Columna publicada el día domingo 9 diciembre en el diario El Mercurio. Texto a continuación.
PISA 2006: ¿Catástrofe o euforia?
José Joaquín Brunner
Los resultados de PISA 2006 no han tenido esta vez la alta exposición mediática que en ocasiones anteriores recibieron otras pruebas internacionales. ¿Por qué? Porque, bien ponderado, el rendimiento de los alumnos chilenos (de 15 años de edad) no se presta en este caso, de inmediato, para interpretaciones catastrofistas.
Al contrario, pareciera ser que tanto a los medios como a nuestras élites les acomoda más el fracaso que cualquier señal de progreso relativo en este campo. En efecto, el sentido común de éstas y aquéllos es que en educación estamos mal, vamos mal y, por tanto, deberíamos seguir mal. No es ésta sin embargo una percepción generalizada.
Un reciente estudio de la Universidad Diego Portales muestra que dos terceras partes de la población estiman que Chile genera oportunidades para estudiar, y un 58% declara aprovecharlas. Además, un tercio de los encuestados considera que la educación ha mejorado, y un 43% afirma que se mantiene igual.
Por su lado, los resultados PISA 2006 indican que en comprensión lectora -base para cualquier aprendizaje- los alumnos chilenos han progresado significativamente. En este dominio Chile se ubica ahora a la cabeza de América Latina y por encima de Israel y Rusia. De hecho, su puntaje se halla a pocos puntos de la media internacional (esto es, de los 57 países participantes en PISA 2006) y en décimo lugar entre los 24 países de ingreso medio cuyos estudiantes rindieron este examen.
En la prueba de ciencias, Chile ocupa el octavo lugar entre estos 24 países, pero 23 puntos abajo de la media internacional. Y en matemática ocupa el lugar 17 (entre 24) a 43 puntos de la media internacional; un desempeño claramente negativo.
En su conjunto, entonces, PISA 2006 no justifica demostraciones de euforia. Tampoco respalda interpretaciones catastrofistas. Al contrario, el desempeño en lectura de los alumnos chilenos representa un nítido avance (el mayor de entre todos los países participantes).
Y esto vale, independientemente del origen socioeconómico de los estudiantes. Con todo, los alumnos pertenecientes al 25% de mejores resultados son los que más aumentan (41 puntos), mientras que los del 25% de menor rendimiento mejoran en 23 puntos.
Por ahora no podemos saber si este positivo progreso es indicio de una tendencia que se instala o si, por el contrario, constituye un éxito esporádico. Tampoco es posible conocer -sin un estudio minucioso- cuáles son los factores que explican tan positivos resultados en comprensión lectora. Es una cuestión que deberá dilucidar la investigación académica.
En suma, los medios de prensa y los grupos dirigentes harían bien en abandonar (o, al menos, suspender por un instante) sus prejuicios para explorar la posibilidad de que nuestro sistema escolar pudiera estar, efectivamente, en una senda de mejoramiento. De ser así, PISA 2006 podría representar no sólo un indicador de que la marea empieza a cambiar, sino, además, proporcionar información para perseverar en esta senda donde todavía resta un largo camino por recorrer.
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