la inmensa mayoría del alumnado más difícil.
Directores y sindicatos dicen que hacía mucho tiempo que no veían a los docentes tan movilizados. Miles de profesores, padres y alumnos se manifestaron el pasado miércoles en el centro de Madrid para protestar contra los recortes y otros tantos hicieron lo mismo el viernes en Santiago de Compostela; en las dos comunidades se han convocado huelgas docentes. La espita que ha hecho saltar las protestas ha sido el recorte de interinos anunciado en Madrid, Galicia, Navarra y Castilla-La Mancha, además de la reducción de profesores que ya se está produciendo en Cataluña y de otros chispazos en Valencia y Murcia. La idea es asignar más horas de clase a los docentes funcionarios para poder prescindir de interinos sin plaza fija. El profesorado de la enseñanza pública lo formaban el curso pasado casi medio millón de personas. De ellos, bastante más de uno de cada diez (unos 60.000, según cálculos sindicales) son interinos. La pérdida de profesores se traducirá en menos clases de apoyo, desdobles, refuerzos…
La disminución de profesores es el efecto de los recortes presupuestarios, cuyo monto en educación es de unos 2.000 millones de euros, según los sindicatos, mientras el ministerio de Educación los fija en 489 millones. Ahora se teme que la tijera se extienda a otras comunidades. Todo ello ha llevado a los sindicatos a convocar movilizaciones “como una llamada de atención”. No habrá huelga conjunta de ámbito estatal, pero sí concentraciones y asambleas en los claustros de profesores. El miedo a que los Gobiernos conservadores dejen desprotegida la enseñanza pública (sin fondos), dándole aire a la privada, también está presente en un discurso muy marcado por la cercanía de las elecciones generales del próximo 20 de noviembre. Mientras desde el PSOE piden a las comunidades que dejen la educación fuera de los recortes, desde el PP niegan que los haya, valorando como “optimización de recursos” lo que han hecho las comunidades de Madrid, Galicia y Castilla-La Mancha, gobernadas por los populares.
En cualquier caso, al sociólogo Julio Carabaña, que formó parte del equipo del Ministerio de Educación en los años ochenta, no le parece ético que los docentes estén ligando sus reivindicaciones laborales a los resultados de los alumnos. Tampoco cree que la educación deba quedar al margen de la tijera -“si somos más pobres, somos más pobres”, dice-. Eso sí, matiza que deben adecuarse a la situación y pone un ejemplo: “Si estoy en una empresa de 20 personas, mejor que echar a tres, nos bajamos el sueldo los 20”. Pero lo cierto es que en las escuelas de algunas autonomías están haciendo ambas cosas. Sobre todo, Carabaña llama a la calma a Administraciones y sindicatos, pues tendrán que hacer un delicado equilibrio para poder cuadrarlo todo de proporcionalmente, opina.
¿Se está haciendo? Muchos profesores se quejan de que no. No es lo mismo quitar 11 profesores en un instituto del barrio de Salamanca, una zona rica del centro de Madrid, que en un barrio de rentas medias y bajas de Parla, como es el del instituto de Las Américas. Tampoco es lo mismo cuatro docentes menos en un colegio de un área pudiente de Ferrol, que en el colegio de San Xoán de Filgueira, donde la tercera parte del alumnado es de etnia gitana, el 10% inmigrante y el 48% de todos los escolares de 3 a 12 años tienen necesidades educativas específicas que requieren una atención muy personal.
En este colegio público terminaron el curso pasado con 25 profesores y arrancan el lunes con 21 maestros en nómina (17 fijos, 3 provisionales y uno de Religión). Cuatro docentes menos que tratarán de compensar con más esfuerzo la escasez de personal para atender clases, apoyos y tutorías, asegura la directora, Marián López. En junio, la Xunta de Galicia les había planteado un recorte mucho más drástico: siete profesores. El tijeretazo sublevó a la comunidad escolar, que veía peligrar un proyecto educativo cocinado a fuego lento durante años que ha cosechado varios premios por sus buenas prácticas en convivencia. Durante dos semanas, profesores, padres y alumnos se encerraron por turnos en el centro para llamar la atención. “Somos un centro compensador de desigualdades y con una realidad educativa muy diferente”, resume la directora.
Mucho se ha discutido en los últimos años sobre la eficacia del gasto educativo para mejorar la calidad educativa. La OCDE ha sacado como conclusión del informe Pisa que, llegados a un nivel de gasto, simplemente aumentarlo no significa nada. Sin embargo, nada dice del camino contrario, es decir, si se recortan los recursos. Y, en cualquier caso, la moraleja que la mayoría de especialistas ha sacado es que hace falta gastar mejor. Iniciativas concretas “en la extensión en la escolarización infantil, o en tutores y grupos de refuerzo en primaria y secundaria, ofrecen buenos resultados académicos, así como tasas apreciables de rendimiento económico de la inversión (entre el 6% y el 9%, en general)”, escribía en 2009 en Papeles de Economía la exministra de educación socialista, recientemente fallecida, María Jesús San Segundo. Justo las medidas que se van a resentir, según los profesores que se han puesto en pie de guerra, con el recorte de profesores interinos.
La presidenta de Madrid, Esperanza Aguirre, tuvo que pedir perdón hace unos días a los docentes por insinuar que solo trabajan 20 horas a la semana y aun así se quejan. Esas 20 horas son, en realidad, las horas de clase que deberán dar a los alumnos; dos más que el año pasado. El resto del tiempo, hasta las 37,5 horas semanales que trabajan, las dedican a preparar las clases, a apoyos, a atender a alumnos y padres… En el instituto de FP de San Blas, muchos ya daban esas 20 clases. Tomás, Juan, José, Enrique y Dámaso, los que llevan la rama de automoción en el centro, están terminando de cerrar el horario: todos darán 21. No se levantan contra las horas, insisten, sino por ese departamento de orientación que han perdido para atender a clases que llegan a tener un 60% de inmigrantes. Se levantan, dicen, para defender la educación pública.
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Con información de Lorena Bustabad
No diga gasto, diga inversión
“La sociedad debe comprender que la educación no es un gasto, es una inversión”, insiste Francisco Imbernón, catedrático de Didáctica de la Universidad de Barcelona. Repetida hasta la saciedad, esta idea se basa, entre otras cosas, en multitud de estudios que han intentado medir la rentabilidad de cada euro gastado -por ejemplo, por el Estado- en la enseñanza. Y los resultados son, básicamente, que sale a cuenta gastar (o invertir): de cada euro se sacan dos, según un informe de 2009 de la OCDE. Los especialistas intentan medir tanto la rentabilidad individual como la colectiva, la social. La primera es más clara (un 7,5% más de sueldo en el futuro por cada año más de educación); sin embargo, la social es mucho más complicada, pues se trata de tener en cuenta no solo lo que alguien con más estudios paga de impuestos (cobra más, evita mejor el paro), sino si gasta menos en sanidad e, incluso, si delinque menos, lo que también redunda en un ahorro. Son más controvertidos, pues, los resultados concretos (como los que da la OCDE), pero, en cualquier caso, señalan que también es muy rentable en ese sentido.
Pero asimismo indican que los beneficios colectivos son mayores cuanto más jóvenes son los alumnos (hasta los 12 años, en las etapas infantil y primaria) y van descendiendo hasta llegar a la Universidad, donde la rentabilidad personal resulta mucho mayor. Así lo señala José García-Montalvo, catedrático de Economía de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona. Tanto él como otros especialistas -el director del informe Pisa de la OCDE, Andreas Schleicher, por ejemplo- dicen que, siendo así, si hay que recortar en alguna parte la inversión pública, mejor hacerlo en los campus. La mayoría de los recortes que se han hecho en los sectores educativos de Reino Unido e Italia lo han sido en la Universidad, en forma de matrículas más caras para los estudiantes.
Sin embargo, además del coste social y político inmediato que supone subir el precio de la universidad pública en tiempos de crisis (como han podido comprobar en Reino Unido e Italia), muchos insisten en que, aunque quizá sean más bajos, los campus también producen unos rendimientos sociales positivos. “A través de los impuestos recaudados, los titulados de las universidades devuelven a las arcas públicas 1,35 euros por cada euro que el sector público gastó”, se lee en un informe de 2009 del Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas, sobre los centros universitarios de esa comunidad.
Y todo ello sin tener en cuenta elementos de calidad del gasto educativo, es decir, sin valorar si el dinero se está gastando de la mejor manera posible. El ministro de Educación, Ángel Gabilondo, reclamaba la semana pasada un esfuerzo en inversión educativa, a pesar de estar inmersos en el actual contexto de crisis económica. No obstante añadía que las escuelas y las universidades deben rendir cuentas del dinero que reciben para encontrar la manera de hacerlo cada vez mejor. Andreas Schleicher asegura que Polonia ha conseguido en la última década elevar los resultados en lectura de sus alumnos de 15 años tanto como si hubieran hecho todo un curso suplementario; y que si España consiguiera una mejora similar, podría suponer a largo plazo unos 30.000 millones de euros adicionales para su riqueza.
Este tipo de cifras hay que tomarlas con suma precaución, pues, por mucho cuidado que se ponga en elegir con rigor los elementos de cálculo, suponen un mero indicador. Sin embargo, lo que parece claro es que todo apunta a que la educación no es gasto, sino una buena inversión. Cuyos resultados, eso sí, solo se pueden comprobar entre 15 y 20 años después de hechos los esfuerzos. O los recortes presupuestarios. –
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