América Latina: el costo de tener un título universitario
La educación superior en América Latina abre sus puertas a cada vez más estudiantes. Entre 2011 y 2020, la matrícula creció en un 35%, según un informe de la Red de Índices, de la Organización de Estados Iberoamericanos. El 2020, había unos 30 millones de estudiantes en esta área.
El sueño de tener un título profesional, logrado con estudio y esfuerzo, para muchos jóvenes implica también un fuerte endeudamiento. En Chile, un proyecto de ley presentado por el presidente Gabriel Boric busca condonar y reprogramar parte de la deuda estudiantil, lo que podría beneficiar a más de un millón doscientas mil personas. Al mismo tiempo, crea un nuevo sistema de financiamiento en la educación superior.
El debate sobre el costo de obtener un título universitario y las formas de financiamiento no solo preocupan en Chile. Al otro lado de la cordillera, en Argentina, donde la universidad estatal pública y gratuita ha sido uno de los pilares del sistema educativo, docentes y estudiantes han salido a la calle en protesta ante el anuncio de recorte del presupuesto de las universidades por parte del presidente Javier Milei.
“América Latina es una de las regiones de mayor diversidad, heterogeneidad, fragmentación, desigualdad y segmentación del mundo. El sistema de educación superior se parece al de Estados Unidos, donde hay instituciones de muy baja calidad, pero de amplio acceso, hay otras de buena calidad y de amplio acceso, otras de mediana calidad que cobran mucho y otras que son de elite, que cobran muchísimo”, dice a DW Axel Didriksson, investigador titular de la Universidad Nacional Autónoma de México, UNAM.
El académico divide la educación superior latinoamericana en tres grupos: un 5 % de instituciones privadas caras, llamadas de elite; un 15 % de macro universidades públicas de excelencia, que hacen investigación, gratuitas o de bajo costo; y, por último, cerca de un 80 % de públicas o privadas “de garage”, de costo medio o bajo, que no tienen buenas bibliotecas ni instalaciones y no hacen investigación, sino que se enfocan básicamente en la docencia.
Panorama diverso
La realidad en América Latina en cuanto a prevalencia de la educación superior pública y privada, costos de los aranceles y tasa de estudiantes por país es sumamente diversa. “Hay desde países donde la educación superior es completamente gratuita para todos los estudiantes, lo que ocurre solo en Cuba, y para una gran mayoría en Argentina y Uruguay”, dice a DW José Joaquín Brunner, académico de la Universidad Diego Portales (UDP).
“En el otro extremo hay situaciones en que la gran mayoría paga por la educación superior, como es el caso de Brasil, donde esta es ofrecida por empresas con fines de lucro y una parte significativa es a distancia. Gran parte de los jóvenes de menores recursos en ese país accede a ese tipo de oferta”, agrega el experto chileno.
Los jóvenes brasileros de familias de mayores recursos, en cambio, van a universidades gratuitas del Estado como la de Sao Paulo, pues obtienen habitualmente altos puntajes en el sistema de selección, debido a que cuentan con un mayor capital educacional.
En Chile, más del 80 % va a planteles privados. Este país tiene, además, algunas de las casas de estudio más caras de la región. Por la carrera de Medicina, la Universidad Católica de Chile, una de las más antiguas y mejor rankeadas de América Latina, cobra un arancel mensual de unos mil euros. En contraste, la Universidad de Sao Paulo, primera en el ranking Scimago, es gratuita.
Calidad y precios
Desde 2016, los jóvenes chilenos que pertenecen al 60 % de menores recursos relativos en la sociedad, asiste gratuitamente. Otra parte paga aranceles y cuenta con crédito estudiantil. Si provienen de familias muy pudientes, pagan directamente, explica Brunner.
El experto de la UDP afirma que, aunque el cobro de la universidad en Chile es caro, en la práctica el conjunto de apoyos financieros, como becas y créditos, vuelve a esa universidad accesible, lo que permite una alta tasa de matrícula.
No existe un patrón o asociación entre el sistema de pago y la calidad. Existen universidades privadas pagas de excelencia, y otras estatales gratuitas igualmente reconocidas. Las tasas de matrícula de las privadas también son muy dispares. Las más altas se observan en Argentina, Chile y Uruguay.
Y también hay sorpresas, sostiene Brunner: “De acuerdo con los datos del Banco Mundial, por lejos, el país que tiene una mayor proporción de jóvenes, del 20 % de las familias más pobres, en la educación superior es Chile, que ha tenido tradicionalmente un sistema alto en pago, pero con becas y créditos, y ahora, con una parte de gratuidad. Aquí, el 40 % de ese quintil más pobre asiste a la educación superior. El promedio de América Latina es más o menos un 15 % de ese grupo”.
“En América Latina tenemos todas las combinaciones imaginables. Lo que interesa es, en cada país, si el sistema es capaz de tomar a los jóvenes que están en edad de estudiar. Ahí tenemos que Chile y Argentina, con dos sistemas completamente distintos, están entre los países con mayor tasa de participación del mundo, sobre el 90 %”, agrega. En algunos países de Centroamérica, en tanto, menos del 20 % tiene la capacidad de acceder a la educación superior.
Endeudados por estudiar
Uno de los casos más críticos es el de Estados Unidos, donde hay más de 43 millones de deudores estudiantiles. Aunque a otra escala, el caso de Chile es similar y bastante único en América Latina, en cuanto a la cantidad de deudores, intereses involucrados y altos montos acumulados.
En ese país sudamericano, muchos lograron estudiar gracias al sistema de crédito. En opinión de Brunner, en sus orígenes, el crédito estaba mal diseñado y dio pie a que los estudiantes acumularan importantes deudas. Una parte incluso no tiene posibilidad alguna de pagarlo. Son personas de bajos recursos, que no se titularon, no tienen empleo, estuvieron morosos por años, y a causa de los altos intereses que existían originalmente, acumularon esta carga.
A ese grupo, de unas 70 mil personas, apunta principalmente la condonación propuesta por el mandatario chileno Boric. También considera reprogramar las deudas de más de un millón de personas. En opinión de Brunner es una “buena solución para todos y da una señal clara de que las deudas hay que pagarlas”.
Desafíos para América Latina
Para Didriksson, las reformas de gobiernos progresistas a finales del siglo XX y principios del XXI hicieron avances en la inclusión educativa. Y más recientemente, destaca “la creación de universidades públicas en lugares apartados y marginados en México, que pone el acento en evitar la desigualdad, además de programas de becas que dan la posibilidad de ingresar a las instituciones”.
Brunner observa que “tener buenas universidades en todo el mundo resulta muy caro. Entonces, en América Latina es un gran desafío, porque los países se están moviendo en la dirección de Argentina y Chile, que es ampliar la cobertura de educación superior”.
Al respecto, estima que no es lógico y resulta carísimo que todos los jóvenes hagan carreras universitarias: “Hay que tener formaciones más cortas y de carácter más técnico, que le permitan a la gente estudiar y empezar a trabajar, y luego seguir estudiando, si así lo quieren”.
El otro gran problema es cómo países con el ingreso per cápita de América Latina pueden financiar una educación superior masiva de manera sustentable y sistemas cada vez más masivos, complejos y caros. “El Estado no está en condiciones de hacerse cargo. La gran respuesta, que no les gusta a todos políticamente, es que haya sistemas de financiamiento mixto, donde el estado paga una mitad y los estudiantes, la otra, y con sistemas de crédito estudiantil muy bien diseñados”, apunta Brunner.
En opinión de Didriksson, “a nivel público es deseable que la educación estatal no sea una mercancía. Es un bien público y social y un derecho humano. Debe tender de forma gradual y progresiva a la gratuidad. Además, genera capital humano de alto nivel, profesional y técnico, que nos permite tener un impacto social en un desarrollo con bienestar”.
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