El gobierno está preocupado por una mezquina aprobación en las encuestas. Sin ser catastróficas, las cifras tampoco son alentadoras. ¿Qué las explica? Varias dimensiones inciden en estas mediciones.
Primero, los niveles de actividad económica, empleo, remuneraciones y consumo del hogar; es decir, la temperatura de la vida material. “It’s the economy, stupid!”. Y eso vale siempre. Segundo, el clima de seguridad en los barrios y vecindarios, las calles, pantallas de TV y redes sociales. El temor al desorden hobbesiano es un motivo profundo al evaluar la efectividad de las autoridades.
Tercero, una correcta, oportuna y justa provisión de servicios públicos esenciales, en manos del gobierno o los privados, es también un indicador clave. Agua, energía, vivienda, transporte, salud, educación, previsión -su accesibilidad, calidad, precios- afectan la vida de todos. Muestran si existe o no equidad social y si las personas son tratadas con dignidad. Cuarto, la performance del gobierno en sus labores propias refleja la eficiencia política de los que mandan. ¿Cumplen sus promesas? ¿Son honestos? ¿Logran aprobar sus leyes? ¿Superan las crisis y adversidades? ¿Comunican una visión y un propósito?
Quinto, valoración de actores claves respecto de la acción gubernamental. Aquí importan las voces organizadas de empresarios, medios de comunicación (su franja opinante), universidades, iglesias (hoy retraídas), gremios profesiones y de trabajadores, intelectuales públicos, y movimientos sociales de intereses específicos (cada día más numerosos).
Una hipótesis plausible para explicar el estancamiento del gobierno en un nivel bajo de aprobación es ésta: que en las cinco dimensiones el balance evaluativo es desfavorable. (1) La economía avanza a trote lento y no satisface las expectativas generadas por un equipo que prometió más. (2) Hay un clima interno de inseguridad que el propio gobierno mantiene al exaltar discursivamente los temores hobbesianos: comando jungla, aula segura, control de identidad de adolescentes, legislación antiterrorista de nivel mundial. (3) Fallas en servicios cruciales juegan en contra del gobierno: dificultades en salud, desinteligencias por medidores inteligentes, tardanza en concretar la reforma provisional, calidad educacional ausente de la agenda. (4) En vez de convertirse en un modelo de gestión política, la performance gubernamental no brilla por ninguna parte: Congreso, comunicación gubernamental, reformas prometidas, manejo de expectativas. (5) Las voces críticas de la sociedad civil, sin ser estridentes, superan largamente el entusiasmo de las voces oficialistas.
Raya para la suma: hay suficientes motivos para una evaluación de tamaño medio a menor del gobierno. Su desempeño está por debajo de las expectativas generadas y actúa envuelto por un clima material y simbólicamente poco favorable.
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