Texto presentado al II Encuentro de Ex Presidentes Latinoamericanos,
Santiago 22 de abril 2002
Palabras claves: competitividad, globalización, democracia, gobierno, brechas, modernización, gobiernos
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Aquellos de nuestros países que no sean capaces de repetir la revolución del mundo contemporáneo, y de encontrar al mismo tiempo su lugar en el mercado internacional, terminarán en el peor de los mundos posibles. Ni siquiera serán considerados como objeto de explotación; serán insignificantes, sin interés para la economía globalizada en desarrollo.
F. H. Cardoso, En Martin Carnoy et al., The New Global Economy in the Information Age. Reflections on our changing world, 1994
El texto aborda el tema de los “contextos emergentes” en que se desenvuelve América Latina analizando sucesivamente aspectos económicos, políticos y culturales de la “nueva configuración del mundo”, para luego plantear algunas tareas imprescindibles de modernización y de renovación del cuadro de ideas que las deben presidir.
Efectivamente, tenemos un cuadro de ideas políticas en América Latina que no se compadece ni con las transformaciones que ha experimentado el mundo ni con los retos que enfrentamos como región. Por el momento, la discusión y las propuestas tienden a agruparse en torno a tres enfoques.
En primer lugar, el enfoque neoliberal, el cual sostiene esencialmente que las sociedades deben organizarse alrededor de mercados con mínima o ninguna regulación. Consiste por eso mismo, en el plano global, en desmantelar las barreras al libre comercio y los flujos de capital financiero, sometiendo a los países a la disciplina de las fuerzas del mercado y, en el plano interno, en buscar soluciones privadas para la producción y distribución de bienes públicos. Es una propuesta que en nuestra región ha asumido diversas expresiones políticas, particularmente asociada a regímenes autoritarios. Su proyección internacional, en tanto, dio las bases para el “Consenso de Washington” y ha evolucionado, posteriormente, hacia lo que algunos califican como un “fundamentalismo de mercado”.
Al otro lado del espectro es posible identificar, bajo nuevos ropajes, algunas de las propuestas de izquierda tradicional y populista, que ahora convergen en un común sentimiento anti-globalización. Afirman, contra toda esperanza, una vía de desarrollo “hacia dentro”, basada en la acción del Estado y en la regulación administrativa de los esfuerzos privados. Habitualmente este tipo de enfoque promueve con celo los intereses corporativos surgidos al amparo del Estado, favorece a los sindicatos del sector público y los estatutos funcionarias rígidos, y se pronuncian decididamente contra cualquier tipo de modernización, de privatización o de cambio en los sistemas de gestión pública que apunten en la línea de las externalizaciones, las evaluaciones o los incentivos.
Al medio se sitúa el último de los tres enfoques, sustentado por diversos sectores “renovados” de izquierda de la política continental y otras fuerzas de centro-progresista, desde social-demócratas pasando por radicales y social cristianos hasta liberales más o menos igualitaristas, dispuestos todos a avanzar con la marea de la globalización en la medida de las propias reservas y convicciones de cada uno. ¿Sería impropio llamar a esta corriente “tercera vía” a la manera latinoamericana? No me parece. Ofrece una estrategia que busca asegurar múltiples y cruzados balances, donde permanente hay una tensión entre políticas macroeconómicas y demandas sociales, entre crecimiento y equidad, entre mercado y Estado, y entre formas y modalidades de combinar la acción pública y la acción privada.
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