Dilemas a propósito de la PSU
Diciembre 25, 2008

Columna publicada en el diario La Tercera, 26 diciembre 2008.

Digámoslo derechamente: la brecha de resultados entre colegios pagados y subvencionados que cada año se manifiesta en la PSU y el Simce es producto de males sociales que arrastramos desde antiguo y no de los instrumentos que la miden. Esto refleja la desigualdad en la distribución de los capitales básicos de la sociedad -económico, ocupacional,social y cultural- y una tardía universalización de la enseñanza básica y media.

Producto de esto, más de la mitad de los jóvenes (un 57%) que rinde la PSU proviene de hogares cuyo ingreso familiar es de 288 mil pesos o menos. De ellos, 43% obtiene menos de 450 puntos y sólo un 0,6% más de 700 puntos. En el otro extremo, un 5% de los estudiantes examinados pertenece a hogares con un ingreso superior a 1,5 millón de pesos; ellos aportan uno de cada tres alumnos con más de 700 puntos, al tiempo que participan sólo con un 0,5% de aquellos que no alcanzan 450 puntos.

A su turno, los padres del primer grupo tienen en promedio entre nueve y 10 años de escolarización (menos que secundaria completa), mientras los del grupo privilegiado ostentan 15 años o más (o sea, educación superior).

Nos hallamos, pues, frente a dos mundos cuyos hijos, en cuanto a expectativas de éxito escolar, son incomparables entre sí.

Por su parte, los instrumentos empleados para medir resultados son sensibles a la composición social de los alumnos examinados.

Por ejemplo, si hoy, como ocurrían antes, un número significativo de jóvenes de escasos recursos no accediera a la educación secundaria, no la completara o, al graduarse, no se presentara a la PSU, entonces la brecha de resultados sería lógicamente menor.

Sin embargo, la situación sería peor, y no mejor, que si todos concluyen sus estudios y rinden la PSU, como sucede ahora. Luego, si leemos mal el instrumento, terminamos disputando sobre islas y no hablando de encrucijadas, como reprende don Quijote a Sancho. Es decir, sobre arcanos efectos estadísticos y no sobre las cosas que importan; los males de arrastre, la segregada composición social de nuestros colegios y qué hacer en el futuro.

La pregunta clave, al fondo de estos asuntos, es hasta dónde la educación puede revertir -o, a lo menos, mitigar- las desigualdades de la sociedad. Sabemos bien que liberada a sus propios espíritus animales ella ha tendido más bien, en toda época, a reproducir las diferencias de la cuna y ha servido, antes que al estado llano, a las noblezas de la corte, la toga, el dinero, el Estado o el partido revolucionario.

Luego, si se desea que la educación sirva propósitos de inclusión, justicia e igualación de oportunidades, debe ser gobernada y domesticado su natural impulso a transmitir y legitimar las oposiciones de clases y estamentos.

Para ello, se requiere ante todo un financiamiento adecuado -no como ocurre en Chile, donde las familias acomodadas gastan cuatro o más veces en sus hijos que el Estado en la educación de sus ciudadanos- y escuelas altamente efectivas, que por virtud de su liderazgo directivo, profesores competentes y buena gestión pedagógica, compensen las diferencias del hogar.

Estamos lejos de reunir esas condiciones. Abocarnos a cerrar esta brecha entre ideales declarados y medios empleados para alcanzarlos es ahora la tarea decisiva. Pues lo que tenemos por delante “no son aventuras de ínsulas, sino de encrucijadas”.

0 Comments

Submit a Comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos requeridos están marcados *

PUBLICACIONES

Libros

Capítulos de libros

Artículos académicos

Columnas de opinión

Comentarios críticos

Entrevistas

Presentaciones y cursos

Actividades

Documentos de interés

Google académico

DESTACADOS DE PORTADA

Artículos relacionados

¿Triunfó la moderación?

¿Triunfó la moderación? ''El frente moderado supuestamente victorioso experimenta un cúmulo de dificultades''. José Joaquín Brunner, Viernes 01 de noviembre de 2024 Una conclusión recurrente tras conocerse los resultados de la elección del fin de semana pasado fue:...

Aprender a hacer

Aprender a hacer ''Saber hacer, el famoso know how , es el último de los cuatro pilares de la educación —junto al saber conocer, saber ser y saber convivir (Unesco, 1996)— que hemos venido revisando en anteriores columnas. ¿En qué consiste?''. José Joaquín Brunner,...

Share This