Filosofías institucionales de la educación
“La propia Constitución introduce una dualidad de principios o paradigmas educacionales donde deben convivir Platón y Hegel; las tradiciones administrativas del Estado napoleónico y la libre asociación de una sociedad civil pluralista y diversa”
Siempre han existido dos maneras opuestas de mirar la institucionalidad de la educación. Desde arriba hacia abajo, concebida a la manera de una jerarquía escalonada de autoridades, niveles y actores que se ordenan administrativamente dentro de una cuadrícula de posiciones y reglas. O bien, desde abajo hacia arriba, a la manera de grupos humanos, comunidades y redes que se articulan ascendentemente, diferenciándose y adquiriendo mayor complejidad y formas cada vez más sofisticadas (y artificiales) de confianza.
La primera visión es sistémica, arquitectónica y burocrática. Sitúa al Estado como la cúspide de una construcción cuyo funcionamiento se asegura por medio de comandos y reglas. En su imagen filosófica, corresponde a la utopía platónica de un Estado docente. En él, dice Platón, el cargo de director de educación estatal ostenta la más alta importancia. La educación representa una búsqueda apasionada de orden; el Estado se convierte en “el educador supremo de toda la ciudad” (W. Jaeger). Ejerce un monopolio sobre la selección educacional al mismo tiempo que somete la enseñanza a una rígida y minuciosa planificación pedagógica. Popper atribuyó a este diseño un carácter totalitario. Exageró, creo yo, e incurrió en un anacronismo, trasladando a Platón a nuestro siglo XX al leerlo a través de una lente ideológica que exagera sus aspectos distópicos.
En la época moderna, la perspectiva Estado-céntrica de la educación suele adjudicarse a Napoleón y la tradición administrativa de una burocracia central encargada de socializar y educar a los jóvenes en una fuerte identidad nacional (estatal) y en una concepción tecnocrática del poder. La universidad imperial instaurada por Napoleón (1810), un verdadero ministerio de educación, refleja bien el verticalismo, la vocación pública y la uniformación de condiciones como paradigma de organización de la sociedad.
La visión opuesta es interactiva, emergente, basada en la confianza entre personas y grupos, y construida a partir de las familias, los vecinos y las localidades. Los procesos de enseñanza y aprendizaje se articulan desde esa base y ascienden progresivamente hacia escalas mayores, coordinándose entre sí a través de establecimientos comunitarios alejados de la primacía estatal.
En su imagen filosófica corresponde a la idea hegeliana de una sociedad civil empoderada y activa donde tiene lugar la bildung; formación a través del autocultivo de la mente y el espíritu en el seno del proceso sociohistórico. Ocurre primero que todo en la familia, pero se expande luego a lo ancho de la sociedad civil, en establecimientos situados entre aquella y esta, entre lo privado y lo público (no-estatal). Este proceso formativo culmina con la libertad y la racionalidad del sujeto autónomo, principio más propio del Estado moderno.
Hasta hoy escuchamos en nuestro propio debate constitucional cómo estas dos visiones o paradigmas se disputan la orientación del futuro.
Por un lado, en resonancia con el principio de una educación surgida desde la sociedad civil, se establece un sistema nacional de educación integrado por establecimientos e instituciones de educación parvularia, básica, media y superior, creados o reconocidos por el Estado. Esto quiere decir: todo tipo de centros educativos, sean estatales o no estatales. En el caso de los últimos, la ley determina los requisitos para su reconocimiento oficial, tal como ocurre en Chile desde el siglo XIX.
Es decir, domina aquí la visión que llamamos hegeliana o de sociedad civil educadora, próxima a la realidad vigente del sistema chileno, que la ley caracteriza como mixto. Incluso, esa visión plural y diversa se ensancharía ahora, al reconocerse “la autonomía de los pueblos y naciones indígenas para desarrollar sus propios establecimientos e instituciones de conformidad con sus costumbres y cultura”.
La Carta Fundamental pudo quedarse aquí. O bien, como se hace en otros países —Holanda es un caso ejemplar—, pudo consagrar la igualdad de trato entre todas las instituciones (estatales y no estatales), consonante con la igualdad de niñas, niños y jóvenes frente al derecho a la educación. Mas no fue esa la opción.
Efectivamente, al lado del sistema nacional, la Constitución propuesta crea un Sistema de Educación Pública de carácter laico y gratuito, compuesto únicamente por establecimientos e instituciones estatales de todos los niveles y modalidades educativas. Este “constituye el eje estratégico del Sistema Nacional de Educación”, y su “ampliación y fortalecimiento es un deber primordial del Estado”, el que debe articularlo y financiarlo “de forma permanente, directa, pertinente y suficiente a través de aportes basales”. Nada de esto aplica al sector no estatal, privado subvencionado.
Dicho en otras palabras, estamos aquí en las antípodas del sistema nacional, ante una arremetida de la visión platónico-napoleónica de la educación, donde esta se construye administrativamente desde arriba y recibe el monopolio público como un privilegio. En efecto, cuenta con prioridad política, preferencia estratégica y financiamiento garantizado.
De esta forma, la propia Constitución introduce una dualidad de principios o paradigmas educacionales donde deben convivir Platón y Hegel; las tradiciones administrativas del Estado napoleónico y la libre asociación de una sociedad civil pluralista y diversa.
Dirá usted: nada nuevo bajo el sol. ¡Así es! Efectivamente, esta misma tensión animó los debates educacionales del primer y del segundo centenario de la República, cuyos ecos resuenan hasta hoy. ¿Tomará otro siglo hacer convivir pacífica y positivamente ambos paradigmas en una síntesis pública concebida en términos adecuados al mundo contemporáneo?
Estimado prof. Brunner,
En su texto ud. Abjudica a Hegel una idea de educación fundada en la sociedad civil. A juicio de estudiosos de la obra de Hegel (humildemente me incluyo), su visión y exégesis del pensador alemán es completamente falsa. Ramon Vals Plana, Mure, d’ hondt, De la Maza (Chile) sostienen que el autor basa su idea de educación en el estado (ver Escritos Pedagógicos, la misma fenomenología y los esbozos de sistema de 1805-1806). Me parece muy artificioso (espurio) invocar a Hegel para sostener el punto.
Gracias por el comentario.
No adjudico al maestro nada distinto de lo que una lectura desde la sociología muestra resonar con otra interpretación de su obra, diferente de la que usted invoca.
Por ejemplo, Dudley Knowles: “Civil society demands that its members gain their livelihoods in accordance with its basically free-market structures, and so it is incumbent on civil society to establish education policies which will ensure that 6 its adult members can swim in these difficult waters. ‘[T]he individual [Individuum] becomes a son of civil society, which has as many claims upon him as he has rights in relation to it’ (§238).
En la misma línea entiendo el capítulo de Allen Wood (Hegel on education) en el volumen editado por Amélie O. Rorty.
Más contemporáneo, K. Westphal en “Kant, Hegel & our fate as a Zoôn Politikon”. Incluso “lo público y lo privado en la filosofía de Hegel” de Baro Vaquero alimenta esa lectura no estatalista de la educación en Hegel.
En fin, Bosakova y Bykova, en su artículo sobre Hegel y Niethammer sobre la práctica educacional en la sociedad civil, se acercan a la educación pública desde la misma perspectiva que intento yo seguir aquí:”Formal schooling, enculturation in a variety of social and cultural environments, and acculturation in our own community are the ideals of Bildung promoted in and by the institutions of the modern civil society to allow its members to become effective practical agents (Hegel, 1991 [1821], pp. 263–266); see also Wood, 1991, p. xix). Civil society is responsible for training and educating individuals to become ‘free personalities’ who are ‘legally self-sufficient persons’ (selbständige rechtliche Personen): informed, capable, responsible, imputable members of the public within the modern republic (Hegel, 1991 [1821], pp. 214–218). As for formal institutions of education, Hegel expressly defends public education (p. 264) because, in his opinion, only well-organized rational institutions based on the universality of ethical life (Sittlichkeit) are able to protect the freedom of individuals’ development and the particularity of each member (Bürger) of the modern state. High-quality public schools that within the structure of ethical life are situated between the family and the state should be among these rational institutions. According to Hegel, education begins with philosophy and philosophy begins with education”. Nada hay pues de artificioso, menos de espurio, en el hecho de plantear una interpretación en una materia que ciertamente admite diversas lecturas.
JJ B
Pero, prof. Brunner,
Curioso es que no cite nunca a Hegel mismo. Más curioso aún, que aquellos que cita no son reconocidos intérpretes de su obra. Los límites de la interpretación (al menos en filosofía) son trascendentales (en sentido casi Kantiano).
Nunca Hegel abogaría pero una educación no estatista, porque la noción de estado es el espíritu absoluto (ver filosofía real, EP, esbozos de la eticidas, FD).
Insisto, sus exégesis son muy espurias de la obra Hegeliana
Saludos