Convención Constitucional: Sí o Sí
El drama radica en que, nos guste o no, es el camino que elegimos.
La Convención Constitucional (CC) es un experimento de alta intensidad y dramatismo. Tiene fallas de origen, como la forma de elección de sus miembros y la creencia de una mayoría de ellos de que su legitimidad emana del estallido social. Con todo, goza de una impecable legitimidad democrática. Para su trabajo adoptó reglas laberínticas y actúa contra el tiempo. A pesar de ello, ya empieza a producir resultados. A ratos parece sumergirse en una suerte de fervor ideológico. Sin embargo, logra sobreponerse como hizo al rechazar tajantemente la idea de traspasar los poderes separados del Estado a una única, todopoderosa, asamblea popular. Suele quejarse de ser incomprendida y aun maltratada, cosas que a veces ocurren. Mas pasa por alto sus propios excesos retóricos y defectuosa comunicación, que también provocan desconfianza y contrariedad.
El drama radica en que la CC, nos guste o no, es el camino que elegimos para evitar la violencia, el desgobierno, una ruptura de nuestra democracia y terminar con la agitación de masas movilizadas en las calles. Por consiguiente, es imperioso apostar, aun contra toda esperanza, que este experimento conducirá a establecer un marco institucional que nos permita seguir deliberando, procesar nuestras diferencias y retomar —bajo nuevos parámetros— el desarrollo del país. Esto supone mantener abiertos los canales de razonamiento y comunicación dentro y fuera de la CC.
Dentro del organismo significa abandonar la pretensión, por parte de algunos colectivos, de estar investidos de un poder absoluto y refundacional, bajo el falso supuesto de que la calle les entregó un mandato revolucionario. Es una lectura peligrosamente equivocada. La responsabilidad de la CC es sacar adelante una carta constitucional que suscite un amplio acuerdo entre sus miembros y obtenga el respaldo de la sociedad. Tal es el mandato que emana del Acuerdo del 15-N, la reforma de la Constitución vigente y el plebiscito que consagró a la CC.
Al exterior de la CC debe evitarse la formación de un clima de oposición, desprestigio y rechazo anticipado hacia su trabajo. Explotar sus fallas de forma y fondo para restarle autoridad y desear su fracaso es un error igualmente peligroso. Sobre todo si va acompañado de tintes clasistas o estamentales o desconoce la necesidad de una nueva Constitución. Lo mismo si se da a entender que ella solo puede surgir de un círculo de notables o de expertos juristas. En buena hora estos últimos participan o son consultados. Pero este no es un experimento de técnica constitucional. Es un complejo ejercicio de cambio institucional a través de la deliberación, la participación y la negociación política, el que se realiza, además, al borde del despeñadero donde nos precipitaría de malograrse.
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