Unas breves consideraciones al pasar sobre la polémica suscitada entre ayer y hoy en el Congreso Nacional y en los medios de comunicación en torno a la posibilidad de que licenciados de carreras distintas a las de pedagogía puedan dictar clases en la enseñanza media.
En realidad, pienso que no hay razón alguna para rechazar la participación de licenciados (especialmente en matemática, química, física y biología) como profesores en el nivel medio de la enseñanza.
Así por lo demás está contemplado en la actual legislación que, en este aspecto, no se verá alterada por lo que finalmente se apruebe en la LEGE.
Me parece a mí que en la Comisión Mixta del Parlamento se debiera producir una discusión técnica y razonada sobre este punto, partiendo de la realidad y dejando de lado por un momento las apasionadas consignas.
Es imprescindible responder al siguiente tipo de preguntas:
¿Faltan docentes de educación media, particularmente en las áreas de las ciencias, o abunda ellos en Chile?
¿Acaso no es efectivo que una parte significativa de nuestra fuerza laboral docente en la educación media muestra una estructura etárea de pronunciado envejecimiento, muy distinta de aquella que muestran países más exiotosos en educación?
¿No es de suyo evidente que una proporción significativa de nuestros profesores de enseñanza media –especialmente en materias científicas y en matemnáticas, para no decir nada aquí de la EMTP– muestra serias debilidades en su formación de base?
¿Aacaso las pruebas TIMSS no han mostrado que los profesores chilenos de matemática poseen escasa confianza en sus propios medios y conocimientos, elementos imprescindibles para una enseñanza efectiva?
¿No se ha aceptado acaso en Chile desde ya hace tiempo que licenciados sin título de profesor dicten cursos en la enseñanza media?
¿Hay evaluaciones serias de su desempeño y sus resultados que desaconsejen que ellos sigan cumpliendo labores docentes?
¿Alguien conoce alguna evidencia internacional que muestre que una minoría de docentes-licenciados, no-profesores, daña al sistema escolar en la enseñanza media de su respectivo país?
¿No es efectiva acaso la evidencia internacional que muestra la vital importancia que tiene para la enseñanza de las materias antes mencionadas un dominio sólido de los contenidos propiamente disciplinarios?
De faltar conocimiento didáctico a los licenciados-docentes, ¿acaso no es posible ofrecerles un proceso de inducción en el trabajo que los apoye y/o programas de capacitación en servicio ajustados a sus necesidades en la sala de clases?
¿Acaso hay alguna evidencia, en cualquiera parte del mundo, que indique que la profesión docente se ve lesionada por la existencia de licenciados-docentes?
Me parece a mí que una respuesta seria, basada en la evidencia disoponible, para cada una de estas preguntas, debe llevar a la conclusión que conviene y es positivo para nuestra educación media seguir contando con la contribución de licenciados-docentes. Y que ello en nada se opone a una cada vez más sólida institucionalización de una profesión docente de calidad.
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