La presión para que los estudiantes estadounidenses vuelvan a las aulas es intensa, pero evaluar el riesgo es complicado cuando las infecciones aún están fuera de control en muchas comunidades.
Por Pam Belluck, Apoorva Mandavilli y 27 de julio de 2020
En tanto los distritos escolares estadounidenses consideran si van a reiniciar las clases presenciales y cómo hacerlo, su desafío se complica por un par de incertidumbres fundamentales: ningún país ha tratado de enviar a los niños a la escuela con el virus en niveles como los de Estados Unidos y la investigación científica sobre la transmisión en las aulas es limitada.
La Organización Mundial de la Salud ha concluido que el virus se transmite por el aire en espacios interiores abarrotados y con poca ventilación, una descripción que concuerda con la realidad ed muchas escuelas estadounidenses. Pero hay una enorme presión para traer de vuelta a los estudiantes: de padres, pediatras y especialistas en desarrollo infantil, y del presidente de Estados Unidos Donald Trump.
“Voy a decirlo: parece que estamos jugando a la ruleta rusa con nuestros niños y nuestro personal”, dijo Robin Cogan, enfermera en la escuela Yorkship en Camden, Nueva Jersey, que forma parte del comité estatal para reabrir las escuelas.
Los datos de todo el mundo muestran claramente que los niños tienen muchas menos probabilidades de enfermarse gravemente por el coronavirus que los adultos. Pero hay grandes preguntas sin respuesta, que incluyen con qué frecuencia los niños se infectan y qué papel juegan en la transmisión del virus. Algunas investigaciones sugieren que los niños más pequeños tienen menos probabilidades de infectar a otras personas que los adolescentes, lo que haría que abrir las escuelas primarias sea menos riesgoso que hacerlo con las escuelas secundarias, pero la evidencia no es concluyente.
La experiencia en el extranjero ha demostrado que medidas como el distanciamiento físico y el uso de cubrebocas en las escuelas pueden marcar la diferencia. Otra variable importante es qué tan extendido está el virus en la comunidad en general, porque eso afectará al número de personas que podrían llevarlo a la escuela.
Para la mayoría de los distritos, la solución no será un claro todo o nada. Muchos sistemas escolares, incluido el más grande del país, en la ciudad de Nueva York, idean híbridos que implicarán pasar algunos días en las aulas y otros días en línea.
“Hay que hacer mucho más que agitar las manos y decir hazlo así”, dijo Joshua Sharfstein, profesor en la Escuela Bloomberg de Salud Pública de Johns Hopkins. “Primero tienes que controlar la propagación de la comunidad y luego debes abrir las escuelas cuidadosamente”.
El acertijo de la transmisión
Aunque los niños tienen un riesgo mucho menor de enfermarse gravemente por el coronavirus que los adultos, el riesgo existe. Un pequeño número de niños murió y otros necesitaron cuidados intensivos porque sufrieron insuficiencia respiratoriao un síndrome inflamatorio que causó problemas cardíacos o circulatorios.
La mayor preocupación con la reapertura de las escuelas es la posibilidad de que los niños se infecten, muchos sin síntomas, y luego transmitan el virus a otros, incluidos los miembros de la familia, sus maestros y otros empleados de la escuela. La mayoría de la evidencia hasta la fecha sugiere que, incluso si los niños menores de 12 años están infectados en las mismas tasas que los adultos que los rodean, es menos probable que lo propaguen. La Academia Estadounidense de Pediatría ha citado algunos de estos datos para recomendar que las escuelas vuelvan a abrir con las debidas precauciones de seguridad.
Pero la mayor parte de la evidencia se recopiló en países que ya estaban confinados o que habían comenzado a implementar otras medidas preventivas. Y pocos países han examinado sistemáticamente a los niños para detectar el virus o los anticuerpos que indicarían si habían estado expuestos al virus.
En marzo, la mayoría de los expertos en modelos acordaron que cerrar las escuelas retrasaría la progresión de las infecciones. Pero medidas más amplias, como el distanciamiento social, demostraron tener un efecto de contención mucho mayor, lo que eclipsó los resultados del cierre de escuelas, según análisis recientes.
El riesgo de reapertura “dependerá de qué tan bien las escuelas contengan la transmisión, con cubrebocas, por ejemplo, o al limitar el aforo”, dijo Lauren Ancel Meyers, profesora de biología y estadística en la Universidad de Texas, en Austin, quien ha estado asesorando a la ciudad y los distritos escolares. “La tasa de transmisión comunitaria en agosto también será un factor”.
En Austin, Texas, por ejemplo, que al igual que las ciudades de Florida y Arizona ha visto una aceleración reciente en nuevos casos, la tasa de infección estimada a principios de julio era de aproximadamente siete por cada 1000 residentes. Eso significa que una escuela con 500 estudiantes tendría unos cuatro con coronavirus. “La escuela podría contenerlos, dependiendo de las medidas que tome”, dijo Meyers.
De lo contrario, las escuelas podrían ayudar a incubar brotes, dado que son instalaciones cerradas donde es probable que los estudiantes, especialmente los más jóvenes, tengan grandes dificultades para el distanciamiento social, por no hablar del uso de cubrebocas. Incluso si resulta que los niños no transmiten el virus de manera eficiente, todo lo que se necesitaría es uno o dos para sembrar nuevas cadenas.
La evidencia del exterior
Hasta ahora, los países que reabrieron las escuelas después de reducir los niveles de infección —e imponer requisitos como distanciamiento físico y limitar el tamaño de los grupos— no han visto un aumento en los casos de coronavirus.
Noruega y Dinamarca son buenos ejemplos. Ambos países abrieron sus escuelas en abril, aproximadamente un mes después de cerrar, pero inicialmente solo para los niños más pequeños, y dejaron cerradas las escuelas secundarias hasta más tarde. Fortalecieron los procedimientos de desinfección y establecieron clases de tamaño reducido, grupos pequeños de niños en el recreo y mayor espacio entre los escritorios. Ninguno de esos países ha visto un aumento significativo en los casos.
Todavía no se han realizado estudios científicos rigurosos sobre el potencial de propagación de las escuelas, pero un puñado de informes de casos, la mayoría de ellos aún sin revisión por pares, refuerzan la idea de que un alto riesgo no es inevitable.
Un estudio en Irlanda ofrece una instantánea del panorama con seis personas infectadas (dos estudiantes de secundaria, un estudiante de primaria y tres adultos) que acudieron un tiempo a las escuelas antes de su cierre en marzo. Los investigadores analizaron a 1155 contactos de esos seis pacientes para ver si alguno confirmaba una infección por coronavirus. Los contactos incluyeron a quienes habían participado en actividades escolares que podrían ser un terreno fértil para la transmisión, como lecciones de música con instrumentos de viento de madera, ensayos del coro y deportes. Ninguno de los estudiantes parecía haber infectado a otras personas, informaron los autores, y agregaron que la única transmisión documentada del virus fue a dos adultos que no pertenecían a la escuela y estaban en contacto con uno de los adultos infectados.
Pero ha habido brotes en las escuelas en países con niveles más altos de infección comunitaria y países que aparentemente flexibilizaron las pautas de seguridad demasiado pronto. En Israel, el virus infectó a más de 200 estudiantes y personal escolar después de que a inicios de mayo reabrieron las escuelas y, pocas semanas después, se eliminaron los límites en el tamaño de las clases, según un informe de investigadores de la Universidad de Washington.
Los estudios de caso en algunos países sugieren que hay diferencias en la transmisión del virus en niños más pequeños en comparación con los niños mayores.
En una comunidad en el norte de Francia, Crépy-en-Valois, dos maestros de secundaria se enfermaron con la COVID-19 a inicios de febrero, antes del cierre de las escuelas. Científicos del Instituto Pasteur evaluaron luego a los estudiantes y el personal de la escuela en busca de anticuerpos contra el coronavirus. Encontraron anticuerpos en el 38 por ciento de los estudiantes, 43 por ciento de los profesores y 59 por ciento del resto del personal escolar, dijo Arnaud Fontanet, epidemiólogo que dirigió el estudio y es miembro de un comité que asesora al gobierno francés.
“Claramente sabes que el virus circulaba en la escuela secundaria”, dijo Fontanet.
Más tarde, el equipo evaluó a estudiantes y personal de seis escuelas primarias en la comunidad. El cierre de las escuelas a mediados de febrero brindó la oportunidad de ver si los niños más pequeños se habían infectado cuando las escuelas estaban abiertas, el momento en el que el virus alcanzó a los estudiantes de secundaria.
Los investigadores encontraron anticuerpos en solo el nueve por ciento de los estudiantes de primaria, el siete por ciento de los profesores y el cuatro por ciento del resto del personal. Identificaron a tres estudiantes en tres escuelas primarias diferentes que habían asistido a clases con síntomas agudos de coronavirus antes de que cerraran las escuelas. Ninguno parecía haber infectado a otros niños, maestros o personal, dijo Fontanet. Dos de esos estudiantes sintomáticos tenían hermanos en la escuela secundaria y el tercero tenía una hermana que trabajaba en la escuela secundaria, dijo.
La investigación también indicó que cuando un estudiante de primaria dio positivo por anticuerpos contra el coronavirus, había una probabilidad muy alta de que los padres del estudiante también hubieran sido infectados, dijo Fontanet. La probabilidad no era tan alta para los padres de estudiantes de secundaria. “Al mirar el calendario, creemos que comenzó en la escuela secundaria, se trasladó a las familias y luego a los estudiantes más jóvenes”, dijo.
Fontanet dijo que los hallazgos sugieren que los niños mayores pueden transmitir el virus más fácilmente que los niños más pequeños.
Ese patrón también puede reflejarse en la experiencia de Israel, donde uno de los brotes escolares más grandes, que involucró a unos 175 estudiantes y personal, ocurrió en Gymnasia Rehavia, una escuela primaria y secundaria en Jerusalén.
Existen diferentes teorías sobre por qué los niños mayores tendrían más probabilidades de transmitir el virus que los niños más pequeños. Algunos científicos dicen que los niños más pequeños tienen menos probabilidades de tener síntomas de la COVID-19 como tos y es menos probable que tengan voces fuertes; ambas cosas pueden transmitir el virus por gotículas. Otros investigadores examinan si las proteínas que permiten al virus entrar y replicarse en las células pulmonares son menos abundantes en los niños, lo que limitaría la gravedad de su infección y, potencialmente, su capacidad de transmitir el virus.
Qué pueden hacer las escuelas
Las pruebas para detectar infecciones son esenciales, dijeron expertos en salud pública. En Estados Unidos los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por su sigla en inglés) recomiendan evaluar a los estudiantes o maestros solo en función de los síntomas o antecedentes de exposición. Pero eso no detectará a todos los infectados.
“Sabemos que la propagación asintomática o presintomática es real, y sabemos que es menos probable —en comparación con los adultos— que los niños muestren síntomas si están infectados”, dijo Megan Ranney, emergencióloga y experta en salud adolescente en la Universidad de Brown. Las escuelas deberían evaluar al azar a estudiantes y maestros, dijo, pero eso puede ser imposible dada la falta de fondos y pruebas limitadas, incluso en hospitales.
Los países que han reabierto las escuelas han implementado una serie de pautas de seguridad.
Algunos países inicialmente solo permitieron volver a las aulas a una parte de sus estudiantes: a los niños más pequeños en Dinamarca, Noruega, Bélgica, Suiza y Grecia; a los chicos mayores en Alemania, según el informe de los investigadores de la Universidad de Washington. Bélgica llevó a los estudiantes por turnos, en días alternos.
Varios países limitaron el aforo de las clases, lo que a menudo permite un máximo de 10 a 15 estudiantes en un aula. Muchos colocaron escritorios a varios metros de distancia. Varios países agrupan a los niños en grupos o cápsulas con interacción social restringida en gran medida a esos mismos grupos, especialmente durante el recreo y la hora de almuerzo.
Las políticas de uso de cubrebocas varía. En Asia, donde la práctica de usar cubrebocas durante la temporada de gripe es común, muchos países requieren cubrebocas en las escuelas. En otros lugares, algunos pedían cubrebocas solo para algunos estudiantes o personal, como los profesores en Bélgica y los estudiantes de secundaria en Francia, según el reporte de la Universidad de Washington.
En Alemania, los estudiantes que den negativo para el virus no tienen que usar cubrebocas, de acuerdo con el informe, que dice que desde la apertura de las escuelas, Alemania ha visto una mayor transmisión del virus entre los estudiantes, pero no entre el personal de la escuela.
Los CDC han esbozado los pasos que las escuelas pueden tomar para minimizar el riesgo para los estudiantes, entr los que se encuentran mantener una distancia de dos metros, lavarse las manos y usar cubrebocas.
“Las pautas ya son excepcionalmente débiles”, dijo Carl Bergstrom, experto en enfermedades infecciosas en la Universidad de Washington en Seattle. Él y otros dijeron que temían que las recomendaciones se diluyeran aún más en respuesta a la presión política.
Los CDC han trabajado en nuevas recomendaciones para reabrir las escuelas durante varias semanas, en consulta con organizaciones como la Asociación Nacional de Enfermeras Escolares, según una portavoz de los CDC. Los cinco documentos que se planifican incluyen orientación sobre la detección de síntomas y los cubrebocas, y una lista para los padres o tutores que intentan decidir si enviarán o no a sus niños a la escuela. Pero no incluyen ninguna información sobre cómo mejorar la ventilación o reducir la propagación del virus en el aire.
Las escuelas deberán asegurarse de que el aire fresco circule, ya sea filtrando el aire, bombeando desde el exterior o simplemente abriendo las ventanas, dijo Saskia Popescu, epidemióloga de la Universidad de Arizona. Los enfermeros escolares, como Cogan, también necesitarán equipo de protección, como guantes, trajes y mascarillas N95.
Hay diferencias en cómo otros países responden cuando se identifican casos de coronavirus en las escuelas, con algunos, como Israel, que cierran escuelas enteras por un simple caso y otros que adoptan el enfoque más específico de enviar a los estudiantes y maestros de una clase afectada a hacer cuarentena en su casa durante dos semanas.
Kathryn Edwards, especialista en enfermedades infecciosas y profesora de pediatría en la Escuela de Medicina de la Universidad de Vanderbilt, asesora a las escuelas de Nashville sobre enfoques para reabrir. Dijo que el distrito aún evalúa qué tan separados deberían estar los escritorios. “Algunas personas dicen que solo necesitas medio metro y otras dicen que necesitas dos metros, y otros se preguntan si con el problema del aerosol, ¿necesitamos más distancia?”.
Edwards dijo que estaba decepcionada con la decisión de Nashville, anunciada el jueves 23, de impartir clases en línea durante el primer mes de clases, al menos hasta el primer lunes de septiembre.
Mantener las escuelas cerradas por un período prolongado tiene implicaciones preocupantes para el desarrollo social y académico, dicen los expertos en desarrollo infantil. También se hizo evidente esta primavera que negarles a los niños un día escolar real profundizó las desigualdades raciales y económicas.
“Los chicos realmente se ven afectados si no van a la escuela”, dijo Edwards. “Creo que tenemos que pensar en los niños y llevarlos de regreso a la escuela de forma segura”.
Pam Belluck es una reportera de ciencia y salud cuyos galardones incluyen compartir un Premio Pulitzer 2015 y ganar el premio Nellie Bly a la mejor historia de primera plana. Es autora de Island Practice, un libro sobre un doctor peculiar. @PamBelluck
Apoorva Mandavilli es reportera del Times y se enfoca en ciencia y salud global. En 2019 ganó el Premio Victor Cohn a la excelencia en reportaje sobre ciencias médicas. @apoorva_nyc
Benedict Carey ha sido reportero científico en el Times desde 2004. También ha escrito tres libros: Aprender a aprender sobre la ciencia cognitiva del aprendizaje y en inglés de Poison Most Vial e Island of the Unknowns, sobre misterios científicos para estudiantes de secundaria.
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