Con la autorización del autor, Polan Lacki, publuco su artículo:
La escuela rural debe formar “solucionadores” de problemas
Polan Lacki
“Hemos estado acostumbrados a pensar en el capital como el factor escaso en la producción y en su transferencia como el instrumento clave para el crecimiento. El conocimiento es ahora tan, si no más, importante factor de desarrollo, y esta situación tiende a intensificarse. En el próximo siglo la acumulación y aplicación del conocimiento conducirán los procesos de desarrollo y crearán oportunidades, sin precedentes para el crecimiento y la reducción de la pobreza. Sin embargo, existen riesgos significativos para incrementar la desigualdad entre y dentro de las naciones.” James D Wolfensohn, Presidente del Banco Mundial, 17 de marzo 1997.
Hasta el presidente del Banco Mundial, institución cuya principal función es exactamente otorgar créditos para el desarrollo, reconoce que el conocimiento es más importante que el capital. Mientras tanto, en el mundo rural latinoamericano estamos perdiendo tiempo y oportunidades, al seguir:
a) sobrestimando la importancia del crédito y coincidentemente de todos los otros factores externos que los agricultores no pueden manejar, tales como las políticas, las leyes, la falta de subsidios y protección interna, el exceso de subsidios y barreras externas, el valor del dólar, el precio del peaje, etc.;
b) subestimando la importancia estratégica de proporcionar a los productores rurales el insumo que más necesitan; es decir, el conocimiento porque este sí les permitiría hacer una agricultura mucho más eficiente; y gracias a esta solución realista, volverse mucho menos dependientes y vulnerables a aquellos factores externos que, por deseables que sean, desgraciadamente están fuera de su alcance y manejo.
Magnificar estas variables que los productores no pueden controlar es un planteamiento paralizante porque contribuye a seguir lamentando los problemas en vez de hacer lo que corresponde, es decir solucionarlos. Estas ayudas externas son tan improbables que ya no nos queda otra alternativa que proporcionar a las familias rurales las “herramientas del saber” y decirles con realismo y honestidad, que serán ellas mismas quienes tendrán que solucionar sus propios problemas.
Ser eficiente ya no es una ventaja sino un requisito
El binomio gobiernos debilitados-economía globalizada impuso al sector agropecuario dos enormes desafíos:
1) Sólo sobrevivirán económicamente los agricultores que sean muy eficientes en los aspectos tecnológicos, gerenciales y organizativos de las distintas etapas del negocio agrícola. La eficiencia dejó de ser una ventaja competitiva para transformarse en un requisito para poder sobrevivir en la actividad agrícola, y;
2) Por difícil e injusto que sea, dicha eficiencia tendrá que ser lograda con menos crédito, menos subsidios, menos protección, en fin con menos estado. Ello significa, entre otras cosas, que los escasos insumos materiales tendrán que ser potenciados a través de la correcta aplicación de los ociosos insumos intelectuales. Para muchísimos agricultores, significa asimismo que aquellas inversiones que “cuestan mucho y se utilizan poco”, tendrán que ser realizadas y utilizadas en forma grupal o colectiva. El “sálvese quien pueda” tendrá que ceder lugar al “juntémonos para que podamos salvarnos todos”.
Sólo tendrán éxito los agricultores que estén capacitados y organizados con propósitos empresariales que les permitan: incrementar los rendimientos por unidad de tierra y de animal, eliminar “sobredimensionamientos” y ociosidades, reducir los costos de producción, mejorar la calidad e incorporar valor a sus cosechas y acortar los eslabones de intermediación, tanto en la adquisición de insumos como en la comercialización de sus excedentes. Con estos multi-propósitos los agricultores tendrán que:
1) en forma individual, eliminar sus propias ineficiencias para incrementar dramáticamente los actuales rendimientos, y;
2) en forma grupal, hacerse cargo y ejecutar con mayor eficiencia algunas nuevas actividades; aquellas que actualmente están siendo realizadas, con baja eficiencia y alta expropiación, por otros eslabones del agribusiness. Para confirmar la excesiva expropiación basta con hacer dos comparaciones elementales:
i) los precios por los cuales los fabricantes venden los insumos con los precios que los productores pagan por ellos;
ii) los precios que los agricultores reciben al vender sus cosechas con los precios que los consumidores pagan por ellas en los supermercados.
Lo posible deberá reemplazar lo deseable
En América Latina necesitamos desmitificar la “imprescindibilidad” de las soluciones paternalismo-dependientes y reemplazarlas por soluciones educativo-emancipadoras, las que permitirán conciliar escasez de recursos con eficiencia empresarial. Algunos ejemplos hipotéticos ilustran la factibilidad y eficacia de un modelo más endógeno y emancipador:
a) En vez de sembrar un monocultivo que produce alimentos e ingresos una o dos veces al año, los agricultores podrían hacer una gradual diversificación agrícola-ganadera con el propósito de generar ingresos y alimentos, tanto para la familia como para los animales, durante los 365 días del año. El simple hecho de diversificar la producción, automáticamente reduciría la crónica dependencia del crédito y disminuiría riesgos sanitarios, climáticos y comerciales.
b) En vez de adquirir y mantener un toro y cinco vacas genéticamente mediocres y subalimentadas que rinden en total apenas 20 litros de leche al día y cada una de ellas tiene un parto a cada 22 meses, será preferible deshacerse del semental y de cuatro hembras, porque suelen consumir más de lo que producen. Con el dinero obtenido, mejorar la producción de forrajes y adquirir una única vaca genéticamente mejorada, la cual bien alimentada podrá producir los mismos 20 litros diarios y un ternero a cada 12 meses. En vez de sembrar una hectárea de papas, con graves errores tecnológicos e insuficiencia de insumos que rinde apenas 10 toneladas, será preferible corregir dichos errores, ahorrar trabajo innecesario y concentrar los escasos insumos disponibles, tal vez en un tercio de hectárea y en ésta menor superficie cosechar las mismas 10 toneladas. Al reemplazar la cantidad por la calidad los agricultores podrían disminuir las inversiones y ociosidades, trabajar menos y ganar más.
c) En vez de comprar raciones balanceadas con alto valor agregado del último eslabón de intermediación y posteriormente vender los cerdos sin valor agregado (vivos) al primer eslabón de la cadena, les sería más conveniente producir gran parte de los alimentos, en la propia finca diversificada, y comercializar los cerdos con más agregación de valor y con menos intermediación. En la medida de lo posible, la finca debería ser transformada en una agroindustria familiar productora de algunos insumos -semillas de variedad, plantones, abonos, forrajes- e “incorporadora” de valor a los excedentes. Con ello habría menos intermediarios, menos impuestos, menos fletes y menos peajes.
Existen soluciones muy sencillas y a su vez muy eficaces
Estos pocos ejemplos indican que los agricultores podrían adoptar las siguientes medidas que son de bajo costo pero de extraordinaria eficacia:
a) diversificación productiva;
b) gradualidad tecnológica con el propósito de que los recursos necesarios para financiar la intensificación productiva sean auto-generados en las propias fincas, y;
c) organización para eliminar sobredimensionamientos/ociosidades y “verticalizar” el negocio agrícola.
A través de esta reconversión las familias rurales disminuirían dependencias innecesarias y además reducirían la acción “expropiatoria” de los otros eslabones del agribusiness, la que ocurre antes de la siembra y después de la cosecha. Esta excesiva expropiación, sumada a los bajísimos rendimientos físicos por unidad de tierra y de animal, causan muchísimo más daño económico a los agricultores que la falta de créditos y de subsidios. Ambas distorsiones son tan dañinas para la economía de las familias rurales que ya no pueden seguir siendo subestimadas ni mucho menos ignoradas. Mientras no estimulemos la organización empresarial de los agricultores y no les proporcionemos las competencias (conocimientos, aptitudes, habilidades, valores, actitudes, etc.) para que ellos mismos eliminen estas causas de la falta de rentabilidad, será muy difícil contrarrestar sus consecuencias; por mejores que sean las políticas crediticias, tributarias, arancelarias o cambiarias.
Los documentos ofrecidos al final de este artículo, indican que la inmensa mayoría de los productores podría hacer una agricultura más eficiente, aún no teniendo acceso al crédito; y que podría competir sin necesidad de subsidios o de medidas proteccionistas. Demuestran asimismo que la solución de los problemas, que con más frecuencia afectan a la mayoría de los agricultores, requiere fundamentalmente de insumos intelectuales y no tanto de insumos materiales. Dichos documentos indican que para poner en práctica esas innovaciones emancipadoras de dependencias y vulnerabilidades, se requiere mucho más de conocimientos útiles que de créditos abundantes, mucho más de eficiencia productivo/empresarial que de subsidios, mucho más de agricultores competentes que de eximios “formuladores” de políticas.
Si estas soluciones más autogestionarias son factibles y eficaces, si los factores clásicos de desarrollo agrícola son en gran parte prescindibles, si a través de la gradualidad tecnológica y de la diversificación productiva los recursos necesarios para financiar la modernización de la agricultura pueden ser generados en las propias fincas, ¿por qué los agricultores no las adoptan? Por la sencilla razón de que no se les ha enseñado a formular y aplicar en forma correcta soluciones acordes a los recursos que realmente poseen, ni a utilizar estos últimos en la plenitud de sus potencialidades. No se les ha enseñado en sus hogares porque sus padres no podrían haberles transmitido algo que ellos mismos nunca han aprendido; tampoco se les ha enseñado en la escuela.
La escuela básica deberá formar “solucionadores” de problemas
Para la mayoría de las familias rurales el paso por la escuela básica rural (del primero a octavo o noveno año) es la única oportunidad en sus vidas de adquirir las competencias que les permitirían eliminar las principales causas internas del subdesarrollo rural. Sin embargo, dichas escuelas no están cumpliendo con esta importantísima función, emancipadora de dependencias y de vulnerabilidades; porque sus contenidos y métodos son disfuncionales e inadecuados a las necesidades productivas y familiares del mundo rural. En dichas escuelas se aburre a los niños exigiéndoles que memoricen temas de escasa y dudosa relevancia; y no se les enseña en forma creativa, participativa y práctica lo que sí necesitan aprender para volverse más auto-confiantes, más emprendedores, más autogestionarios y más auto-dependientes. De esas escuelas siguen egresando generaciones de futuros agricultores, agricultoras, padres y madres de familia, con bajísima autoestima, sin los conocimientos, sin las actitudes y sin los valores que necesitan para ser agricultores más eficientes, mejores educadores de sus hijos y solidarios protagonistas de sus comunidades.
Las escuelas básicas rurales deberían formar ciudadanos dotados de más confianza personal y autosuficiencia técnica, de modo que puedan ser eficientes correctores de sus ineficiencias y activos solucionadores de sus propios problemas. Esas escuelas deberían otorgarles una formación “valórica” que les inculque mejores hábitos (amor al trabajo bien ejecutado, iniciativa y disciplina, perseverancia y deseo de superación, cooperación y solidaridad, honestidad y cumplimiento de sus deberes y responsabilidades, espíritu de prevención y previdencia, etc.). La educación básica rural debería tener un carácter más instrumental en el sentido de proporcionar a los niños contenidos útiles que ellos puedan aplicar en la corrección de sus propias ineficiencias y en la solución de los problemas que ocurren en sus hogares, fincas y comunidades.
Emancipar en vez de perpetuar dependencias
Tal como se mencionó anteriormente, varios factores clásicos de desarrollo agrícola, además de inaccesibles y prescindibles, son “perpetuadores” de dependencias porque es necesario otorgarlos en forma recurrente y permanente. En sentido contrario, el conocimiento ya está disponible y es emancipador de dependencias; basta con difundirlo una sola vez para que pueda ser utilizado, sin gastarse, por todos los agricultores, hasta su obsolescencia. A los debilitados y endeudados gobiernos que no pueden – y no deben – perpetuar dependencias, porque ellos mismos no tienen condiciones de mantenerlas en el tiempo, sólo les queda la siguiente alternativa coherente: emancipar a los agricultores de las referidas dependencias. Se ruega no confundir emancipar con abandonar.
Sin embargo, la eficiencia productivo-empresarial que conducirá a la emancipación de los agricultores, sólo será posible si es precedida de la excelencia educativa. Mientras no otorguemos a las familias rurales, una formación/capacitación mucho más funcional, relevante, objetiva y práctica, seguiremos desperdiciando esfuerzos y derrochando enormes cantidades de recursos; tal como, dicho sea de paso, hemos venido haciendo en los últimos 50 años.
Afortunadamente, en la actualidad estamos empezando a darnos cuenta de que la falta de recursos económicos, no siempre es la principal causa de la pobreza rural y que su aporte no necesariamente es la solución más conveniente. Tenemos cada vez más evidencias de que la principal causa del subdesarrollo rural es el conjunto de ineficiencias tecnológicas, gerenciales y organizativas, que están siendo practicadas en todos los eslabones del negocio agrícola; y que la principal causa de estos errores es la falta de conocimientos adecuados. Son estas ineficiencias las que originan las tres vertientes que conducen a la falta de rentabilidad en la agricultura y de allí al subdesarrollo, primero rural y después urbano: costos unitarios de producción innecesariamente altos, mala calidad del producto y precios de venta innecesariamente bajos.
¿Premiar ineficiencias con subsidios o eliminarlas con conocimientos?
Al contrario de lo que suele afirmarse, estas ineficiencias generalmente son provocadas por errores primarios para cuya corrección se requiere de conocimientos elementales y no tanto de políticas generosas ni de créditos abundantes. Para confirmarlo basta con analizar, sin eufemismos: los bajísimos índices y rendimientos promedio de la agricultura y de la ganadería latinoamericana, los errores primarios que ocurren en la aplicación de las tecnologías y en el uso de los recursos disponibles y finalmente las gravísimas distorsiones en la forma como los productores rurales adquieren los insumos y cómo comercializan sus excedentes.
Es evidente que estas ineficiencias no ocurren por culpa de los agricultores. Ellas son provocadas por la profunda “disfuncionalidad” de la educación formal rural en los tres niveles y por el lamentable debilitamiento de la extensión agrícola. Es por este motivo que la profunda transformación de las escuelas básicas rurales, es un pré-requisito que deberá ser potenciado o “sinergizado” con idénticas adecuaciones en las facultades de ciencias agrarias, en las escuelas agrotécnicas y en los servicios de extensión rural, públicos y privados. Todas estas instituciones deberán pasar por una reingeniería en los contenidos educativos y en los de métodos pedagógicos, los que ojalá “prioricen” el “enseñar a solucionar los problemas solucionándolos”; en fin por una reingeniería de calidad educativa. Sin embargo, educación de calidad no necesariamente significa construir más edificios, adquirir más computadoras, instalar laboratorios sofisticados u ofrecer más cursos en el exterior. Lo que sí se necesita es tener el coraje de “poner el dedo en la llaga”, reconocer sin eufemismos y enfrentar con determinación el problema de fondo. Es decir, el profundo desencuentro entre el qué y cómo se enseña en las escuelas y el qué y cómo las familias rurales realmente necesitan aprender.
Este divorcio es inaceptable y es por esta razón adicional que los líderes más lúcidos del agro latinoamericano están exigiendo una revolución educativa de realismo, de objetividad y de pragmatismo, que permita formar una nueva generación de mujeres y hombres rurales que quieran, sepan y puedan protagonizar la revolución productiva de la eficiencia y de la emancipación.
Otros documentos relacionados con este tema podrán ser solicitados a través de los E-Mails:
– [email protected]
– [email protected]
O encontrados en las siguientes Páginas Web:
– http://www.polanlacki.com.br
– http://www.polanlacki.com.br/agroesp
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