Como consecuencia de la rápida propagación del COVID-19 en la primavera de 2020, 192 países cerraron sus escuelas y el 91% de los niños y jóvenes fueron enviados a sus casas (UNESCO, 2020). A partir de ese momento, la tecnología dejó de ser un mero instrumento periférico en el sector educativo y se convirtió en una herramienta central para permitir que la educación sucediera y continuara en medio de la crisis. De repente, la educación se volvió casi enteramente dependiente de la tecnología. Sin embargo, el sector estaba muy por debajo de las necesidades en términos de capacidad instalada y digitalización para absorber un choque de estas dimensiones.
Los desafíos actuales en educación y formación (tanto desde el punto de vista del acceso, como de la baja calidad de los aprendizajes, de la necesidad de incorporar habilidades nuevas como las digitales, y de continuar aprendiendo durante toda la vida para no ser desplazado por la tecnología en el mercado laboral), requieren de la tecnología para enfrentar a escala y profundidad las transformaciones que tienen que darse.
Muchas de las soluciones EdTech pueden ser dirigidas e implementadas por el docente. Sin embargo, dadas las diferencias en términos de recursos entre centros, docentes y estudiantes de diferentes niveles socioeconómicos, hay ciertas condiciones a nivel del sistema que tienen que darse para que estas transformaciones lleguen a todos, incluyendo a los más vulnerables, y evitar que no se acentúen las brechas ya existentes. De cómo utilicemos las oportunidades que nos brinda la tecnología va a depender que la digitalización contribuya a cerrar brechas en educación o a abrirlas aún más.
Transformación educativa: ¿Gradualidad o disrupción?
La pregunta es ¿cómo se hace esa transformación? ¿Es posible pensar en un proceso gradual? El COVID-19 ha acelerado la disrupción en un mundo que ya se encontraba en transformación. Después de los retos y experiencias complejas con el aprendizaje remoto en la mayoría de los países, nadie puede imaginar una nueva normalidad sin tecnología. La crisis está redefiniendo el futuro del aprendizaje. En este contexto, Ivan Bofarull, CIO de ESADE, señala que la crisis del COVID-19 va a resultar en un mercado de EdTech a la alza en los próximos años dado que el problema que enfrentamos reúne todos los elementos: frecuencia, densidad, dolor, y fricción. “En un escenario de una economía cerrada, no importa si eres un estudiante de secundaria o un ejecutivo de una empresa, vas a encontrarte con el problema del aprendizaje en línea permanentemente, vas a gastar mucho tiempo y esfuerzo tratando de obtener la mejor experiencia y, debido a la relevancia de la educación, una experiencia insatisfactoria va a ser percibida como altamente dolorosa. Esta es una razón importante para mantenerse “optimista” en lo que se refiere al mercado EdTech en un futuro próximo”, dice Bofarull.
¿Cómo pueden responder los sistemas educativos y de formación a esta disrupción? En octubre 2018, el gobierno de Paraguay realizó un seminario internacional sobre tecnología y aprendizaje en el que expertos internacionales compartieron los procesos de transformación digital de varios sistemas educativos, entre los que se encuentran Corea del Sur, Finlandia, Estonia, Estados Unidos y Uruguay. Todos coincidieron en mostrar procesos de reforma secuenciados por fases y con diferentes énfasis. A todos les tomaron varias décadas. Estonia y Uruguay ejecutaron reformas décadas después de Corea del Sur y Finlandia, pero se pusieron rápidamente al día para llegar a la etapa actual de aprendizaje personalizado y basado en habilidades. El caso de referencia en la región es Uruguay con el Plan Ceibal. Lograron hacerlo en poco más de 10 años, pero también por fases. Cada país utilizó diferentes combinaciones de secuencias y se evidenció que estos procesos de reforma trabajan fundamentalmente sobre 4 ejes: (i) infraestructura tecnológica con un foco en conectividad; (ii) capacitación docente; (iii) reforma curricular; e (iv) interconexión en tiempo real entre escuelas, maestros, estudiantes, y padres.
¿Cómo se rompe la inercia del sistema? Aunque no hay una fórmula única para las políticas reformadoras en Edtech, sí existen algunos puntos en común entre estos países: establecieron una visión clara para lograr el crecimiento socioeconómico; idearon una estrategia de implementación; crearon un diseño institucional acorde para respaldar su ejecución; y asumieron un enfoque secuencial e hicieron fuertes inversiones en infraestructura tecnológica (conectividad y dispositivos) en la primera etapa del proceso.
La nueva normalidad
¿Puede la incorporación de la tecnología ser el elemento disruptivo que permita la transformación? Miguel Brechner, artífice del Plan Ceibal, dice que “nadie se pregunta si una escuela debe tener agua potable o electricidad; de la misma manera hoy nadie debería plantearse si una escuela debe o no tener acceso a tecnología” (Brechner, 2019). En la nueva normalidad se puede esperar una mayor inversión en EdTech; un trabajo continuado con los actores no tradicionales (startups y compañías de EdTech, cadenas de radio y televisión, etc.) con los que el sector público se asoció durante la crisis para garantizar la continuidad de los servicios educativos; un énfasis mayor en habilidades no tradicionales como las digitales; y la consolidación de modelos híbridos y de aprendizaje personalizado.
Hacer realidad este tipo de cambio requiere de inversión en conectividad; de la integración de las TIC en las prácticas de enseñanza y aprendizaje, empoderando y capacitando a los docentes; de lograr que el aprendizaje virtual se convierta en un hábito integrado en las rutinas diarias de todos; de asegurar que la transición entre el aprendizaje dentro y fuera de la escuela sea fácil y factible, para que el efecto igualador de las escuelas, los centros de educación y capacitación y las universidades continúe más allá de los espacios físicos.
Cuando las escuelas vuelvan a abrir, será clave traer de vuelta a los estudiantes al sistema y remediar las pérdidas de aprendizaje entre los más vulnerables. Es fundamental reunir los esfuerzos de todo el ecosistema para construir una nueva normalidad en la que todos los estudiantes tengan acceso a la Educación 4.0 (que responda a las necesidades de la 4ª revolución industrial). Porque la desigualdad de resultados hoy afectará directamente la igualdad de oportunidades para la próxima generación.
A pesar de que la EdTech no se ha priorizado de manera sistemática en América Latina y el Caribe, existe hoy, acelerada por el COVID-19, una oportunidad real para la industria, los docentes, los estudiantes, los inversores y los gobiernos de la región de crecer y transformar cómo y cuándo aprendemos para que los resultados sean cada vez menos dependientes del entorno socioeconómico en el que cada individuo se desarrolla.
Si quieres saber más sobre qué sistemas EdTech se encontraban mejor preparados para hacer una transición rápida en medio de la crisis, y cómo estos países lograron anticipar, y adaptarse a un mundo en transformación, puedes encontrar estas y más respuestas en nuestra más reciente publicación. También, compartiremos próximamente en nuestra serie de blogs sobre educación y #habilidades21 en tiempos de coronavirus las prácticas implementadas por Corea del Sur, Finlandia, Estonia, Estados Unidos y Uruguay, y cómo estos países lograron responder mejor al COVID-19. ¡Manténganse en sintonía! ¿Conoces otros países que tengan prácticas exitosas para la incorporación de la tecnología en educación? Compártelas en la sección de comentarios o en Twitter mencionando @BIDEducacion #habilidades21 #EnfoqueEducacion.
Archivado bajo: Educational systems, Infrastructure and educational technology
Mercedes Mateo
Mercedes Mateo Díaz es especialista líder en educación del Grupo BID donde lidera una amplia iniciativa para repensar la educación y fortalecer los ecosistemas de aprendizaje para equipar a los individuos con habilidades del siglo 21. Como especialista coordina la investigación, diseño, ejecución y evaluación de proyectos innovadores en educación. Su trabajo cubre diferentes ámbitos de la política social, con un énfasis en desigualdad. Ha realizado contribuciones en las áreas de reforma institucional, participación laboral femenina, educación para la primera infancia y políticas de cuidado infantil, desarrollo de habilidades blandas y cohesión social. Tiene un doctorado en ciencias políticas de la Universidad de Lovaina. En 2004, fue investigadora postdoctoral del Fondo Belga de Investigación Científica (FNRS), y hasta 2007 fue investigadora honoraria en la misma institución. De 2002 a 2004, fue investigadora postdoctoral Marie Curie en el Centro Robert Schumann del Instituto Universitario Europeo.
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