Este texto, preparado para el Banco Interamericano de Desarrollo el año 1998, busca estimular la reflexión sobre el futuro de América Latina. Su idea rectora es la siguiente: que en el curso de la próxima década o dos, América Latina enfrentará el reto de integrarse a la economía global basada en el conocimiento y a la sociedad de la información. Frente a la magnitud de este desafío cabe recordar que ya antes la región debió enfrentar retos similares. En diversos momentos a lo largo del tiempo ha tenido que definir, y luego redefinir, su relación con el mundo; su incorporación a, o exclusión de, los procesos históricos más avanzados de la época. Así fue desde el comienzo; así vuelve a ocurrir hoy:
“hace casi 500 años, América tuvo que aprender modos de vida radicalmente distintos, traídos de un ‘viejo mundo’ que apenas comenzaba a innovarse a sí mismo. Hoy no debe ser imposible fomentar los espacios imaginarios, buscar ideas originales, reconstruirlas con aquel enorme acervo del pasado, junto al legado completo de la modernidad. […] A fin de cuentas, tal vez sea ésta nuestra única forma sensata y sincera de acceder al mundo del próximo siglo y responder sin rezagarnos a la exigencia de la globalización”.
Palabras claves: capitalismo, democracia, economía de mercado, globalización, redes, conocimiento, capacidades, incentivos
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Este texto busca estimular la reflexión sobre el futuro de América Latina. Arranca de una constatación ampliamente compartida en círculos intelectuales, políticos, culturales y empresariales de la región. Ha sido formulada de esta manera: “es importante que
comprendamos que, a medida que se acerca el segundo mileno, de una u otra forma el piso se está empezando a cimbrar para todos, por lo menos en muchas regiones del mundo, incluyendo Latinoamérica. No estamos refiriéndonos a los debates familiares entre las ideologías del siglo XIX occidental. Nuestro drama –cualquiera sea nuestra participación– se representa en un teatro que nos es extraño, en un escenario que apenas podemos reconocer, y en el curso de cambios escenográficos impredecibles, inesperados, que no comprendemos cabalmente” (Eric J. Hobsbawm, “Crisis de la ideología, la cultura y la civilización”).
Precisamente por encontrarnos frente a un mundo desconocido se vuelve imprescindible partir, como reza el verso, “navegando en el alba”.
Tal es lo que pretendemos hacer aquí. En vez de abordar los temas más usuales del desarrollo, su sustentabilidad medio ambiental, la integración de los grupos más desventajados y las reformas de primera y segunda generación necesarias para todo eso, nos proponemos zarpar en otra dirección. Queremos escuchar las voces y participar de la conversación que se va entretejiendo en torno a ese sentimiento de que estamos frente a un cambio mayor. Uno que suele nombrarse indistintamente como conclusión o término de lo que hasta ahora hemos conocido –fin de una época, de la sociedad industrial, de los capitalismos nacionales, incluso de la modernidad–, o bien, como comienzo de algo nuevo que aparece en el horizonte: globalización, sociedad de la información, civilización posmoderna.
Dicho en otras palabras: queremos mirar a América Latina puesta frente a ese cambio de época o de civilización; a esa especie de desplazamiento tectónico que todos sentimos está ocurriendo bajo nuestros pies y que puede significar una de dos cosas. O bien que hemos empezado a movernos hacia el futuro, arrastrados por las corrientes principales de la globalización o, por el contrario, que estamos perdiendo pie y quedando atrás mientras el mundo desarrollado se aleja de nosotros.
Un enfoque así de amplio –-de “gran angular”, por llamarlo de alguna manera– tiene por necesidad que ser experimental más que sistemático, provisional más que definitivo, amén de inter-textual como suele decirse ahora más que diseñado como un cuerpo auto- contenido de ideas de un solo autor.
El resultado esperado debería ser una reflexión abierta, con múltiples
puntos de entrada y salida, lo más parecida a una conversación cuyos términos remiten a otros términos que, a su vez, crean vínculos entre unos texto y otros. Naturalmente nuestra tarea aquí no es, ni podía ser, formular soluciones o proponer programas de acción. No se puede crear, partiendo por decir así de un solo cerebro, por numerosos que sean sus apoyo externos, una suerte de software político-cultural para el siglo XXI. Más bien, lo que necesitamos y podemos intentar es identificar algunos nuevos problemas, reunir la imaginación con el
conocimiento e impulsar la discusión sobre los signos de los tiempos y los desafíos que ellos traen aparejados para nuestra región. Las soluciones vendrán después, como producto de la ininterrumpida reflexión sobre nuestra historia y el deseo de conducirla hacia adelante.
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