Columna de opinión publicada en el diario La Tercera, sábado 10 septiembre 2010.
Nuestra educación y la Ocde
Una lectura reflexiva del informe, menos cargada de prejuicios, podría impulsar un diagnóstico más ajustado a nuestra realidad educativa.
por José Joaquín Brunner – 11/09/2010 – 08:57
POR PRIMERA vez, el informe de la Ocde “Panorama de la Educación: Indicadores 2010” incorpora a Chile plenamente en las estadísticas comparadas de esta organización. Es una excelente noticia. Nos permitirá entender mejor nuestro propio sistema, compararnos con otros de mayor desarrollo y aprender de los mejores. Sin embargo, la equivocada lectura de los datos que se ha impuesto en estos días obliga a preguntarse si seremos capaces de aprovechar este valioso instrumento. En efecto, hemos preferido elaborar diversas y a veces arbitrarias tablas de posiciones y resaltar el lugar ocupado por Chile cada vez que se ubica en la parte inferior. En realidad, necesitamos hacer un esfuerzo más serio.
En primer lugar, llama la atención que en una serie de indicadores -entre ellos, algunos de los más interesantes que emplea la Ocde- Chile no figura por falta de información. Esto se debe a la debilidad de nuestras estadísticas educacionales. Urge, por tanto, mejorarlas.
Enseguida, los datos deben leerse en el contexto del muy diverso grado de desarrollo de los países. Por ejemplo, Chile posee un ingreso anual por persona, medido en moneda de igual valor adquisitivo, de alrededor de US$ 12.300, comparado con US$ 38.000 en los países de altos ingresos. Por otro lado, Chile es un país altamente desigual, mientras la Ocde reúne al grupo de países más igualitarios del mundo. Esto hace una gran diferencia para la educación.
Aun así, los datos chilenos resultan alentadores en varios aspectos para las generaciones jóvenes. Por ejemplo, en el grupo de edad de 25 a 34 años, tenemos una cifra superior a la del promedio de la Ocde en cuanto a la proporción de personas con educación secundaria completa en la fuerza de trabajo, y prácticamente la misma cifra en el caso de las personas con educación terciaria (o superior) completa. Esto representa un enorme avance.
Tampoco la calidad de nuestro sistema escolar es tan negativa como con frivolidad (o ignorancia) suele proclamarse. Efectivamente, en la prueba Pisa de comprensión lectora, nuestro país muestra un 36% de sus alumnos que a los 15 años no logra dominar las competencias mínimas esperadas a esa edad. Es preocupante, ¡qué duda cabe! ¿Significa que estamos a años luz de otros países de la Ocde? La verdad es que no. Los países de Europa del sur, por ejemplo, nos aventajan, pero también ellos poseen un grupo significativo que no alcanza un desempeño mínimamente satisfactorio: 25% en Portugal y 26% en Grecia, Italia y España. Estamos, pues, a cierta distancia, pero menor de la que podía esperarse dadas las diferencias de ingreso y los niveles comparados de desarrollo. Es una brecha salvable -10 puntos porcentuales- que perfectamente puede cerrarse en 10 a 15 años.
Por último, debe considerarse que estos logros se obtienen a pesar de que en Chile el gasto por alumno primario a terciario -expresado en dólares de igual valor adquisitivo- es apenas un 38% del gasto promedio de los países desarrollados.
En suma, una lectura reflexiva del informe de la Ocde, menos cargada de prejuicios y más orientada hacia los datos, podría impulsar una nueva mirada y un diagnóstico más ajustado a la realidad de nuestra educación. Y contribuir con ello a elevar la racionalidad del debate público.
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