Más allá de nuestras fronteras
José Joaquín Brunner: “Mientras en Chile se debate si la educación superior debe ser estatal o privada y se propone la gratuidad universal, en Europa y EE.UU. esta corre rápido hacia nuevos horizontes…”
Nuestro debate de política educacional se ha vuelto local y nostálgico. En cambio, más allá de nuestras fronteras la educación superior corre agitadamente hacia nuevos horizontes. A continuación exploro tres ejemplos.
Primero: la propuesta Obama para contener la espiral (enfermedad, dicen otros) de costos de las instituciones universitarias de los EE.UU. y elevar la pertinencia de sus programas formativos. ¿En qué consiste? En un llamado a las universidades para: (i) rediseñar sus currículos en términos de competencias claramente definidas y relevantes para una vida activa y reflexiva en todos los campos de especialidad; (ii) agregar valor intelectual y generar valor económico en beneficio de los estudiantes, metas en función de las cuales será medido el desempeño y resultados de las instituciones y estas recibirán ayudas y financiamiento, y (iii) innovar en los formatos docentes mediante la utilización intensiva de las tecnologías digitales e internet.
Mientras tanto, aquí discutimos sobre si las instituciones deben ser estatales o privadas, la legitimidad de los negocios académicos, cómo deshacernos de las mediciones, cuánto dinero traspasar sin condiciones a las instituciones y sobre la gratuidad universal.
Segundo: el trabajo desarrollado en el marco de la Comunidad Europea para construir un multiranking de universidades; una suerte de mapa que describe a cada institución de acuerdo a su posición en un amplio espectro de dimensiones organizacionales: su misión e identidad, funciones esenciales, nivel de satisfacción de los usuarios, composición de los cuerpos académicos, grado de internacionalización, modalidades de financiamiento y vinculación con la sociedad, etc. Se busca de esta forma entregar información -lo más rica y variada posible- a los estudiantes y demás partes interesadas para facilitar la elección de programas, su comparación y valoración. Con esto se desea evitar la desmedida atención dada a las variables de insumo, antigüedad y prestigio que usualmente se asocian con los rankings de origen norteamericano, cuyo uso se ha extendido en Chile favoreciendo a las instituciones más ricas, añosas y reputadas.
Tercero: el enfoque sobre la diversidad institucional que se ha instalado mundialmente como horizonte próximo de la educación terciaria. Solo los académicos ultraconservadores sueñan aún con un mundo de pocas universidades, homogéneas, dedicadas a la investigación pura y la formación selecta. Esta imagen recoleta, suavemente aristocrática y ritual, choca con la realidad de unas instituciones que se han vuelto abundantísimas, son de provisión masiva, tienen misiones y funciones diversas, actúan disruptivamente a ratos y poseen varias características propias de la cultura contemporánea: mixtura de calidades, fluidez adaptativa, utilitarismo, secularización, consumismo, especialización y tecnificación.
Efectivamente, al comenzar el siglo XXI lo interesante no son las decenas de instituciones que en diversos países buscan imitar el modelo humboldtiano de universidad, sino las miles de organizaciones de conocimiento emergentes, algunas de las cuales operan en los canales digitales, otras volcadas hacia la comunidad, o a la atención de grandes números de estudiantes, o a innovar en la docencia a cambio de hacer una ganancia comercial, o en pequeños nichos alternativos, o a globalizar cursos locales a través de la web, o a promover investigaciones desde dentro y junto a los movimientos sociales, o a empaquetar conocimientos y hacerlos circular en la esfera pública y/o los mercados.
Allí, en esa nueva ecología de la elaboración y transmisión de los saberes -que no es claro si pueden todavía llamarse académicos-, germina una parte importante de la nueva educación superior que nuestro debate nacional no es capaz de reconocer ni le interesa analizar. Y de la cual, por lo mismo, no puede aprender. Resulta lamentable constatar que los experimentos innovadores en curso están situados más allá de nuestras fronteras y se hallan excluidos de nuestro debate educacional.
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