Desequilibrios en el nuevo currículum
Señor Director:
El currículum es a la educación lo que la Constitución es al sistema político: es la regla de las reglas que, a través de su definición de propósitos y contenidos de la experiencia escolar, regula la formación y los contratos de los docentes, la pedagogía, la evaluación y la base material de la enseñanza —textos, software y espacios y sus usos—. Como la Constitución, debe equilibrar los ideales y principios que conjugan la vida en común.
El debate en curso sobre el cambio del currículum ha ignorado que la disputa por la presencia de historia o filosofía en el núcleo común tiene como causa una definición anterior, que toca las dimensiones de lo que es común y lo que es diferenciado en la arquitectura propuesta por el Ministerio de Educación y aprobada por el Consejo Nacional de Educación.
El nuevo currículum ha optado por reducir drásticamente el núcleo común (a solo 14 horas) y ampliar al máximo el espacio de la diferenciación, a través de una paleta de 27 opciones a elegir por los estudiantes. El criterio es la libertad de elección de estos, que proporcionaría una mejor base para su motivación e interés de aprender. Sin embargo, junto con este importante criterio, un buen currículum debe responder a otro principio clave: establecer las bases culturales fundamentales de la cohesión de una sociedad, al ofrecer una experiencia prolongada de aprendizaje común. En una sociedad como la nuestra, marcada por fuertes desigualdades socioeconómicas y una creciente diversidad sociocultural, la escolarización es la única experiencia común compartida por una generación.
El nuevo currículum no es equilibrado en términos de estos dos criterios fundamentales que es preciso conjugar: en favor de una amplísima libertad de opción e intereses de los estudiantes, empequeñeció el núcleo común, erosionando el valor procohesión social y cultural en la culminación de la experiencia escolar.
Así, la discusión sobre qué parte del corazón de las humanidades debe ser constitutiva del núcleo común debiera considerar antes la pregunta por cuán equilibrada es la estructura que se ha aprobado para lo común y lo diferenciado. Un mejor equilibrio supone velar por la cohesión de la sociedad que heredaremos a la próxima generación y no solo los intereses de los estudiantes.
Esto supondría ampliar el núcleo de lo común, lo que de paso permitiría resolver el dilema entre historia y filosofía.
CRISTIÁN COX D.
Centro de Políticas Comparadas de Educación
Universidad Diego Portales
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