Punto cero de la política
“Es una lucha sin cuartel. Y, por ende, sin cuidado por la gobernabilidad de la democracia”
Distinto sin embargo es lo que ocurre en el plano propiamente político, donde oficialismo y oposición actúan sin moderación alguna. O sea, con absoluta falta de cordura, sensatez y templanza en las palabras o acciones. De lado y lado hay una lucha desatada en todos los frentes relevantes, con participación de las élites contendoras, sus partidos, grupos influyentes, figuras públicas, medios de comunicación y redes sociales.
Donde sea que se mire se percibe el fragor de estas batallas.
En el Parlamento, por ejemplo, donde mediante la extorsión presupuestaria se deciden materias altamente complejas en pocos días, a veces en horas. O donde comisiones investigadoras cruzadas y amenazas de acusaciones constitucionales se convierten en armas arrojadizas.
Lo mismo en el espacio de la opinión pública. Cunden los escándalos políticos, sexuales y financieros, con un fuerte impacto sobre la confianza y legitimidad de las instituciones y procedimientos democráticos. Incluso los poderes del Estado se ven envueltos en esta espiral que desciende hasta los infiernos.
En el núcleo mismo de la esfera política, donde la lucha se codifica en términos de gobierno y oposición, izquierdas y derechas, se observa una verdadera guerra de guerrillas —ataques móviles a pequeña escala— buscando dañar y desalojar de sus posiciones al adversario o, al menos, desbarajustar sus planes. Es una lucha sin cuartel. Y, por ende, sin cuidado por la gobernabilidad de la democracia y las consecuencias de su deterioro sobre la población.
Todavía ayer la nueva izquierda frenteamplista y el PC jugaron este juego contra el gobierno de Piñera. Hoy las derechas —y sus redes de poder— convergen en la misma estrategia: “golpear al enemigo cuando está desordenado”. Y qué duda cabe, últimamente el Gobierno se desordenó y se halla en extremo vulnerable.
No sorprende, por lo mismo, la consigna libertaria “me voy de Chile”. Muestra, metafóricamente, la frustración ante la inoperancia de la política y la prevalencia del ánimo bélico al interior de ella. Involucra una pérdida de esperanza cívica, el retiro de la confianza en las instituciones y una contaminación del medio ambiente democrático. Al final, el deslizamiento hacia el autoengaño autoritario de derechas e izquierdas; un punto cero de la política.
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