Alain Touraine: “Chile está en una encrucijada histórica”
El objetivo del proceso educativo no es permitir a cada uno subir lo más posible en la jerarquía social o al contrario que cada uno haga lo que quiera y que el alumno sea feliz. El objetivo central del proceso educativo debiera ser que cada uno transforme el medio que lo rodea, permitir que la sociedad tenga una capacidad de hacerse cargo de la capacidad de actuar de cada uno.
por EDUARDO VALENZUELA CHADWICK, El Mostrador, 23 DE AGOSTO DE 2014
Alain Touraine es uno de los sociólogos más representativos del pensamiento europeo contemporáneo. Director de la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales, sus obras están orientadas al análisis de la sociedad como producto de la acción social y de las interacciones de los actores sociales. Desarrolló el término de sociedad postindustrial. Se interesó por los nuevos movimientos sociales, cuyo eje no era la lucha de clases, como los movimientos estudiantiles, feministas, antinucleares, en Europa Occidental, Latinoamérica y Polonia. Desarrolló el método de la “intervención sociológica”, estudiando y reforzando la capacidad de acción del sindicato Solidaridad, antes de la caída del Muro de Berlín. Sigue de cerca las evoluciones de la sociedad chilena con la cual mantiene vínculos personales, profesionales y familiares.
Touraine considera que los chilenos tienen que tener conciencia de que viven un momento mayor de su historia. El debate de la educación es una cuestión fundamental, que produjo un levantamiento de la población, a través del movimiento estudiantil del 2011. Se trata ahora de encontrar las condiciones de la paz social y de la justicia, afirma. Para esto es necesario hablar de los problemas políticos que esta reforma educativa genera, en términos globales. Lo primero que se puede decir es que la reforma tiene que ver con la democracia, con la necesidad de crear una sociedad menos fragmentada. Este es el desafío. Las decisiones que se tomen van a influenciar el lugar que el país va a ocupar en el mundo, el tipo de sociedad en el que se va a vivir.
No se trata de detalles. Los grandes momentos históricos como estos, pueden ser un fracaso o un éxito, sostiene el sociólogo. En Chile se trata de transformar el acceso a un bien fundamental como la educación, por razones que son reconocidas y apoyadas por la mayor parte de la población. Pero para poder hacerlo de manera durable, es necesario llegar a consensos básicos a nivel social y político.
¿Cuál es la naturaleza del problema?, se pregunta. ¿Se trata de darle al Estado el control de la Educación? Su respuesta es no. Nadie tiene hoy tal confianza en el Estado. Nadie tiene la imagen del Estado representando el interés general y la igualdad, por sobre todos los intereses particulares. El laicismo activo, agresivo que Francia conoció con una extrema violencia en algunas situaciones, ya no tiene justificación histórica, afirma el sociólogo. Durante la ocupación nazi, los católicos salvaron a mucha gente y jugaron un rol importante en la Resistencia. En Chile una de las enseñanzas del período de Pinochet es la puesta en evidencia de la violencia del Estado. Se pudo constatar el lugar que ocupó la Iglesia, el Cardenal Silva Henríquez, la Vicaría de la Solidaridad, así como el rol de otras iglesias. Hay que tener presente este principio para orientar la reforma.
Para Touraine, el objetivo central de la reforma educativa es que el país mejore su capacidad de inserción en el mundo. Para esto es fundamental para Chile buscar sus talentos, sus élites dirigentes, en un espectro amplio de la población, lo cual no ocurre actualmente. Una de las razones del éxito económico y de la capacidad de ciertos países de adaptarse a la mundialización ha sido esta capacidad de buscar los talentos en toda su población. Es el caso de Corea o de los países nórdicos. En Chile es un desperdicio hacerlo en el 10% o 20% de la población, como ocurre hoy. Y no se trata solamente de un modo de gestión de la economía, es algo más profundo, que tiene que ver con el tipo de sociedad en la que se quiere vivir, afirma el sociólogo.
El rol de la escuela es de ser un espacio de reflexión activa traída por los profesores, por los alumnos, los padres, y otros actores representantes de la sociedad civil. La escuela debe ser el reflejo de la capacidad de un país en producir actores. Constata que las transformaciones del mundo son cada vez más rápidas. El objetivo del proceso educativo no es permitir a cada uno subir lo más posible en la jerarquía social o al contrario que cada uno haga lo que quiera y que el alumno sea feliz. El objetivo central del proceso educativo debiera ser que cada uno transforme el medio que lo rodea, permitir que la sociedad tenga una capacidad de hacerse cargo de la capacidad de actuar de cada uno. Afirma que la escuela debiera tener por objetivo aumentar la capacidad de actuar de los educandos, lo que significa más libertad y más igualdad en la perspectiva de una sociedad no rentista pero viva y activa, en la que se construye un modelo democrático: una sociedad activa que da la prioridad a la actividad viva.
Expresa que la idea de que este tipo de transformación social pasa antes que nada por la escuela, se impuso en Europa a partir del siglo diecisiete. Países como Inglaterra y Holanda pusieron toda su confianza en la educación y en la ciencia y gracias a esto sus sociedades se transformaron. Hoy en día, en la situación en la que está Chile no es solo una cuestión de conocimiento o de la universalización del acceso al conocimiento. Se trata de la capacidad de crear el conocimiento, la capacidad a abrirse a los otros, a las culturas, dice Touraine. Cuando se está en una situación como la chilena –un país relativamente pequeño a nivel internacional, que no hace parte de bloques geopolíticos– es la capacidad de comunicar con los otros lo que puede dar fuerza. El riesgo es estar dependendientes de otros, como le puede ocurrir a Chile con Estados Unidos. Para ganar autonomía en términos culturales es necesario que la capacidad de integrarse a un mundo global y diverso sea una exigencia mayor. Afirma que esto permite evitar que los chilenos se cierren sobre sí mismos y sus determinaciones históricas, a pesar de la apertura económica en la que están. Chile, por ejemplo, puede ser un puente entre Oriente –con el que existen relaciones económicas importantes– y Occidente, en donde está parte de las raíces culturales del país.
Para poder avanzar en esta dirección, a su juicio son necesarias dos transformaciones en materia educativa:
-La primera es que las condiciones materiales de los profesores del sector público sean correctas, lo cual no es el caso actualmente. De esta manera puede crearse una relación de enseñanza positiva en la cual la relación profesor-alumno permita el aumento de la capacidad de acción de cada alumno. El objetivo es que cada alumno, de la manera más personal posible, manifieste sus capacidades deportivas, técnicas, de adquirir conocimientos, su personalidad.
-En segundo lugar, es necesario que la gestión del sistema educativo tenga a su vez por objetivo central el surgimiento de personas activas que creen mejores condiciones de vida para todos.
Es necesario evitar la ideologización de la enseñanza, afirma el sociólogo. Para esto una educación abierta, en el tiempo y en el espacio, debe permitir un conocimiento amplio del pasado y del futuro, y un conocimiento de los países más lejanos, lo que es accesible fácilmente en nuestros días.
A su parecer la enseñanza de los derechos humanos, en relación al pasado reciente en Chile, tiene también una importancia central, pero debe hacerse de manera pedagógica y comprensiva para los jóvenes. Indica que Nelson Mandela y Desmond Tutu impresionaron al mundo, con la humanidad de sus luchas, con la pedagogía social que tuvo lugar con las comisiones de verdad y justicia. Otra cosa fueron los procesos de Nuremberg, que fueron mucho más burocráticos: se puso en el banquillo de los acusados a los dirigentes nazis, se los juzgó y se los ejecutó. En Chile ha habido un movimiento de Derechos Humanos que ha jugado un rol importante en la reconstrucción de la democracia. Ha habido juicios, han surgido lugares de memoria, las comisiones Rettig y Valech, pero por ahora estos procesos no han sido integrados a la educación formal. A nivel social tiene que existir una reflexión y una escucha que permita las condiciones del perdón. Para que el perdón pueda ser acordado, debe ser pedido. Los responsables deben reconocer y decir en qué son culpables. Deben indicar la naturaleza de su responsabilidad. Hay gente en Chile que es responsable y culpable y tiene una deuda hacia los que fueron valientes y tuvieron coraje. La gran responsabilidad de los chilenos fue de no terminar con el régimen de Pinochet después de la dictadura. Hay una deuda moral. No se trata tanto de perseguir, ni de venganza, pero sí de impregnarse del pasado reciente y menos reciente. Es necesaria una reflexión sobre la responsabilidad, no tanto una confesión, pero un reconocimiento de la falta, que permita elevar el nivel de cada uno de asumir su historia personal.
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