La nueva opción: liceos Bicentenario
Raúl Leiva: “La meta no fue superar a los emblemáticos del Gran Santiago, aunque eso se haya producido, sino abrir una oportunidad a miles de niños chilenos de bajos recursos (…). Son los que estaban sin esperanza. Ahora la tienen, y en el lugar donde están. No tienen que venirse a Santiago a buscar calidad”.
“El Mercurio” (viernes 7 de junio) ha destacado que los liceos Bicentenario se consolidan como opción ante menores resultados de los emblemáticos. Lo son. Y más aún, fueron creados en 2011 bajo el primer mandato del Presidente Piñera, para constituirse en una oportunidad para todos los niños del país y preferentemente para los más pobres.
Hoy, comunidades como Talagante, Rancagua, Rengo, Puente Alto, en fin, lejanas al gran centro santiaguino, son una opción excelente para muchos miles de niños que desean el progreso para ellos y sus familias. El Liceo Bicentenario de Temuco, en el último Simce de segundos medios, obtuvo 398 puntos en Matemáticas, logro antes impensable para un liceo público. Este liceo no solo acortó la brecha educativa entre estratos socioeconómicos bajo y alto, sino que pasó de largo, tal como lo hizo el de Puente Alto. Los temuquenses de bajos recursos ya no tienen que venirse a Santiago, apartándose de sus familias, para tener educación de calidad. Tampoco lo tienen que hacer los niños y niñas de las comunidades originarias de Panguipulli ni otros miles en todo el país.
Estos liceos se crearon en medio de una gran ola de críticas, principalmente de índole ideológica. Después de creados, soportaron cuatro años de hostilidades. Hoy, sin embargo, están cumpliendo con una tarea social importante.
¿El costo? Mínimo. El proyecto completo, en su parte educativa, fue conducido por un equipo de solo cinco personas. Quienes dirigimos el proyecto no fuimos a ningún lugar exótico a buscar inspiración. Ni un viaje al extranjero. Nuestro razonamiento fue simple: ¿para qué ir a ninguna parte?, ¿para qué ir a Finlandia? Nuestra inspiración estuvo en lo que dijeron e hicieron los próceres educativos que encontramos en la historia de Chile y en una reflexión acerca de los éxitos y fracasos de nuestro propio sistema educacional. El proyecto, en sí, fue diseñado con líneas simples:
1) Etapa de recuperación de temas previos que los alumnos desconocían. Muchos llegaban a 7° sin saber ni siquiera el nombre de los triángulos, sin saber dividir y casi leyendo la “p” con la “a” “pa”. 2) Clases demostrativas a los profesores sugiriéndoles métodos de enseñanza que permiten que los alumnos aprendan rápido y con alto índice de aprendizaje. 3) Materiales de enseñanza apropiados. 4) Todo lo anterior bajo un concepto de libertad de cátedra. Esto último fue muy importante y significa que el profesor no quedó amarrado a teorías de bella presentación, pero que son ineficientes al momento de introducirlas a la sala de clases; a los profesores se les aconsejó que ni siquiera se sintieran obligados a seguir las teorías o métodos oficiales de la época. El consejo fue simple: si la teoría no funciona en la práctica, deseche la teoría, busque otra, o invente una que funcione. 5) Desburocratización de las planificaciones, engorrosos trámites que a veces exigen que el profesor planifique mes a mes, día a día, hora a hora, donde tiene que anticipar todos los detalles de lo que hará en cada clase, y donde poco menos se le pide que consigne con qué mano tomará el plumón para escribir en el pizarrón. Bajo este marco, los directores y profesores, con el modesto apoyo que brindamos, pero liberados de ataduras, pudieron poner en juego su propia creatividad y empuje.
La meta no fue superar a los emblemáticos del Gran Santiago, aunque eso se haya producido, sino abrir una oportunidad a miles de niños chilenos de bajos recursos. Los alumnos de los liceos Bicentenario, municipales y particulares subvencionados, bajan de los cerros nortinos, vienen de las poblaciones de bajos ingresos de las grandes ciudades, de las comunidades campesinas del valle central, de los grupos originarios, aledaños a la cordillera de Nahuelbuta; de las tierras heladas de Aysén. Son los que estaban sin esperanza. Ahora la tienen, y en el lugar donde están. No tienen que venirse a Santiago a buscar calidad.
Raúl Leiva
Psicólogo
Excoordinador nacional Proyecto Liceos Bicentenario-Mineduc
0 Comments