Trampa entredoctorantrs en China
Febrero 28, 2025

Necesitamos arreglar el sistema que impulsa a los jóvenes académicos a hacer trampa (traducción automática)

Wu Chaojin 19 de febrero de 2025 (texto original en inglés más abajo)

Desde una edad temprana, muchas personas están cautivadas por el encanto de la academia. Científicos como Newton, Einstein y Zhang Heng a menudo inspiran sueños de la infancia de logro intelectual. Estos iconos de la erudición simbolizan la búsqueda de la verdad y la comprensión por parte de la humanidad.

En la cultura confuciana, los estudiosos son vistos como la columna vertebral moral de la sociedad, encapsuladas en las palabras del filósofo de la dinastía Song Zhang Zai: “Establecer la mente para el Cielo y la Tierra, establecer el camino para el pueblo, continuar las enseñanzas de los sabios y llevar la paz a todas las generaciones futuras”.

Sin embargo, la realidad de la práctica académica a menudo choca con esta visión idealizada.

En mi estudio reciente, “Publicar o perecer: un estudio sobre la mala conducta académica en la publicación entre los estudiantes de doctorado chinos”, exploro cómo las presiones estructurales en el mundo académico dan forma a los comportamientos de los jóvenes académicos, particularmente en el entorno de alto riesgo de la publicación académica.

Si bien la investigación académica se ha visto tradicionalmente como una actividad noble, arraigada en la búsqueda de la verdad, la cultura académica contemporánea está cada vez más impulsada por las métricas, la competencia y las evaluaciones del rendimiento. Estas presiones, especialmente pronunciadas en China, han dado lugar a una mala conducta generalizada en la publicación entre los estudiantes de doctorado, planteando desafíos a la integridad de la academia.

Competencia feroz

La investigación académica ha sido considerada durante mucho tiempo como un esfuerzo sagrado, que requiere diligencia, curiosidad y un compromiso inquebrantable con la verdad. Sin embargo, este ideal a menudo vacila bajo el peso de las demandas académicas modernas. Los estudiantes de doctorado, en particular, se enfrentan a la dura realidad de “publicar o perecer”, donde la supervivencia académica depende de producir publicaciones de alta calidad bajo intensas limitaciones de tiempo y recursos.

En China, esta presión se ve exacerbada por la tensión entre la demanda de publicaciones y la oferta limitada de espacio para revistas. Con solo 812 revistas del Índice de Citas de Ciencias Sociales Chinas (CSSCI) y un número finito de artículos publicados anualmente, los estudiantes de doctorado deben competir ferozmente por oportunidades limitadas.

Esta escasez de recursos intensifica la ansiedad y empuja a algunos estudiantes hacia prácticas poco éticas, incluida la fabricación de datos, la autoría inadecuada y las presentaciones duplicadas.

Teoría de la anomia

Los hallazgos de mi estudio se alinean con la teoría de la anomia de Robert Merton, que postula que el comportamiento desviado surge cuando hay una disyunción entre los objetivos prescritos culturalmente y los medios institucionales para lograrlos.

Para los estudiantes de doctorado, el objetivo cultural es claro: publicar artículos para obtener un título, avanzar en sus carreras y obtener reconocimiento. Sin embargo, los medios institucionales para lograr este objetivo (investigación rigurosa, tutoría y recursos adecuados) a menudo son insuficientes o inaccesibles.

Esta tensión estructural impulsa diferentes formas de mala conducta académica. Por ejemplo, la mala conducta “innovadora” implica explotar las lagunas de las reglas, como agregar el nombre de un supervisor a un documento para aumentar sus posibilidades de aceptación. Un participante en mi estudio comentó: “Cuando me presenté a una revista CSSCI, agregué a mi supervisor como primer autor. La revista lo aceptó en dos meses, pero solo después de verificar las credenciales de mi supervisor”.

Otros estudiantes se involucran en mala conducta “ritualista”, cumpliendo con los requisitos institucionales sin un compromiso genuino con su investigación. Esto refleja el fenómeno cultural más amplio de “acostar plano” (tang ping), donde las personas se desenganchan de las presiones competitivas.

Un estudiante de doctorado compartió: “Nuestro supervisor se asegura de que nadie en nuestro grupo de investigación extienda sus estudios. Cuando llega el momento, nos ayudan a publicar artículos. Solo estoy esperando sus arreglos”.

Más preocupante es la mala conducta “rebelde”, donde los estudiantes rechazan las normas académicas recurriendo a la escritura fantasma o a la fabricación de datos. Tales acciones reflejan una completa desconexión de los valores de integridad académica, amenazando la credibilidad de la investigación y la reputación de las instituciones académicas.

La mala conducta académica a menudo es justificada por sus perpetradores como un mal necesario, impulsado por presiones sistémicas y cálculos racionales.

Sin embargo, estas acciones tienen consecuencias de gran alcance. Para las personas, ser atrapados puede destruir las perspectivas profesionales y empañar la reputación. Para la comunidad académica, la mala conducta erosiona la confianza, distorsiona los registros científicos y socava la búsqueda colectiva del conocimiento.

La naturaleza cíclica de la mala conducta es particularmente preocupante. Las revistas, que desconfían de las presentaciones poco éticas, pueden endurecer las restricciones o favorecer a los académicos establecidos, marginando aún más a los jóvenes investigadores. Esto, a su vez, perpetúa las mismas presiones que conducen a la mala conducta.

Cambio sistémico

Abordar la mala conducta académica requiere un cambio sistémico.

En primer lugar, las instituciones deben aliviar la tensión estructural a la que se enfrentan los estudiantes de doctorado proporcionando una mejor tutoría, reduciendo las cuotas de publicación y ampliando las métricas para la evaluación académica. En lugar de priorizar la cantidad, el enfoque debe cambiar a la calidad y el impacto social de la investigación.

En segundo lugar, es esencial crear entornos transparentes y de apoyo. Los canales de comunicación abiertos entre estudiantes, supervisores y editores de revistas pueden ayudar a mitigar los malentendidos y reducir el aislamiento que sienten muchos estudiantes. Como señaló un participante en mi estudio: “Después de múltiples rechazos y sin comentarios, consideré presentarme a varias revistas simultáneamente. Sabía que estaba mal, pero me sentía invisible en el sistema”.

Finalmente, fomentar una cultura de integridad académica es crucial. Las universidades deben enfatizar la capacitación en ética, asegurando que los estudiantes entiendan las consecuencias a largo plazo de la mala conducta y el valor de la erudición honesta.

Necesidad de un replanteamiento

El sueño de convertirse en académico a menudo se alimenta de un amor genuino por el conocimiento y el descubrimiento. Sin embargo, las realidades de la academia contemporánea pueden distorsionar este sueño, reemplazando la curiosidad por la competencia y la integridad por la conveniencia.

Mi estudio subraya la necesidad urgente de abordar los factores sistémicos que impulsan la mala conducta académica entre los estudiantes de doctorado en China y más allá.

Al repensar las estructuras y culturas de la publicación académica, podemos crear un entorno en el que los jóvenes académicos puedan prosperar ética e intelectualmente, manteniendo los ideales de la academia como una noble búsqueda de la verdad y la comprensión.

Wu Chaojin es investigador del departamento de filosofía y sociología de la Universidad de Jilin, Changchun, China.

Este artículo es un comentario. Los artículos de comentarios son solo la opinión de los autores y no de su empleador y no reflejan necesariamente las opiniones de University World

We need to fix the system driving young scholars to cheat

From a young age, many people are captivated by the allure of academia. Scientists like Newton, Einstein and Zhang Heng often inspire childhood dreams of intellectual achievement. These icons of scholarship symbolise humanity’s pursuit of truth and understanding.

In Confucian culture, scholars are seen as the moral backbone of society, encapsulated in the Song dynasty philosopher Zhang Zai’s words: “Establish the mind for Heaven and Earth, establish the path for the people, continue the teachings of the sages, and bring peace to all future generations.”

Yet, the reality of academic practice often clashes with this idealised vision.

In my recent study, “Publish or Perish: A study on academic misconduct in publishing among Chinese doctoral students”, I explore how structural pressures in academia shape the behaviours of young scholars, particularly in the high-stakes environment of academic publishing.

While academic research has traditionally been viewed as a noble pursuit, rooted in the search for truth, contemporary academic culture is increasingly driven by metrics, competition and performance evaluations. These pressures, especially pronounced in China, have given rise to widespread misconduct in publishing among doctoral students, posing challenges to the integrity of academia.

Fierce competition

Academic research has long been regarded as a sacred endeavour, requiring diligence, curiosity and an unyielding commitment to truth. However, this ideal often falters under the weight of modern academic demands. Doctoral students, in particular, face the harsh reality of ‘publish or perish’ where academic survival hinges on producing high-quality publications under intense time and resource constraints.

In China, this pressure is exacerbated by the tension between the demand for publications and the limited supply of journal space. With only 812 Chinese Social Sciences Citation Index (CSSCI) journals and a finite number of articles published annually, doctoral students must compete fiercely for limited opportunities.

This scarcity of resources intensifies anxiety and pushes some students toward unethical practices, including data fabrication, improper authorship and duplicate submissions.

Anomie theory

The findings in my study align with Robert Merton’s anomie theory, which posits that deviant behaviour arises when there is a disjunction between culturally prescribed goals and the institutional means to achieve them.

For doctoral students, the cultural goal is clear: publish papers to secure a degree, advance their careers and gain recognition. However, the institutional means to achieve this goal – rigorous research, mentorship and adequate resources – are often insufficient or inaccessible.

This structural strain drives different forms of academic misconduct. For instance, ‘innovative’ misconduct involves exploiting rule loopholes, such as adding a supervisor’s name to a paper to increase its chances of acceptance. A participant in my study remarked: “When I submitted to a CSSCI journal, I added my supervisor as the first author. The journal accepted it within two months, but only after verifying my supervisor’s credentials.”

Other students engage in ‘ritualistic’ misconduct, fulfilling institutional requirements without a genuine commitment to their research. This mirrors the broader cultural phenomenon of ‘lying flat’ (tang ping), where individuals disengage from competitive pressures.

One doctoral student shared: “Our supervisor ensures no one in our research group extends their studies. When the time comes, they help us publish papers. I’m just waiting for their arrangements.”

More concerning is ‘rebellious’ misconduct, where students reject academic norms outright by resorting to ghostwriting or data fabrication. Such actions reflect a complete disconnection from the values of scholarly integrity, threatening the credibility of research and the reputation of academic institutions.

Academic misconduct is often justified by its perpetrators as a necessary evil, driven by systemic pressures and rational calculations.

However, these actions have far-reaching consequences. For individuals, being caught can destroy career prospects and tarnish reputations. For the academic community, misconduct erodes trust, distorts scientific records and undermines the collective pursuit of knowledge.

The cyclical nature of misconduct is particularly troubling. Journals, wary of unethical submissions, may tighten restrictions or favour established scholars, further marginalising young researchers. This, in turn, perpetuates the very pressures that lead to misconduct.

Systemic change

Tackling academic misconduct requires systemic change.

First, institutions must alleviate the structural strain faced by doctoral students by providing better mentorship, reducing publication quotas and broadening the metrics for academic evaluation. Rather than prioritising quantity, the focus should shift to the quality and societal impact of research.

Second, creating transparent and supportive environments is essential. Open communication channels between students, supervisors and journal editors can help mitigate misunderstandings and reduce the isolation many students feel. As one participant in my study noted: “After multiple rejections and no feedback, I considered submitting to several journals simultaneously. I knew it was wrong, but I felt invisible in the system.”

Finally, fostering a culture of academic integrity is crucial. Universities should emphasise ethics training, ensuring that students understand the long-term consequences of misconduct and the value of honest scholarship.

Need for a rethink

The dream of becoming a scholar is often fuelled by a genuine love for knowledge and discovery. However, the realities of contemporary academia can distort this dream, replacing curiosity with competition and integrity with expediency.

My study underscores the urgent need to address the systemic factors driving academic misconduct among doctoral students in China and beyond.

By rethinking the structures and cultures of academic publishing, we can create an environment where young scholars can thrive ethically and intellectually, upholding the ideals of academia as a noble pursuit of truth and understanding.

Wu Chaojin is a researcher in the department of philosophy and sociology, Jilin University, Changchun, China.

This article is a commentary. Commentary articles are the opinion of the authors only and not their employer and do not necessarily reflect the views of University World News

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