Artículo a ser publicado en los Anales del Instituto de Chile, 2005
El gravitante peso de la educación superior en general, y de las universidades en particular, es un lugar común en el mundo contemporáneo. La economía global es cada vez más intensiva en el uso de conocimientos avanzados y Chile, para proteger y promover su crecimiento, debe prepararse para competir con países que poseen una sólida tradición educativa, sistemas de investigación y desarrollo bien implantados, y extensas redes informáticas.
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En efecto, ella cumple funciones vitales:
Forma el capital humano avanzado de las sociedades compuesto por su personal directivo y gerencial, sus profesionales y técnicos, los docentes de las escuelas y liceos, los científicos e ingenieros que intervienen en las labores de investigación y desarrollo experimental y, en general, por las personas que usan productivamente el conocimiento avanzado y las redes de información.
Proporciona, en el nivel post-secundario, oportunidades de formación continua a lo largo de la vida para todas las personas que necesitan o desean mejorar, renovar o ampliar sus competencias y capacidades para participar en la sociedad.
Produce la información y el conocimiento avanzados necesarios para el gobierno de los países y el crecimiento de las economías a través de sus variadas labores de análisis, investigación y experimentación en las diferentes disciplinas y saberes y a través de su colaboración con las empresas, las organizaciones públicas y la comunidad.
Sirve como un soporte vital de la cultura reflexiva y el debate público que son los pilares sobre los cuales descansa la democracia y se construyen las libertades civiles y políticas de las personas.
Provee un foco dinámico para el desarrollo regional y de las ciudades, al mismo tiempo que una ventana abierta hacia el mundo global de la ciencia, la tecnología y las ideas contemporáneas.
Con todo, la educación superior no es un producto que pueda adquirirse en el mercado internacional. Más bien, es un entramado de instituciones y procesos que depende de la calidad de la enseñanza secundaria, de las oportunidades de acceso que ofrece a la población, y del apoyo que le brindan el gobierno, las familias, las empresas y el público en general. Sólo mediante la acción concertada de estos actores pueden las instituciones asegurar el desarrollo de sus vitales funciones educacionales, de generación de conocimientos y de promoción del cambio y la innovación.
En todas partes del mundo la educación superior experimenta profundas transformaciones: se masifica, diferencia, asume nuevas responsabilidades, busca vincularse más estrechamente con el sector productivo y el mercado laboral, diversifica sus fuentes de financiamiento y necesita adaptarse a un cambiante contexto de demandas y desafíos.
Chile no es ajeno a estas transformaciones
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