Dos nuevas contribuciones al debate en torno a las funciones y la composición de un organismos representativo de las instituciones de educación superior, en reemplazo del Consejo de Rectores de las Universidades Chilenas (CRUCH) [ver textos completos más abajo]:
— Rectores: ¿Juntarse para qué?, Andrés Benítez , Rector Universidad Adolfo Ibáñez, El Mercurio, columna de opinión, 16 julio 2009
— Rectores: La prioridad son los alumnos, Ernesto Silva, Rector Universidad del Desarrollo, El Mercurio, columna de opinión, 19 julio 2009
Rectores: ¿Juntarse para qué?
Andrés Benítez , Rector Universidad Adolfo Ibáñez
El Mercurio, columna de opinión, 16 julio 2009
El reciente intento de formar un referente amplio que aglutine a todos los rectores de las universidades chilenas no es nuevo. De hecho, en el encuentro anual de rectores organizado por Universia en el año 2008 se acordó emitir una declaración conjunta al respecto, la que finalmente no llegó a concretarse. Lo sucedido en la misma reunión de este año es simplemente la constatación de que la necesidad sigue vigente, como por lo demás lo han señalado todos los informes tanto internos como externos. De paso, no deja de ser sorprendente que la única instancia en que todos los rectores se juntan una vez al año sea convocada por Universia, una institución privada auspiciada por el Banco Santander.
Si tener un referente amplio para debatir los grandes temas de la educación superior es de toda lógica, ¿por qué no se hace? Primero, porque, paradójicamente, al Gobierno no le interesa. O al menos no da señales de lo contrario. En la última reunión de rectores de Universia se les consultó a las autoridades del Ministerio de Educación cuál era su postura al respecto, y la respuesta fue una: ellos no quieren meterse en el tema. Una posición poco entendible para el Estado, toda vez que debiera ser el más interesado en tener como referente a la totalidad de las instituciones de educación superior y no a un grupo de ellas.
A las universidades públicas el asunto tampoco las motiva. Tanto así, que ya el mismo Consejo de Rectores les queda grande, y han pedido un trato preferente para ellas, llevando casi al quiebre al mismo. Las instituciones privadas que pertenecen al mismo grupo han sido más entusiastas, pero a condición de que el nuevo referente universitario no signifique la desaparición del Consejo de Rectores.
¿Por qué se defiende el Consejo de Rectores? Por las platas. Porque esas universidades, tanto públicas como privadas, por el solo hecho de pertenecer a ese club reciben considerables recursos del Estado. Y por ende, abrir el club es totalmente inconveniente. ¿Por qué el Estado entrega recursos sólo a este grupo de universidades? A estas alturas, los argumentos sólidos como el prestigio y la calidad se han ido esfumando, toda vez que varias privadas que no pertenecen al Consejo de Rectores han alcanzado niveles de prestigio y calidad tanto en alumnos como en profesores e investigación que las colocan por sobre muchas de las tradicionales. Entonces, llegamos a la triste conclusión de que la política de financiamiento de Estado se hace por historia, cosa que no es defendible públicamente.
En este escenario, las universidades privadas no tradicionales reciben una invitación a conformar un referente amplio, pero sujeto a condiciones. Primero, que debemos asegurar que se mantendrá el Consejo de Rectores con todos los beneficios de financiamiento público que hoy tiene. En otras palabras, nos sentamos en la misma mesa a conversar sobre el futuro de la educación superior, pero sin tocar uno de sus temas fundamentales: la injusticia que conlleva el sistema de reparto de los recursos públicos, que, entre otras cosas, significa tener dos categorías de alumnos universitarios, lo que es inaceptable bajo cualquier circunstancia.
Entonces, las universidades privadas debieran condicionar su participación en un referente amplio de rectores a que éste sea para tratar los temas importantes, y no para callarlos. Y ojo, que esto no significa ir contra las universidades públicas, como se dice. Significa discutir cuál es el papel actual de esas instituciones y qué beneficios deben obtener. Significa preguntarse, entre otras cosas, por qué Chile es el país que menos recursos públicos destina a la educación superior en el mundo; significa mejorar el sistema de selección, de forma de hacerlo más equitativo. Temas hay muchos. Pero juntarse para no hablar de ellos no tiene sentido alguno.
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Rectores: La prioridad son los alumnos
Ernesto Silva, Rector Universidad del Desarrollo
El Mercurio, columna de opinión, 19 julio 2009
Es evidente que existen problemas en la educación superior. Así lo han dicho la OCDE, los rectores de las universidades tradicionales y los rectores de universidades privadas que no participan del Consejo de Rectores.
La mayor parte del debate se ha centrado en la institucionalidad y en la competencia por los recursos públicos. Sin embargo, esta es sólo parte de la discusión y no el centro de la misma. El debate principal debiera ser hoy la preocupación por los alumnos que estudian en las universidades, institutos profesionales y centros de formación técnica.
En lo que respecta a la institucionalidad, ya no quedan razones para un Consejo de Rectores excluyente y restringido a las estatales y privadas tradicionales. Sólo la protección de intereses institucionales y presupuestos más generosos justifica la defensa de este cartel. Si pensamos en el Chile del futuro, el país se pierde enormes oportunidades al no contar con una instancia de reflexión integradora y abierta, que sea capaz de trabajar en las respuestas para los desafíos futuros del país en materia de educación.
Hoy la discusión sobre la integración del Consejo de Rectores está dada por el tipo de institución. El enfoque es equivocado. Lo que debe aglutinar prioritariamente a los rectores son los problemas de los alumnos, no los problemas de las instituciones.
Cuando se debate sobre la participación en estas instancias, se piensa en ella desde la perspectiva de la defensa de los intereses de las universidades que lo integran. Así, por ejemplo, se discute si las estatales tienen derecho o no a un trato preferente. Por otra parte, las privadas tradicionales hablan de la apertura del sistema, pero quieren mantener al Consejo de Rectores como instancia excluyente.
El foco debe ser otro. Los rectores -sin exclusión- deben reunirse en primer lugar para pensar en sus alumnos, sin distinguir la institución a la que pertenecen. Cuando el foco son los alumnos, el debate se centra en los principales problemas del sistema universitario chileno. Acceso al financiamiento para todos los estudiantes, compatibilidad entre estudios y trabajo, inserción laboral y reducción de la deserción están entre los temas que requieren un debate urgente y soluciones prontas.
En materia de financiamiento, la última década evidencia que se integran masivamente a la educación superior jóvenes de los quintiles más pobres. Esto es sin duda una excelente noticia para el país y se requiere estar a la altura de este nuevo desafío. El Crédito con Aval del Estado ha sido un aporte, pero aún es insuficiente y además es discriminatorio respecto de los estudiantes de las universidades del Consejo de Rectores.
La compatibilidad de los estudios con el trabajo y la inserción laboral de los egresados es también un tema prioritario, especialmente entre los alumnos de más escasos recursos. Los rectores deben disponer de esta instancia amplia para debatir cómo mejorar los planes de estudio y reflejar en ellos las necesidades del mundo del trabajo y los problemas del país. Financiamientos como el Mecesup y otros recursos públicos deben poner por delante al estudiante y no a la institución a la que pertenecen.
Por último, y en materia de deserción, los rectores y sus instituciones deben enfrentar con fuerza y convicción la realidad de los estudiantes que entran hoy a la educación superior. Ellos presentan carencias, desafíos de aprendizaje y altos riesgos de deserción. En este sentido, la apuesta por la innovación metodológica, las asesorías académicas, las estrategias focalizadas y el perfeccionamiento de los profesores, entre muchos otros, son instrumentos que requieren ser debatidos, compartidos y perfeccionados en función de mejorar la formación de los estudiantes.
Esperemos que el debate que está teniendo lugar salga de lo pequeño y se quede en lo grande. Lo pequeño es limitarse a defender la propia institución y excluir a los que por razones históricas estaban fuera del sistema. Lo grande es pensar juntos en mejorar el sistema en beneficio de los alumnos.
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