Rugidos, privatización y motosierra: detrás de la propuesta cultural de Javier Milei
Si llega al poder, el libertario promete disolver el Ministerio de Cultura y terminar con Télam, el INCAA y el CONICET. Retrato de un candidato construido a partir de esoterismo, extravagancia, insultos y el sueño de la dolarización.
POR JUAN MANUEL MANNARINO, Roling Stone, SEPTIEMBRE 23, 2023
MAURO V. RIZZI (ARCHIVO LA NACIÓN)
“Por favor, no huyan de mí. Yo soy el rey de un mundo perdido”. Y luego: “Soy el rey, te devoraré, toda la casta es de mi apetito. Viva la libertad carajo”.
El fragmento adaptado de “Panic Show”, la canción de La Renga, es el clímax del mundo cultural de Javier Milei, el líder neoliberal gestado en los sets de televisión, de tan corta experiencia política como de débil estructura partidaria, hoy acompañado por una candidata a vicepresidenta, Victoria Villarruel, que organiza actos en la Legislatura porteña por la memoria de las víctimas del “terror guerrillero”.
Más allá de que la banda de Mataderos manifestó su desacuerdo, el hombre de pelo revuelto -que le cuida la militante y cosplayer Lilia Lemoine, quien dijo estar “disfrazada” de candidata a diputada-, chaqueta de cuero y patillas a lo Menem, apela a la épica rockera desde sus tiempos de juventud, confeso fan de los Stones y de las performances de Mick Jagger. Se ha definido varias veces como cantante aficionado -con imitaciones de un ídolo pop, curiosamente peronista: Leonardo Favio-, su refugio después de sufrir bullying en la infancia y la adolescencia, algo que despertó sus primeros brotes de furia. «El punk de la economía», lo catapultaron cuando irrumpió fuerte en los medios, en 2017 -a fines de ese año, en efecto, nació su primer cuenta fan en Youtube, que llevaba el nombre premonitorio “Milei presidente”-. Cool para algunos, revulsivo para otros, tan freak como rebelde y estrella de TikTok.
Milei, guerrero de una batalla cultural: “Contra la casta de políticos ladrones y empresarios prebendarios, sindicalistas que entregan a los trabajadores y profesionales que son operadores del poder, llámese economistas o periodistas en micrófonos ensobrados”.
“Milei profesa una ideología antipluralista, contra la multiculturalidad, no defiende la libertad de quien piensa diferente a él, e integra una red internacional que incluye a toda la extrema derecha global, con fuerzas desde Estados Unidos y Brasil, hasta España y Chile, una articulación internacional para destituir los mecanismos asentados de decisión popular”, analiza el antropólogo Alejandro Grimson, investigador del CONICET y autor de libros como Los límites de la cultura(Siglo XXI).
Su figura, aunque performática y de retórica provocativa, se da aires académicos y apela a lecturas variadas, a pesar de que acumula denuncias de plagio y siembra citas con pies de barro -así se lee en la biografía El loco(Planeta), del periodista Juan Luis Gónzalez, donde se demuestra que Milei copió y pegó decenas y decenas de páginas en artículos y libros como El fin de la inflación).
“No es un líder, es un síntoma”, suele decir sobre él Domingo Cavallo, apelando a la tradición psicoanalítica. “Es un síntoma desgraciado -amplía el crítico musical Diego Fischerman a ROLLING STONE-. Hace diez años, en Austria, los sectores de ultraderecha empezaron a decir que estaban podridos de que el Estado financiara la pintura, la música, cosas que no le interesaban a nadie. Eso fue algo que Macri no se animó a decir del todo, pero comparte. A eso se refiere Milei, y vence aquel antiguo pensamiento liberal que creía que a través de la educación se podía llegar a una igualdad de derechos y al buen gusto de la elite iluminada. Por eso es una novedad cultural en Argentina”.
No hay, sin embargo, demasiado espacio para la cultura en los discursos de Milei. No existe tampoco un gramo de gestión ni planificación cultural en su antiestatismo dogmático. Su plan “motosierra”, de recorte extremo del Estado, es tajante: ha dicho que el Ministerio de Cultura, como tantos otros, desaparecerá. Planea privatizar o cerrar todas las empresas estatales, y destacó en ello a Télam, la TV Pública, CONICET, INCAA, INADI y “todas las demás entidades que sirven de refugio para los ociosos políticos”.
La plataforma electoral nacional de su partido, La Libertad Avanza -LLA, donde formaliza su programa de gobierno-, explicita que en una primera instancia se trabajaría en un recorte significativo del gasto público y una reforma para reducir impuestos, “con una flexibilización en los ámbitos laboral, comercial y financiero”. Y en la educación, la creación de un sistema de vouchers o cheques para distribuir los fondos a los padres, “de modo que se financie la demanda en lugar de la oferta”, así como la eliminación de la obligatoriedad de la Educación Sexual Integral.
Pero no hay ningún renglón explícito sobre el arte ni la cultura. Nada, al menos, que no esté atado a la reforma laboral o a la reforma de la administración del Estado. “Las Universidades públicas tendrán que arancelar la enseñanza y reestructurar su oferta académica para adecuarse a la demanda del alumnado, tal como lo hace cualquier universidad privada”, dice en un fragmento sobre la reforma educativa, poniendo el foco en el quid de la cuestión según la prédica libertaria: nada que no responda a una demanda, nada que no sea de probada eficiencia económica y que no respete el libre juego del mercado y de la inversión, será financiado por el Estado.
No es ajena, entonces, la cultura a lo que la plataforma contempla: un ajuste feroz del gasto público y una retirada del Estado -aunque no está claro en qué términos- de algunas de sus funciones básicas: educación, salud, ciencia y asistencia a las provincias. Según José Natanson, periodista y politólogo, director de El Dipló edición Cono Sur, la perspectiva de un plan de ajuste como el que promete Milei es directamente explosiva. “En un escenario de esta naturaleza, Milei no tendrá muchas más opciones que desistir de sus políticas o avanzar a lo Margaret Thatcher, es decir prohibiendo paros y reprimiendo marchas”, escribió en uno de sus últimos editoriales, refiriéndose a la cultura sindical y las organizaciones sociales argentinas acostumbradas a una gimnasia de protesta permanente.
“Estamos hartos de las dictaduras de las minorías, donde unos pocos progres culposos nos dicen cómo tenemos que vivir”, ha dicho la candidata a vicepresidente de Milei, Victoria Villaruel, apodada la “Dama de hierro” por su simpatía con Thatcher. El nexo con el thatcherismo lo explicó el economista Claudio Katz en una reciente entrevista radial con Alejandro Bercovich. “Tanto Bullrich como Milei tienen un proyecto explícito de quebrar las organizaciones populares por la fuerza. Bullrich lo demostró en Jujuy y Milei con Villaruel, directamente con el combo de indulto a los genocidas y reivindicación de Videla. Y no es que Massa sea un exponente del progresismo, así lo demostró con su silencio con lo que pasó en Jujuy, su relación de antigua data con la embajada norteamericana y su coqueteo con la mano dura de Berni, pero forma parte de una coalición política que rechaza la represión como horizonte futuro”, reflexionó Katz.
Y concluyó, trazando el paralelismo con la cultura de derecha británica en el tridente ajuste-resistencia-represión: “La Argentina sigue teniendo el movimiento sindical más importante de América Latina, el movimiento social más vigoroso de la región y conciencia democrática. Y Milei viene a derrotar eso con un proyecto a lo Thatcher, esa es su cultura política. Golpear al movimiento obrero, derrotarlo y generar un clima para avanzar en todos los planos”.
¿Cómo ubicar en el mundo de las ideas a Milei, además de sus simpatías y enlaces políticos? Para Lucas Reydó, investigador del Laboratorio de Estudios sobre Democracia y Autoritarismos de la UNSAM, el pensamiento de Javier Milei es heredero de la Escuela de Economía de Austria y su nexo con el liberal-libertarianismo. “Bajo esta escuela, las nociones de cultura y sociedad son más bien dejadas de lado en favor de una reivindicación del individuo y sus derechos fundamentales, o como afirman ellos, ´naturales´: la vida, la libertad y la propiedad”, analiza Reydó en diálogo con ROLLING STONE.
La “cultura”, entonces, debería definirse por el devenir que el mercado le otorgue a los productos culturales que más éxito generen. “En el cine las películas de superhéroes, en los libros el género de autoayuda, y en la música el trap”, ejemplifica el investigador. De todos modos, hay poca evidencia de que efectivamente se reivindiquen dichos productos culturales, cuando más bien lo que ocurre -piensa Reydó- es una reacción a las intervenciones del progresismo contemporáneo en términos de derechos civiles que, según los libertarios, amenazarían a la institución familiar -ESI, Identidad de Género, Matrimonio Universal-. “En ese sentido, la pata cultural de Javier Milei se llama Victoria Villarruel”, afirma Reydó.
La Escuela de Economía Austríaca -que hoy tiene un lugar marginal en el debate académico- nace a fines del siglo XIX para combatir la teoría del valor smitheana y más tarde, a principios del siglo XX, al marxismo y a sus movimientos revolucionarios. Esta “batalla cultural” será el producto teórico por excelencia de esta escuela durante todo el siglo XX y Milei se presenta como gran estudiante de sus gestores: Böhm Bawerk, von Mises, von Hayek, Rothbard, Rand, Friedman. Pero sería difícil creer, dice Reydó, que el votante promedio de Milei esté convencido de que su voto significa una batalla contra el comunismo. “Dentro de una teoría que no acepta bemoles, la apelación a la batalla contra el comunismo logra subsumir toda intervención estatal a un gesto de inutilidad colectivista”, precisa Reydó.
Quizás el exponente académico e intelectual más importante que tenga hoy el libertarianismo sea la ESEADE (la Escuela Superior de Economía y Administración de Empresas), fundada por Alberto BenegasLynch hijo, “el gran profesor” de Javier Milei. La ESEADE entregó a Milei el doctorado Honoris Causa. “Las universidades públicas de larga trayectoria intelectual e institucional difícilmente le den más cabida de la poca que ya le han dado”, sugiere Reydó.
Baste revisar la propia presentación que hace Javier Milei en la página de su partido para conocer su adscripción simbólica. Detrás del estruendoso “No vine a la política a guiar corderos, sino para despertar leones”, se lee una suerte de autobiografía. Un Milei que reivindica una sola era democrática, la década del 90, que no es otra cosa que una reivindicación pública de Carlos Menem.
“Nací el 22 de octubre de 1970 en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Soy hijo de padres de clase trabajadora, mi padre fue colectivero y mi madre ama de casa -padres que, no dice en su presentación, significaron un verdadero infierno familiar y a los que suele nombrar como “progenitores”-, me crié y aún resido en la ciudad. Desde chico supe que quería estudiar economía, de joven incursioné en el fútbol y la música, pero todavía me esperaba mi verdadera vocación. Luego de la hiperinflación de 1989 decidí estudiar economía para comprender el fenómeno monetario y social que afectó a la Argentina y en 1993 me recibí de Licenciado en Economía de la Universidad de Belgrano”.
“Basta de gastar en estupideces”, dijo recientemente Ramiro Marra, candidato a jefe de Gobierno porteño y hombre de confianza de Milei, refiriéndose al eventual cierre del INCAA, si resultara ganador. En esta línea de pensamiento, el arte y la cultura son percibidos por LLA como actividades secundarias, prescindibles, hasta inútiles. “Para eliminar el déficit fiscal, necesitamos eliminar de raíz todos los gastos públicos que no sean realmente vitales”, agregó Marra, que acaba de publicar el libroViva la libertad (Planeta). Allí escribe: “¿Cómo bajar la inflación, hacer crecer la economía, mejorar la educación y reforzar la seguridad desde una perspectiva liberal? ¿Podemos volver a ser -incluso superar- esa gran Argentina que fuimos a fines del siglo XIX?”. La cultura, una vez más ausente del ideario liberal, salvo en máximas como “el calentamiento global es un invento del socialismo”.
Sobre lo que sí hablan desde el espacio de Milei es de tener “armas” para el debate en la batalla cultural y política. La idea de batalla cultural, en efecto, es su principio paradigmático. El historiador Pablo Stefanoni, en su libro ¿La rebeldía se volvió de derecha?(Siglo XXI), estudia cómo la nueva derecha logró imponer la idea de que la izquierda había perdido la batalla política y económica, que había visto caer a la Unión Soviética y al Muro de Berlín, pero que había ganado en un frente crucial: “el marxismo cultural” -de acuerdo a los libertarios- se quedó con el monopolio de todos los ambientes de debate, discusión y ampliación de ideas. En esa línea, entonces, existe una elite progresista que sigue imponiendo su visión del mundo.
“La transgresión cambió de bando. Es la derecha la que dice ´las cosas como son´, en nombre del pueblo, mientras que la izquierda -culturizada- sería sólo la expresión del establishment y del status quo. La derecha vendría a revolucionar, la izquierda a mantener los privilegios vigentes. La derecha vendría a patear el tablero de la corrección política y a combatir a la policía del pensamiento”, dice Stefanoni. Una idea con la cual comulga el politólogo mileista Agustín Laje, que sacó un libro titulado La batalla cultural(Hojas del Sur), concepto tomado del filósofo marxista Antonio Gramsci: el llamado de una resistencia contra la supuesta hegemonía ideológica de la izquierda. Explícitamente, Laje en su prólogo habla de promover “acción política” para la gesta de una nueva derecha.
Para el sociólogo Pablo Alabarces, no es algo novedoso. “Los libertarios exhiben que la cultura ha sido colonizada por la izquierda, es una idea viejísima, gramsciana -dice, en charla con ROLLING STONE-. Ellos le agregan la antiglobalización. Son discursos propios de un terraplanista, endebles y poco sólidos, pero eficaces, están amoldados a un mundo donde la argumentación dura 280 caracteres. Milei parece un extremo del límite intelectual, que llega hasta Patricia Bullrich. A los mileistas les va a costar mucho encontrar a un tipo que firme una solicitada, no tienen más cuadros ideológicos que El Dipy”.
Están los casos de Donald Trump en Estados Unidos, Jair Bolsonaro en Brasil, Vox en España, Giorgia Meloni en Italia. Y José Antonio Kast en Chile, cercano a Vox, que ganó en la elección de constituyentes. Sin embargo, los libertarios y la extrema derecha en Argentina, a diferencia de lo que ocurre en países como Francia o Brasil, no tienen ni diarios ni semanarios ni radios propias, como tampoco sus cuadros ocupan puestos gerenciales o de jerarquía en puestos relevantes del mundo cultural.
“Milei abraza el paradigma meritocrático del esfuerzo individual, de los que pedalean en Rappi, los de Uber, los que apuestan a las criptomonedas, los artistas que lo único que necesitan para triunfar es un teléfono, el amplio campo cultural de las nuevas tecnologías: libertad para elegir, libertad para crear, libertad para ser autónomos. A todos ellos, el universo cultural del Estado los jode con los impuestos, los arruina, no les permite crecer. Esa idea de Estado protector, de igualador social, poco tienen que ver con las trayectorias laborales, atomizadas, precarizadas y zigzagueantes de los jóvenes de hoy”, analiza Alabarces.
No existe un grupo de intelectuales en torno a Milei, desliza José Natanson a ROLLING STONE. “¿Cuántos profesores universitarios o grupos de artistas apoyan a Milei? -se pregunta-. No los vi, probablemente haya más alumnos que profesores. Hay nuevos influencers/polemistas, como Agustín Laje y Nicolás Márquez, que son intelectuales en tanto trabajan con las ideas, ellos sí forman parte del armado mileista”.
“Vas a la librería y seguro encontrás el libro de Milei, el de Laje, pero rodeado de 400 libros de izquierda. Vas al teatro, lo mismo. Vas a ver una película, lo mismo. Por esto Javier es tan querido en los barrios populares, porque terminamos siendo lo políticamente incorrecto, que en realidad es políticamente coherente. Milei funciona porque nosotros somos el sentido común”, piensa Iñaki Gutiérrez, el joven de 22 años que maneja las redes de Milei. “¿Hasta cuándo la pelotudez del lenguaje inclusivo? Si vos querés hablar con X todo bien, pero no lo impongas. Este fenómeno es más cultural que político”, enfatizó el influencer Emmanuel Danann, integrante del “Ministerio del Odio”, un grupo de tuiteros e influencers de la nueva derecha que se armó en la pandemia.
Allí está el líder, sin dejar de sentir la “misión” que le encomendó “el número uno”, Dios, la de llegar a ser presidente, invocando a su hermana Karina, indispensable hasta para conseguir una amiga veterinaria que en su rol de médium hizo que Milei “hable” con su perro Conan -como lo contó Juan Luis González en su biografía El Loco-. La topadora que en pocos años aglutinó a liberales, hijos de genocidas y apologistas de la dictadura, libertarios, mercaderes de la política, radicales y peronistas arrepentidos, ex carapintadas, conservadores, anti cuarentena y anti kirchneristas, pañuelos celestes, emprendedores y cultores del mercado, defensores del esfuerzo y el mérito individual, nacionalistas duros, odiadores seriales que festejaron el atentado contra Cristina Kirchner, empresarios de la talla de Ernesto Eurnekian -que fue una suerte de sponsor-, influencers y trabajadores precarizados. Figura irresistible para una cultura hegemónica, la televisiva, y personaje mediático que se convertiría en viral de todas las redes sociales.
Capaz de atraer como de expulsar sin medias tintas, como pasó con su compañero economista inseparable Diego Giacomini -que se convirtió en su principal crítico- u otros personajes fundamentales que se corrieron, como el abogado Carlos Maslatón –“se reemplazó a la militancia liberal por la creación de un sistema de franquicias pagas, ¿por qué se corrompieron?”, se preguntó el ahora ex libertario-, el estratega político Mario Russo -“el tipo de locura de Javier es como la de Bilardo”, dijo en una entrevista-, el influencer El Presto –“Milei es un cagador, vendió los ideales que había jurado representar”-, o la diputada porteña Rebeca Fleitas y la ex militante libertaria Mila Zurbriggen como Juan Carlos Blumberg, que ratificaron sus acusaciones en la causa que investiga la supuesta venta de candidaturas en la organización política. Más allá de sus charlas en dólares en el exterior -“vivo de conferencias que me pagan en dólares”-, o de sus cenas millonarias, Milei, hoy, vive tranquilamente de los ingresos de Youtube por los millones de reproducciones que tiene su canal, casi el triple que la cuenta oficial de Cristina Kirchner.
“Vos siempre tuviste condiciones, pero eso sí: no te olvides que yo soy el tipo que te puso a jugar en Primera”, le exhortó Alejandro Fantino, su periodista favorito junto a Viviana Canosa, que viró su apoyo a Bullrich. Los especialistas concuerdan en un punto: si Milei se convirtió en fenómeno político fue porque antes fue un fenómeno mediático y de las redes, allí donde contó una y otra vez cómo mandó a hacer en Estados Unidos los clones de Conan, sus enormes mastines, “hijitos de cuatro patas”.
Mística, religión, esoterismo, economía, medios, look extravagante y dosis justa de insultos y agresiones. Entre lo kitsch y el delirio, entre lo bizarro y lo psiquiátrico, Milei es hipnótico, no aburre, “parece humanamente roto, cuando se pone loco se pone loco en serio, parece odiar de verdad, empatiza con la gente que está enojada y tiene bronca”, escribe su biógrafo no autorizado Juan Luis González. Ni sólo rabia, ni sólo antipolítica: en el ánimo de los votantes también hay ilusión, expectativa, esperanza. “¿Quién puede verse conmovido por Rodríguez Larreta? En cambio, Milei conmueve, es un tipo que te propone una solución integral que es hacer todo muy distinto y hay un sector importante de la gente que le va a creer”, aporta José Natanson.
Bajo un descomunal éxito en los clicks -es el político argentino con más seguidores-, Milei se fragmenta en los recortes de WhatsApp. “Yo vi tres veces la resurrección de Cristo, pero no lo puedo contar. Dirían que estoy loco”, le dijo alguna vez a un amigo. Su raid mediático lo llevó a hacer funciones en el teatro, donde mezclaba humor con economía. El espacio escénico, estamento tradicional de la cultura, significó otra fuente de legitimación, como cuando hizo búnker en el Luna Park o cuando se presentó en el Foro Llao Llao en Bariloche y a la vez en la Feria del Libro en la Rural.
¿Milei dice todo lo que piensa, como parecen confiar sus votantes? ¿Podrá poner en práctica todo lo que dice, en el caso de conquistar el poder? ¿Cómo hizo un outsider para encabezar una lista en una elección en Argentina y ser la principal opción de una sociedad rota, hundida en la pobreza? ¿Cómo administrará las posibles reacciones y resistencias sociales? ¿Con los mismos agravios que usa cada vez que se le pregunta lo que no desea?
Tal vez eso fue lo que sintió el periodista de The Economist cuando lo entrevistó para la revista más influyente en economía y que milita ideas del libre mercado. Ese artículo cargó duro contra Javier Milei: dijo que es “autoritario” y un “riesgo para la democracia”. Y que el candidato parece más “un académico excéntrico que un aspirante a Presidente”. “A pesar de sus credenciales neoliberales, tiene una vena autoritaria”, fue la sentencia de la revista, a la cual seguramente desconozcan la mayoría de los votantes, que quizás ni se interesen en favoritismos específicos de Milei como su credo “miniarquista”.
A comienzos de 2022, Beatriz Sarlo planteó un duro análisis del candidato: “Milei es lo más peligroso que hay porque el populismo de derecha es temible y él es un populista de derecha. Tiene la percepción de repetir lo mismo que me dice la gente por la calle: ‘Son todos iguales, son una porquería, yo no creo en nada…’. Milei ha interpelado a ese sector que es enorme: los que cayeron de las capas populares y los que eran asalariados y dejaron de serlo. Usa el mismo discurso y eso sucedió en general con los fascismos”.
A las pocas horas, Milei le respondió a Sarlo desde el piso de Crónica TV con una de sus frases hechas: “Dice que soy peligroso. ¿Es peligrosa la libertad?”. Los seguidores de Milei la insultaron en las redes, la descalificaron por su edad. Una cuenta fan del candidato a presidente con 47 mil seguidores compartió el video. “Milei destrozó a la zurda de Sarlo”, dijo el tuit.
“No votan por Milei, votan contra el sistema. Los gritos de Milei son los globos de Macri del 2015”, asevera Jaime Durán Barba, apostando a la campaña emocional. ¿Es Milei el nuevo Hitler, como lo comparó el presidente colombiano Gustavo Petro? ¿Hay una demonización de su figura?
“Las acusaciones de fascista son, antes que cualquier otra cosa, políticamente ineficaces, como la idea de que Milei transformará la democracia argentina en un régimen totalitario”, contrapone Natanson, proclive a pensar en un giro cultural ultraconservador. Los análisis siguen en pugna. El historiador Enzo Traverso, en el libro La extrema derecha en América Latina (Le Monde diplomatique), habla de posfascismo, con el ascenso de la derecha radical como rasgo destacado de la situación internacional actual. Hoy, dice Traverso, los partidos de extrema derecha están en el poder en varios países europeos y se sienten fuertemente representados en la Unión Europea, y con Trump en Estados Unidos y Bolsonaro en Brasil, la tendencia adoptó una dimensión global. Escribe Traverso: “El pueblo bueno del imaginario posfascista es nacionalista-populista, conservador, antifeminista, homófobo, xenófobo y alimenta una clara hostilidad contra la ecología, el arte contemporáneo y el intelectualismo”.
Martín Rodríguez, co-editor de la revista Panamá, dice que el mileismo generó “un pueblo”. Para ese pueblo, piensa, muy poco se resuelve en el eje izquierda-derecha: hay un reclamo de eficiencia, de protección y un cuestionamiento al “privilegio” que se compatibiliza con uno de orden. Alejandro Grimson apunta que Bolsonaro perdió la reelección, pero en cuatro años de gobierno dejó a un cuarto de la población ideológicamente consolidada. “Eso aún no ocurrió en Argentina. Esa será la batalla cultural de Milei”, enfatiza, más allá de todo pronóstico electoral. En el camino, Milei acumuló punteros del peronismo bonaerense, barrabravas, con venta de cargos en la lista -“en el espacio anticasta se hacía exactamente lo contrario a lo que se decía”, escribe el periodista Juan Luis González en su biografía-, y después de la arrolladora victoria en las PASO, luce más moderado, más “político”.
El amplio discurso anticasta y promercado, que antagonizó exitosamente contra los dos grandes partidos, “hizo carne no sólo entre las juventudes, los chetos y los varones, sino en una multiplicidad de sujetos”, como escriben Pablo Semán y Nicolás Welschinger en la nota 11 tesis sobre Milei de revista Anfibia. En una época de hegemonías débiles, bajo una crisis política que “se despliega en cuotas, con una reducción progresiva de los centros y una tendencia incipiente hacia los extremos”, de acuerdo al periodista Fernando Rosso, ni siquiera importa tanto lo que Milei piense. ¿O sí?
“Lo verdaderamente trascendental es que miles de argentinos están convencidos de que él es su salvador”, reflexiona Juan Luis González. ¿Milei es, en definitiva, uno más de la casta? ¿Habrá una cultura de derecha que se alineará para frenar al candidato de ultraderecha, como ocurrió en Francia? ¿Crece Milei ante el nivel de desinformación de la audiencia? ¿Es el inesperado verdugo del PJ, como sugirió Carlos Pagni?
Pagni lo compara con Axel Kicillof, analizando el capital cultural. Dice que son dos historiadores económicos. “Creen que hay recetas. Están fascinados con la teoría. Prescinden de los números, de las circunstancias históricas, de la política. Te recitan libros”, dijo el periodista en una entrevista para revista Crisis. Así, los libertarios como Milei son exponentes de un nuevo clima de época, pero no reniegan de los usos ortodoxos de la cultura: escriben libros y artículos, son personas ideológicas y programáticas, dan clases y conferencias, discuten en el ágora pública.
¿El mercado debe verduguear a la política, la gran culpable, y Milei es el nuevo populista de derecha? ¿Representa un “populismo de la libertad”, como lo llaman Pablo Semán y Nicolás Welschinger?
En los últimos tiempos, sin embargo, irrumpió un Javier Milei moderado, que ya no habla de la venta de órganos ni de la libre portación de armas ni de “dinamitar” el Banco Central. Asesorado más que nunca por su consultor en opinión pública, Santiago Caputo -que trabajó en el equipo de Jaime Duran Barba en los inicios del macrismo-, ya no luce tan poseído, sin raptos de ira ni furias descontroladas. Habla calmo, se muestra enamorado de la humorista Fátima Florez en entrevistas televisivas, es guionado por ex funcionarios menemistas y cosecha nuevos aliados del radicalismo y el peronismo, como Luis Barrionuevo, Omar Perotti y Maximiliano Pullaro, confesos votantes suyos en caso de balotaje. “Milei armó las listas con toda gente de Massa, ex peronistas, ex menemistas, ex Frente Renovador”, polemizó Juan Grabois.
Mientras los medios -sobre todo, los de carácter más progresista- analizan cómo las principales expresiones electorales de ultraderecha cobijan una radicalización violenta, con altas chances de llegar al poder ejecutivo nacional, el León no deja de recorrer el conurbano junto a Carolina Píparo y el Dipy, agarra una motosierra y firma los bolsos de Rappi.
¿Hay un Milei asustado de sí mismo por su popularidad? Esa es la hipótesis del locutor Eduardo Aliverti: “Con el desparpajo de alguien que definitivamente no está en sus cabales, avisó que dolarizaría al precio del dólar blue y después dijo que jamás habló de dolarizar. Además dijo que sacará fondos de un ente que no especificó y que si es necesario recurrirá a milagros alienígenas. Milei dice cualquier cosa, y lo asombroso es la impunidad de sus afirmaciones. Pero hay un aspecto verosímil: el grueso de sus extremismos son impracticables”.
¿Será que sus votantes aman el carácter disruptivo del personaje pero no están seguros de la eficacia de sus medidas, en un eventual gobierno que posiblemente no tendrá gobernadores, ni intendentes ni mayoría en el Congreso? ¿Se trata de propuestas concretas, con las cuales atrajo al electorado, o sólo fue la vehiculización del enojo? La cultura argentina, sin embargo, parece rendida a sus pies. “Todo es Milei por todas partes. Es él quien domina la agenda mediática tradicional, las redes, los foros, las conversaciones, sea para extrañarse, ridiculizarlo, discutirlo a favor o en contra o espantarse. Milei ocupa el espacio que no pueden, no saben o no quieren contrarrestarles sus rivales”, piensa Aliverti.
El Milei moderado no está en las antípodas del virulento: en los últimos días salió un video donde trató de “mogólico” a un economista, por lo que recibió una nueva denuncia en la justicia, en este caso de la Asociación Síndrome de Down de la República Argentina. Como también el repudio de buena parte de la iglesia católica por sus insultos al Papa Francisco.
Abran paso, llegó Javier Milei. Ponga huevo, la casta va a correr. Militamos con el corazón. Este año la Rosada es del León, cantan sus seguidores. ¿Líder mesiánico, líder carismático a lo Max Weber?
El progresismo se pasó de rosca, repiten los libertarios, y ya es hora de ponerle un freno. “Me parece que la izquierda se ha ido tan extremadamente al carajo en las cosas que pide y en las cosas que cree correctas que terminó perdiendo toda lógica. Empezamos hablando de los derechos de la igualdad del hombre con la mujer a hablar de que el Estado te tiene que garantizar una cirugía de transición”, ilustra el influencer Iñaki Gutiérrez, que no desconoce una afinidad con católicos y evangélicos en la gesta de un Mesías hecho en Argentina y con los pelos largos. Rugió la bestia. La casta tiene miedo.
El León hábil, astuto, anda al acecho. “Pero afirma ser alguien que no es”, lo desenmascara el biógrafo Juan Luis González. Y desarrolla: afirma que no roba, cuando robó. Afirma que no miente, cuando mintió. Afirma que sabe, cuando copia brutalmente sin citar. Afirma que no hace negocios, cuando los hace. Afirma que no transa con la casta política, cuando se deja asesorar y se alía con ellos, se abraza a candidatos y personalidades que nada tienen que ver con lo que LLA dice representar. “El liberalismo no está asociado a un partido político, ni a un país, ni a una sociedad. Implica entender que somos individuos, aceptarnos como tales”, se lee en el programa de los libertarios.
Si hoy fueran las elecciones, para Jorge Asís -que dice estar harto de los análisis sociológicos sobre el fenómeno Milei- ganaría el libertario en primer vuelta, con un escenario “fascinante”: Milei presidente, Kiciloff en provincia y Jorge Macri en Capital.
“El muchacho no es tonto ni un payaso mediático, viene ganador y la solidaridad con el que vence es estremecedora. Ganó en gobernaciones peronistas. Y colonizó a Macri”, dispara Asís en diálogo con el periodista Gustavo Silvestre. Milei tocó la tecla justa de la sociedad, interpretó una oscuridad, al decir de Esteban Schmidt. Se expande Asís: “Los que polarizan con Milei, pierden. Cuando lo intentan analizar racionalmente, los votantes de Milei se fortalecen. Milei animó de entrada la campaña, ante la ausencia de otros discursos convocantes”. Y marca dos hallazgos: interpela la interpretación progresista de la historia contemporánea, y presenta el “vejestorio del liberalismo” como canal innovador de protesta. “Tres años atrás nunca hubiera sido posible presentar a Victoria Villaruel como vicepresidenta”, recalca.
¿Son delirios conceptuales, plasmará su acción política en quita de derechos? ¿Sus creencias varían según la conveniencia? “El problema de Massa y Bullrich es encontrar alguien en este país que les crea”, suelta, filoso, Horacio Verbitsky, en su programa de radio El Cohete a La Luna.
Tal vez lo más revelador para los analistas sea comprender cómo un paria, un raro, alguien que no se tomaba en serio en ninguna conversación razonable, un loco, un niño atrapado en cuerpo de adulto, emocionalmente inestable y caprichoso, salió del anonimato en pocos años, conquistó los medios, las redes, confesó haber asesorado en el pasado a personajes como el genocida Antonio Bussi y se convirtió en la principal opción a ser el presidente de un país devastado, harto de la política tradicional. ¿O Milei siempre estuvo ahí y no se lo quiso ver?
El delirante, el enamorado, el furioso, el político, el libertario, el ultraderechoso, el que, en definitiva, provocó un giro extraordinario en la cultura argentina. Aunque sea La Libertad Avanza todavía un espacio en construcción, plagado de incertidumbres, desconciertos e incertezas. Palabras que, en las huestes de Milei, casi que están prohibidas. Existen allí otras, categóricas: Dios, la filosofía liberal, el anarcocapitalismo, la aniquilación de la casta. Y una batalla cultural: la de una nueva derecha que conquiste el poder. La superioridad moral del León que ruge en la ley de la selva.
El 7 de diciembre de 2021, la legisladora electa Victoria Villarruel (Buenos Aires, 48 años) entró con paso firme a la Cámara de Diputados de Argentina para tomar posesión de su cargo. “Por las víctimas del terrorismo, sí, juro”, dijo esta abogada, nacida en una familia militar un año antes del último golpe de Estado. Su juramento recibió silbidos desde algunas bancas, pero era una reacción para la que estaba preparada. En sus mítines, la número dos del partido de ultraderecha La Libertad Avanza (LLA) hacía meses que instaba a los argentinos a “no sentir vergüenza por defender la vida, la libertad y la propiedad”, a no dejarse silenciar ni a pedir permiso por expresar sus ideas y valores. Erigida en cruzada de una batalla cultural para transformar Argentina, Villarruel se fundió ese día en un abrazo con Javier Milei, el economista que encabeza el partido, y enfiló hacia su escaño con una gran sonrisa.
Villarruel es hoy candidata a vicepresidenta por LLA. En ese momento, dos años atrás, era casi una desconocida para el gran público argentino, aunque no para los organismos de derechos humanos ni para la familia castrense. Nieta, hija y sobrina de integrantes de las Fuerzas Armadas de Argentina, su trampolín a la política fue la reivindicación de las víctimas de los ataques realizados por las guerrillas en los años setenta a través de su agrupación, el Centro de Estudios Legales sobre el Terrorismo y sus Víctimas (Celtyv) y lo que autodenomina la “memoria completa”. La inclusión de Villarruel en la fórmula presidencial hizo que la base inicial de jóvenes que seguían a Milei a través de las redes sociales se ampliase con integrantes de la derecha más reaccionaria.
La primogénita del matrimonio de Eduardo Villarruel y Diana Destéfani nació el 13 de abril de 1975 en la capital argentina. Era bebé cuando su padre, integrante del Ejército, fue enviado al norte del país como parte del Operativo Independencia —iniciado en democracia y continuado en dictadura— contra guerrilleros del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP). A diferencia de otros militares condenados por violaciones de derechos humanos perpetradas durante ese operativo, considerado el puntapié inicial del terrorismo de Estado, el teniente coronel nunca estuvo en el radar judicial. El oficial de inteligencia Ernesto Villarruel, tío de la diputada, sí. En 2015, un juez lo procesó por el presunto delito de privación ilegal de la libertad en el centro clandestino de detención El Vesubio, aunque después decidió no avanzar contra él al considerar que no estaba en condiciones de salud para afrontar un proceso.
“Defiendo el derecho a la vida porque la vida comienza en la concepción y así como yo tuve derecho a nacer quiero que pueda tenerlo cualquier otro ser humano más allá de si es o no deseado. No es una cuestión de religión, es biología pura y quien la niega vive en un oscurantismo que nos está costando vidas inocentes”, responde Villarruel por escrito a EL PAÍS. La candidata ha expresado durante la campaña que es partidaria de derogar la ley de interrupción voluntaria del embarazo aprobada en 2020, pero evita contestar si, de lograrlo, buscará que se persiga penalmente a las mujeres que aún así lleven adelante su decisión de abortar. En los dos últimos años, el sistema de salud de Argentina registró más de 130.000 abortos.
La agenda conservadora hermana a Villarruel con el bolsonarismo en Brasil, el trumpismo en Estados Unidos y con Vox en España, con quien mantiene vínculos desde hace años a través de su vicepresidente, el hispanoargentino Javier Ortega Smith-Molina. “Como dicen mis queridos amigos de Vox en España: si amás a tu país y te animás a decirlo, sos facho. Si te quejás de cómo te ahorcan con los impuestos, no sos solidario y sos facho. Si no estás de acuerdo con el feminismo hembrista y con la ideología de género que discrimina entre los hombres y las mujeres y privilegia a unos sobre otros, sos machista y por supuesto sos facho. Si defendés tu casa o tu tierra y exigís al Gobierno que no te la usurpen los delincuentes o los mapuches sos racista y por supuesto sos facho. Los progres nos impusieron la dictadura de lo políticamente correcto y nos miran desde su dudoso pedestal de superioridad moral mientras nos callan”, decía la candidata en el cierre de la campaña electoral en 2021.
Los lazos en España de Villarruel fueron el puente para conectar a Milei con Vox. El partido de Santiago Abascal recibió al economista con los brazos abiertos el pasado octubre y él les correspondió. “Siempre me voy a sentir cómodo entre aquellos que defienden la libertad frente a todas las amenazas que se ciernen sobre ella, como el comunismo que la azota”, dijo Milei en un festival organizado por el partido ultra a las afueras de Madrid.
La melena larga y lacia de Villarruel carece del protagonismo de la de su compañero de fórmula. La candidata usa un maquillaje sobrio y sus gestos son menos histriónicos que los de Milei. Pero su moderación desaparece al hablar, lo que ha convertido en blanco de numerosas críticas. “Cada injuria que me dijeron, genocida, fascista, racista, homofóbica, negacionista, todo eso lo recibo con una sonrisa”, agregaba en otro mitin.
Seguridad y defensa
De llegar a la Casa Rosada, tendrá a su cargo las carteras de Seguridad y Defensa. A diferencia de los recortes anticipados por Milei en áreas como ciencia, salud y educación, la candidata promete ampliar el presupuesto militar. Las Fuerzas Armadas protagonizaron seis golpes de Estado entre 1930 y 1976. Desfinanciadas desde el fin de la última dictadura, han dejado de ser un actor relevante en la política argentina, que este año celebra 40 años ininterrumpidos de democracia.
La pelea incluye el lenguaje. En sus discursos rechaza “la dictadura del pensamiento único”, “la dictadura de las minorías”, pero evita usar ese término para nombrar al régimen que gobernó Argentina entre marzo de 1976 y diciembre de 1983. Habla, en cambio, de Gobierno de facto. “Lo ocurrido en Argentina fue un conflicto armado interno, una guerra de baja intensidad”, decía la candidata a principios de 2021 en una charla difundida a través de sus redes sociales sobre la década de los setenta. Para la diputada, la historia que se cuenta en escuelas y universidades es “parcial y tergiversada” porque silencia la violencia ejercida por organizaciones guerrilleras como el ERP y Montoneros, de origen peronista. Considera “un mito” la cifra de 30.000 desaparecidos defendida por los organismos como Madres y Abuelas de Plaza de Mayo.
Villarruel arremete a menudo contra estas organizaciones y sus referentes, símbolos de la lucha por los derechos humanos en Argentina. La semana pasada disparó sus dardos contra la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto. “La verdad es que Carlotto ha sido un personaje bastante siniestro para nuestro país porque con ese cariz de abuelita buena la realidad es que ha justificado el terrorismo”, sostuvo Villarruel. La hija de la presidenta de Abuelas, Laura Carlotto, era militante de la Juventud Universitaria Peronista cuando fue secuestrada en noviembre de 1977. Estaba embarazada de tres meses. Los militares la tuvieron detenida en un centro clandestino hasta que se puso de parto, el 28 de junio de 1978. Dio a luz esposada en una camilla del Hospital Militar y le arrebataron al recién nacido. Laura fue asesinada dos meses más tarde y su hijo creció en una familia que lo crió como propio; vivió sin conocer su verdadera identidad hasta 2014.
“Viene a reclamar algo cuando tendría que estar admitiendo que por supuesto puede sentir dolor por la muerte de su hija, pero tiene que contar que su hija era combatiente de Montoneros. Entonces digamos todo. Carlotto es una gran muestra de la gran hipocresía de la izquierda”, señaló Villarruel. Carlotto, de 92 años, le respondió: “45 años hace que estoy luchando y arriesgando la vida; me quisieron matar. Eso es mi vida. No tiene sentido lo que diga esta bestia porque así es, no es un ser humano, es una bestia”.
Reuniones con Videla
La candidata a vicepresidenta visitó al dictador Jorge Rafael Videla, fallecido en 2013, cuando estaba en la cárcel. Lo hizo, dice, como parte de la investigación para sus libros —Los llaman… jóvenes idealistas y Los otros muertos—, en los que reúne los nombres de más de un millar de víctimas de las guerrillas.
Como parte de la delgada línea sobre la que camina, admite que en la dictadura se cometieron violaciones de los derechos humanos y dice que le parece bien que los crímenes sean juzgados, pero exige el mismo trato para los integrantes del ERP y de Montoneros. “Mi familia sufrió al terrorismo, aunque afortunadamente sin padecer el fallecimiento de un ser querido. Pero me gustaría destacar la historia de Arturo Mor Roig, un español que vivió en Argentina, donde formó su familia, se dedicó a la política y fue asesinado por Montoneros en plena democracia. España nunca reclamó por él ni hizo valer sus derechos frente a la discriminación entre víctimas que hizo el Estado argentino”, responde. “He demandado legalmente que se le otorgue el derecho a las víctimas del terrorismo de llevar a los estrados a los terroristas, cuestión que el Estado ha denegado en protección de su impunidad”, añade. La Justicia considera prescritos los crímenes que denuncia Villarruel.
Su influencia sobre Milei se ha hecho más evidente con el paso de los meses. El candidato a presidente por La Libertad Avanza se había mantenido alejado del debate sobre la cifra de desaparecidos, pero al ser preguntado en una rueda de prensa en Tucumán respondió que el hecho de “que la izquierda haya logrado imponer en la batalla cultural este tipo de cuestiones no quiere decir que sea verdad”. “¿Me podés mostrar la lista completa de los 30.000 desaparecidos?”, le preguntó a una periodista. La semana pasada, Milei usó el pasado en Montoneros de su rival por Juntos por el Cambio, Patricia Bullrich, para atacarla. “Están poniendo una candidata a presidenta que tiró bombas en los setenta”, señaló. “Yo superé la violencia”, le respondió Bullrich. Villarruel ha logrado que su agenda quede en el centro del debate.
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