Columna de opinión publicada hoy en El Mercurio, 26 julio 2009.
La educación chilena y la OCDE
José Joaquín Brunner
Ahora que Chile se encuentra a punto de ingresar a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) conviene revisar comparativamente nuestro desempeño en educación con aquel de los países que integran dicha organización. No deben olvidarse, sin embargo, las diferencias en los niveles de desarrollo entre Chile -cuyo ingreso per cápita es de 12 mil dólares en moneda comparable- y los países ricos de la OCDE, cuyo ingreso por persona supera en más de tres veces el de Chile.
Para partir, los niños chilenos de cinco años de edad poseen en la actualidad una expectativa de recibir alrededor de 15 años de enseñanza formal, comparada con 17 años para el área OCDE y alcanzando a 20 años o más en los casos del Reino Unido, Australia, Suecia y Finlandia.
Esto muestra -como cabe esperar- que Chile está aún por detrás de los países ricos en cuanto a participación de la población en el sistema educacional, aunque no de una manera insuperable. Por ejemplo, 71% de los jóvenes en edad de graduarse de la educación media logra efectivamente esa meta en Chile, mientras en la OCDE la cifra alcanza un 83%.
En el nivel terciario, el 15% de nuestros jóvenes se gradúa de carreras académicas, de cuatro o más años, menos de la mitad que en la OCDE (37%), en parte debido a la alta deserción en universidades e institutos profesionales, que se explica, a su vez, por la rigidez curricular y la duración de las carreras.
Una brecha de magnitud similar existe en la educación temprana. Mientras en los países de la OCDE más de 70% de los niños ingresa al sistema educacional antes de los cinco años, en Chile lo hace menos de 40%. Con el agravante de que esta tasa es menor todavía entre los niños provenientes de hogares de menores recursos.
El rendimiento académico del sistema escolar chileno, en tanto, se sitúa en la parte baja de la comparación con los países OCDE. En efecto, entre nosotros un 37% de los alumnos de 15 años no alcanza las competencias mínimas de comprensión lectora que se supone deberían haber adquirido los adolescentes a esa edad. En la OCDE este grupo abarca a un 23% de sus estudiantes, que no es poco.
Con todo, la brecha es significativa, particularmente porque afecta de manera especial a los jóvenes de hogares más vulnerables. Más llamativa aún es la brecha a nivel de los alumnos que logran un manejo excepcionalmente alto de aquellas competencias, que allá es de 8% y acá de apenas 3,5%.
Por último, cabe anotar que el gasto promedio por alumno en los niveles primario a terciario (expresado en dólares con igual poder de compra) alcanza a más de 7.500 dólares en los países de la OCDE, en comparación con Chile, donde llega apenas a 2.700 dólares.
En suma, entramos a un club donde estaremos expuestos a medirnos con las naciones más desarrolladas del mundo. A pesar de las enormes diferencias de sofisticación económica, ingreso por persona e igualdad en la distribución de oportunidades, nuestro desempeño educacional -sin ser, ni con mucho, satisfactorio- es promisorio en algunos indicadores de participación y tasas de graduación escolar; mediano en resultados y pobre en inversión.
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Recurso asociado
Compendio Global de la Educación – 2009, 6 julio 2009
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