Columna de opinión sobre la coyuntura de la educación superior publicada en la página de Educación del diario El Mercurio, domingo 3 de julio de 2011.
(Foto: Prensa Latina)
Expectativas defraudadas
El Gobierno perdió la iniciativa y desperdició la ocasión de emprender un segundo ciclo de la reforma iniciada en 1990.
José Joaquín Brunner, El Mercurio, 3 de julio de 2011
El Gobierno, mediante reiterados anuncios, infló las expectativas de los universitarios -un sector siempre dispuesto a gastar todos los recursos que es capaz de generar, según sostiene la famosa hipótesis de Bowen- y terminará pagando la cuenta sin conseguir mucho a cambio.
El “año de la educación superior”, según lo había bautizado la autoridad, se verá reducido a una rueda de arduas transacciones. En el camino se habrá perdido la oportunidad de poner en marcha una nueva fase de la reforma que necesita nuestro sistema de enseñanza terciaria.
El análisis de estos días indica que un segmento de la academia -profesores, estudiantes y sus instituciones reunidos en el Consejo de Rectores (CRUCH)- conseguirá algunos recursos adicionales. Aunque limitada, es una conquista legítima, pues hay suficientes razones que justifican una mayor inversión en las universidades más complejas de investigación y en varias universidades regionales. Dispondrán de recursos suplementarios para infraestructura, equipamiento, investigación y algunos programas de mejoramiento. Sus estudiantes mantendrán un trato preferencial en términos de créditos y becas.
La otra parte del sistema recibirá apenas un premio de consuelo consistente en una reducción marginal del costo del crédito para sus estudiantes, un mayor número de becas y una pequeña cuota de los fondos disponibles para modernizar los estudios de pedagogía.
Además, el Gobierno tendrá que comprometerse a una acotada desburocratización de la supervisión ejercida por la Contraloría sobre las universidades estatales y a permitirles el endeudamiento bancario de mediano plazo; a transparentar y regular la distribución de beneficios entre propietarios y controladores de universidades privadas (con fines de lucro) y a crear un órgano administrativo en el Mineduc encargado de los asuntos propios de la educación terciaria.
Nada, por tanto, de alcance mayor en todo esto, ninguna innovación de política pública, ningún cambio relevante; tampoco nada que pueda dañar ostensiblemente al sistema. En esta inocuidad reside justamente el problema de fondo.
El Gobierno perdió la iniciativa y desperdició la ocasión de emprender un segundo ciclo de la reforma comenzada en 1990. ¿Por qué? Porque carece de una visión de desarrollo para el sector y de una política para implementarla. Cuando la calle lo obligó a mostrar su juego -objetivos, prioridades y carta de navegación-, resultó que el emperador se hallaba desnudo. ¿Consecuencia? Quienes ponían la música sacaron al dinero a bailar.
En tanto, el Estado continúa sin una estrategia de largo plazo que garantice la sustentabilidad del sistema. Éste seguirá adelante guiado por intereses de corto plazo, sin conducción. Su estructura de gobierno no se verá alterada; sólo cambiará de fisonomía administrativa dentro del Mineduc. Al otro lado, seguiremos sin un interlocutor institucional que exprese la pluralidad de nuestra educación terciaria. El gasto fiscal asignado al sector mantendrá sus principales fallas: escaso y carente de una proyección de crecimiento estable, continuará siendo asignado según la categoría jurídico-formal de las instituciones y no en función de metas nacionales y resultados de desempeño. Los estudiantes permanecerán agrupados en dos castas para efecto del crédito. El financiamiento universitario será mañana tan vulnerable como ayer a las presiones político-corporativas y a variadas formas de lobby.
En suma, en medio del ruido de las protestas y de un desordenado abanico de demandas, va desvaneciéndose la oportunidad de fortalecer y modernizar el carácter mixto de la provisión que caracteriza a nuestro sistema y de reforzar y tornar más incidentes las funciones y responsabilidades del Estado en el sector. Al final del día, las altas expectativas habrán sido defraudadas. Y el Gobierno permanecerá al debe.
“El financiamiento universitario será mañana tan vulnerable como ayer a las presiones político-corporativas y a variadas formas de lobby”.
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