Reportaje publicado por el diario El Mercurio, domingo 24 diciembre 2006, que da cuenta de los resultados de una encuesta a autoridades de las universidades chilenas realizada en el marco del proyecto FONDECYT N° 1050138 sobre dinámicas del mercado universitario.
Ver texto del Reportaje más abajo.
Ver aquí Gráficos que ilustran el texto y presentan resultados preliminares de la encuesta.
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Domingo 24 de diciembre de 2006
Encuesta Universidad Adolfo Ibáñez-Fondecyt: Las universidades se autoexaminan
PAMELA ARAVENA
Las élites académicas de las universidades del país esperan que la información sobre sus instituciones sea más transparente en el futuro, que la acreditación para las privadas sea obligatoria y que se acaben las carreras profesionales. En tanto, el actual modelo, con instituciones privadas, ya es ampliamente aceptado y nadie desea cambiarlo.
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Justo ahora, cuando la Presidenta Michelle Bachelet anunció la formación de otro consejo asesor para la educación superior, se da a conocer el resultado de una completa encuesta realizada a las élites académicas de las universidades chilenas.
548 personas de universidades estatales y privadas, entre rectores, prorrectores, vicerrectores, decanos, vicedecanos; directores de escuelas, institutos y carreras; jefes de departamento y académicos con experiencia en cargos de dirección respondieron las preguntas hechas por la Escuela de Gobierno de la Universidad Adolfo Ibáñez.
En el marco de un proyecto Fondecyt, el sondeo -realizado durante septiembre y octubre pasado- estuvo bajo la dirección del ex ministro y actual investigador de dicha casa de estudios, José Joaquín Brunner.
Cambios sorprendentes
Según Brunner, las élites académicas fueron capaces de reconocer las más importantes transformaciones vividas por nuestro país desde la década del 80:
-De carácter estructural: ingreso de los privados y el aumento de la competencia entre las universidades.
-Institucional: la profesionalización de la gestión y la internacionalización.
-Y de financiamiento: diversificación y aumento de fuentes no tradicionales de ingreso, como los créditos y becas para estudiantes de bajos recursos y los fondos para investigación distintos del Fondecyt.
“Chile partió antes con este modelo. Y hoy estos temas son los grandes ejes de discusión en los países desarrollados”, afirma Brunner.
A la hora de valorar los cambios, los encuestados catalogaron positivamente los aumentos de recursos para los alumnos más necesitados, la creación de nuevos fondos de investigación, la profesionalización de la gestión universitaria y la emergencia de universidades regionales.
“En cambio, valoran negativamente un tema que no aparece en el debate público: la participación estudiantil en el gobierno de las universidades. Y el punto es calificado como negativo tanto por las universidades públicas, que tienen ese sistema, como por las privadas”, aclara Brunner.
“El segundo punto peor evaluado y que me sorprendió -agrega- fue el reemplazo de la PAA por la PSU. Creo que eso se debe a las fallas del sistema al principio, a la falta de comprensión de las escalas de la PSU, a la falta de información transparente y de pruebas sólidas respecto de si predice bien las aptitudes de los estudiantes”.
El tercer punto calificado negativamente es el Consejo de Rectores, cuyo rol más importante en los últimos años ha sido, precisamente, el proceso de cambio de la PAA a la PSU.
Prediciendo el futuro
La encuesta también sondea sobre los cambios que los rectores y académicos prevén ocurrirán en el futuro. “La transformación que se cataloga como más probable es que todas las universidades se someterán al régimen de acreditación voluntaria. Me sorprendió que el tema tuviera una aceptación tan alta en todos los sectores”, afirma el ex ministro.
Los académicos también creen que las universidades estatales tenderán a adoptar formas de gestión similares a aquellas que prevalecen en las empresas; es decir, que profesionalizarán su gestión.
Pero algo realmente inesperado para Brunner es que la mayoría piense que en el futuro disminuirá el número de universidades como resultado de procesos de quiebra, compra-venta y fusión. “No hay ninguna señal en el mercado de que algo así esté ocurriendo o esté por ocurrir. El número de universidades se ha mantenido en 60 y yo me atrevería a afirmar que se va a mantener en un número similar. La gente, en general, piensa que hay demasiadas universidades en el país y por eso tiende a pensar que van a disminuir. Pero no hay ningún patrón para decir si en determinado sistema hay demasiadas o pocas instituciones. Basta saber que en América Latina en 1975 había sólo 75 universidades. Hoy, hay más de 10 mil. Lo importante no es el número de universidades. La pregunta es si son capaces de acreditarse. Y segundo, si tienen la capacidad para mejorar capacitando a sus profesores con grados de magíster y doctor”.
Mayor regulación estatal
Algo que podría llamar la atención es que la gente espera, en general, una regulación más activa de parte del Estado. Pero no se trata de una añeja aspiración estatista, sino que de una necesidad por el alto nivel de competencia en el mercado universitario.
“Los académicos desean que el Estado exija una mayor transparencia del mercado, con obligaciones de informar más fuertes. Sin embargo, hay que ver si las autoridades universitarias van a estar dispuestas después a entregar más información sobre sus propias instituciones”, aclara Brunner.
Esperan las élites académicas también que la acreditación sea en el futuro obligatoria y no voluntaria, como es hoy día. Y que el Estado regule sobre las estructuras de títulos y grados.
“Esto último es muy sorprendente. Chile tiene una estructura de títulos y grados muy obsoleta, carreras muy profesionalizantes, que Estados Unidos y el Reino Unido nunca utilizaron. Era el estilo europeo. Pero resulta que ahora el viejo continente se puso en consonancia con Estados Unidos y el Reino Unido: con carreras más cortas, muchísimo más flexibles y con posibilidades de obtener un máster con cinco años de estudio. Lo que me sorprende es que las élites universitarias prefieran que el Estado conduzca el cambio en Chile, en lugar de ellas proponer una transformación tan revolucionaria como ésta. Tal vez tenga que ver con la obsoleta estructura del Consejo de Rectores, que no convoca a todas las universidades del país”, concluye Brunner.
Las discusiones que se vienen: Debate adelantado
Según Brunner, el sondeo sirve para adelantar cuáles serán las discusiones más importantes que se darán al interior del nuevo consejo asesor para la educación superior anunciado por la Presidenta. “Si es que se materializa”, apunta.
-No existe disposición a dar vuelta atrás en la existencia de las universidades privadas. “Cuando ya más de la mitad de la matrícula la tienen este tipo de instituciones, la discusión se transforma en utópica o meramente ideológica, pero inconducente”.
-Iremos hacia un revolucionario cambio curricular. “Si queremos seguir siendo competitivos a nivel internacional, el único paso es el cambio en la estructura de títulos y grados otorgados por las universidades. Y hay una amplia aceptación de esto en el mundo académico. El único obstáculo que habrá que salvar es la enorme valoración simbólica que aún les dan las empresas a los títulos profesionales tradicionales a la hora de contratar nuevos empleados. El cambio en la malla implicará una transformación económica, social y cultural”.
-Cambios en el financiamiento. Las universidades privadas creen que ya es tiempo de que el financiamiento proveniente del Estado debe ser entregado de otra manera. Pero eso significaría que las universidades estatales renuncien a lo que ellas estiman es un derecho adquirido. “Otra discusión en serio sería si el aporte fiscal directo debe seguir siendo entregado por el Estado sin condiciones, como ahora. Hay indicios de que debe esar ligado a indicadores de desempeño, como, por ejemplo, el nivel de graduación de los alumnos”.
-También hay un acuerdo bastante importante en que las universidades no deberían admitir alumnos con menos de 450 puntos en la PSU.
Hay un acuerdo bastante importante en que las universidades no deberían admitir alumnos con menos de 450 puntos en la PSU.
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