Pertenencia cultural y filiación política
“Con todo, aquel sigue siendo mi mundo de referencia, tras medio siglo de experiencias vitales”.
Partamos por la pertenencia. Representa más que un mero vínculo burocrático, como estar inscrito o no en tal o cual partido. Se trata de una identificación cultural que resulta de hacerse parte de una visión de mundo y compartir con otros una común perspectiva ideológica, unos relatos y valores, y ciertos ideales respecto de la sociedad que uno desea construir.
Expresa una historia de opciones y asociaciones, de experiencias generacionales y de participación en círculos e instituciones a través de los cuales se entretejen esos lazos de pertenencia.
En mi trayectoria formativa los hitos de ese proceso son varios. La celebración de la revolución en libertad y de un catolicismo abierto al mundo, propio del Concilio Vaticano II. La reforma de la UC de agosto de 1967, del lado de la toma de esa universidad y su transformación en una vibrante institución cultural. Luego, la influyente experiencia generacional del MAPU, que nos llevó a compartir, primero, una convicción revolucionaria en el seno de una democracia polarizada y, en seguida, el abrupto fracaso de ese intento por razones conocidas, incluyendo la propia incapacidad de la UP de proporcionar gobernabilidad al proceso de cambio.
Sigue el rechazo absoluto al golpe militar y a las prácticas de represión y la subsecuente violación de los derechos humanos. Esto dio paso, coetáneamente, a una renovación de las ideas e ideales generacionales, con una definida deriva hacia el pensamiento socialdemócrata contemporáneo. Un hito culminante fue ahí la opción por una salida institucional de la dictadura, separando aguas con la estrategia insurreccional que solo conducía a mayor represión y a prolongar el régimen autoritario.
Aquella fue también la base de la Concertación que gobernó la transición hacia la democracia e impulsó la modernización de la sociedad chilena mediante políticas fácilmente asimilables a “la tercera vía”, dentro del mundo progresista de esa época.
Desde el momento en que esa visión hizo crisis dentro de la Concertación, reduciéndose a un mero pacto electoral bajo la Nueva Mayoría, pronto desahuciada por lo demás, me he sentido incómodo dentro de ese espacio político cultural, ahora atrapado por la confusión. Con todo, aquel sigue siendo mi mundo de referencia, tras medio siglo de experiencias vitales.
Es mi hogar ideológico. Allí se mantienen vivos los ideales construidos generacionalmente y la memoria de las luchas ideológicas que marcaron nuestras biografías. También la esperanza de que, una vez superada la confusión, pueda surgir desde allí una propuesta de gobernabilidad del cambio para los tiempos que vienen.
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