¿Cómo lograr escuelas efectivas en contextos de pobreza?
Diciembre 18, 2008

El Boletín Número 15 de Sinopsis Educativa del PREAL (de noviembre de 2008) presenta un resum del capítulo “Factores que desafían los buenos resultados educativos de escuelas en sectores de pobreza”, de Dagmar Raczynski y Gonzalo Muñoz, que forma parte del libro “Educación y Brechas de Equidad en América Latina” (Tomo II), del PREAL, editado por Santiago Cueto.

Bajar el libro aquí.

Al analizar los centros educativos “efectivos” de sectores de bajos recursos en Chile, los investigadores observaron una constelación de cinco factores que están bajo el control de la escuela y que operan con eficacia cuando están presentes conjuntamente y se encuentran alineados desde el nivel directivo hasta el aula:

1. En el corazón de las escuelas efectivas hay una gestión escolar centrada en lo pedagógico

Los elementos distintivos de esta gestión son: existencia de un proyecto institucional compartido, con metas concretas y priorizadas asociadas al aprendizaje de los niños, actualizadas, monitoreadas y evaluadas permanentemente; liderazgos al servicio de los objetivos pedagógicos; esfuerzos por aprovechar eficientemente los recursos humanos y materiales disponibles; fuerte profesionalismo y rigurosidad en el plano pedagógico; trabajo por un buen cumplimiento de las normas y por un nivel de disciplina que no obstaculice el proceso educativo; y esfuerzos por entrenar a los niños en el logro de la calidad académica.

2. La gestión se complementa y retroalimenta con un buen trabajo de profesores en el aula

Dicho trabajo es apoyado por los pares y cuenta con un fuerte respaldo directivo en el plano técnico-pedagógico, que da norte y apoya lo que sucede y se logra en el aula. Esta colaboración está asociada a las siguientes características del trabajo en aula: orientación hacia aprendizajes relevantes y significativos; alta estructuración y anticipación de la situación de aprendizaje; atención a la diversidad, con diversas metodologías y recursos (del alumno promedio al alumno real); constante supervisión y retroalimentación a los alumnos; uso intensivo del tiempo; alto sentido del rigor y prácticas consistentes; buena relación profesor-alumno (del autoritarismo a la autoridad pedagógica); y materiales didácticos con sentido formativo.

3. Las escuelas cuentan con un “capital simbólico” y lo cultivan

Poseen una “cultura escolar positiva”, una “mística institucional”, que contribuye al logro de los buenos resultados. Este capital simbólico contempla un fuerte sentido identitario, que se traduce en el compromiso real de todos con la escuela. Los equipos entienden que el capital simbólico debe cultivarse y se esfuerzan por no perderlo. Adicionalmente, se promueve un clima organizacional que facilita el trabajo: hay una buena comunicación interna y existe un alto nivel de confianza entre los actores.


4. Las escuelas creen en sus alumnos y tienen altas expectativas de ellos

Los directivos y profesores no creen en el determinismo social ni económico. Para ellos, las capacidades de los alumnos no están limitadas, pero sí sus oportunidades de aprender, las que deben ser potenciadas por todos los medios posibles. Piensan que es posible entregar una educación de calidad, a pesar de las dificultades que les impone el contexto en que trabajan. Conocen las restricciones materiales de las vidas de sus alumnos y el pobre capital cultural de sus familias; aún así, los docentes creen que pueden hacer una diferencia y que sus alumnos pueden superar las limitaciones.

5. Hay una postura explícita sobre rol que debe cumplir la familia en la escuela

Las relaciones que las escuelas establecen con las familias pueden agruparse en cuatro áreas: (i) proteger a los niños de su entorno, lo que implica tener una postura más bien “cerrada” frente al involucramiento de los padres; (ii) formar a los padres en su rol educativo e involucrarlos en el plano pedagógico, dándoles permanentemente información del proceso de aprendizaje de su niño y sobre cómo colaborar dentro de dicho proceso; (iii) recibir aportes de los padres para mejorar la infraestructura y equipamiento de la escuela; y (iv) informar regularmente a los padres sobre el proyecto educativo de la escuela, sus actividades y resultados. En la mayoría de los casos las escuelas estimulan la presencia y colaboración de los padres en distintas actividades y tareas, intentando deliberadamente construir una alianza.

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