PAES: una radiografía de la educación y el país
08.01.2025
El autor de esta columna escrita para CIPER hace un repaso de qué es la Prueba de Admisión a la Educación Superior (PAES) y su valor para el sistema de admisión universitaria. Pero, destaca que “mostrar el ranking de los 100 mejores colegios según puntaje PAES, que está compuesto por 98 de carácter particular pagado, y solo uno es particular subvencionado y uno de administración municipal, es la mayor denuncia -pertinaz y reiterada desde hace un siglo- de que el estado educacional de la nación sigue siendo injusto y que, sin embargo, no remueve la conciencia de los estratos dirigentes de la sociedad”.
Como ocurre anualmente, los resultados de la PAES, Prueba de Acceso a la Educación Superior, dan lugar a un momento público de reflexión sobre el estado del Chile educacional. Por cierto, no es lo único. Es también un momento privado importante para los más de 250 mil estudiantes que, a comienzos de diciembre pasado, rindieron esta prueba en cerca de 800 locales distribuidos en 201 sedes a lo largo del país.
PRUEBA DE SELECCIÓN EN UN SISTEMA DE ACCESO UNIVERSAL
Si bien ya no con el dramatismo que antes tenía esta prueba -en alguna de las muchas modalidades que ha ido adoptando durante décadas de existencia, cuando todavía el acceso a la enseñanza superior se hallaba restringido a una minoría- igualmente ella es experimentada como un hito significativo en la trayectoria de las y los jóvenes.
Importa el cierre de un ciclo formativo obligatorio y el inicio, por así decirlo, de una nueva experiencia de mayor autonomía y responsabilidad individual, identidad generacional y expectativas colectivas. Las familias asisten con ilusión a este verdadero rito de pasaje. Y la PAES está al centro de las encrucijadas que se abren a partir de sus resultados.
¿Cómo funciona esta prueba? Hay una abundante literatura informativa al respecto; aquí interesa resaltar nada más que sus dos pilares fundamentales.
Por un lado, ella mide aspectos considerados esenciales para cursar estudios superiores, consistentes en el desarrollo de competencias de comprensión lectora y de matemática básica. Esta parte de la prueba es, por lo mismo, obligatoria. El resto de los test aplicados son opcionales y a veces requeridos para el ingreso a algunas carreras específicas. Ciencias e Historias y Ciencias Sociales están diseñadas específicamente para quienes desean ingresar a carreras de las áreas de ciencias y de las humanidades, respectivamente. Otra prueba optativa es la de Competencia Matemática avanzada que se solicita para entrar a carreras vinculadas a las ciencias e ingenierías.
Por otro lado, la PAES es un instrumento clave del sistema de acceso a la mayoría de las instituciones -45 universidades, 28 CFT y 28 IP se hallan adscritas a esta modalidad de acceso- que opera a través de una Plataforma Electrónica Única. Esta recibe las postulaciones de los jóvenes que, a través de este medio, declaran sus preferencias (hasta 20 combinaciones de carrera e institución), las que luego de rendida la prueba son ordenados de mayor a menor puntaje y asignadas, de acuerdo a ese ordenamiento, a alguna de sus preferencias a través de un algoritmo que las empareja con las vacantes disponibles. Además de los resultados de la prueba inciden en esta asignación las notas de la enseñanza media, el ranking individual de rendimiento dentro del respectivo colegio y las ponderaciones establecidas por las instituciones para estos diversos factores.
Vale señalar que la PAES está operando ya por tercer año consecutivo, que se puede rendir en más de una oportunidad al año, que los resultados de cada rendición pueden usarse según favorezcan al estudiante y que la información sobre resultados es oportuna y ha mejorado, en cuanto a su entrega pública, de manera importante.
En general, existe una visión positiva de la PAES y del sistema de admisión en su conjunto. Se estima que permiten manejar con relativa efectividad y eficiencia estos procesos, en un estadio en que Chile cuenta con una educación superior de acceso universal, que ofrece una de las más altas coberturas entre los países de la OCDE. Amén de contar un régimen de gratuidad para el 60% de los jóvenes perteneciente a la población de menores recursos relativos y un amplio régimen de Crédito con Aval del Estado que, a pesar de requerir una urgente reforma, constituye un apoyo importante para quienes desean ingresar por primera vez a la educación superior.
En cuanto a la calidad y consistencia de la PAES en términos de su capacidad para informar a las instituciones sobre las características y potencialidades académicas de los estudiantes que reciben anualmente, todavía no es posible disponer de evidencia que permita hacer evaluaciones rigurosas. Habrá que esperar que varias cohortes completen sus estudios para saber si la PAES optimiza el emparejamiento de preferencias/vacantes y ofrece además información a las instituciones que les permita desde el comienzo reforzar a aquellos estudiantes que presentan debilidades en su formación previa.
Sin embargo, desde ya las instituciones señalan que la prueba, junto con las notas y ranking de la enseñanza media, ofrecen antecedentes valiosos para sus programas que buscan detectar talentos, dar acceso a estudiantes especialmente meritorios y, en general, introducir elementos de mayor equidad en sus procesos de admisión.
PRUEBA DEL MÉRITO Y ELOGIO DEL ESFUERZO
Por cierto, la PAES, y el sistema de admisión en su conjunto, no pueden compensar, ni corregir, ni modificar sustancialmente, las inequidades de base de nuestro sistema educacional. Estas tienen su origen, como es bien sabido, en la desigual distribución de los capitales -económico, social y cultural. de las familias y en la desigual calidad de las oportunidades de enseñanza y aprendizaje que ofrece el sistema escolar, desde la educación temprana y el cuidadado de las y los infantes hasta el término de la educación media.
Las trayectorias desiguales que nacen de esa doble base de desigualdad sociofamiliar y socioeducativa se manifiestan inevitablemente en la PAES y perduran como un eco de nuestro problema nacional como hace más de un siglo lo definió Darío Salas, refiriéndose a la inequidad de clase social que aqueja a nuestra sociedad.
La mejor manifestación de este fenómeno, o sea su peor versión, es aquella que muestra la distribución del 20% superior de resultados de la PAES según la fisonomía socioeconómico-cultural de los colegios.
En efecto, un 61% de los estudiantes provenientes de colegios particulares pagados integra ese grupo de rendimiento superior; 17% de colegios particulares subvencionados y 10% de los establecimientos municipales y SLEP. ¡Es un fiel retrato de la cara más fea de nuestra sociedad! Y, más grave aún, esa distribución de la inequidad se mantiene inalterada durante la última década. Y viene acompañándonos desde el tiempo de Darío Salas.
Dada esta circunstancia -que suele denominarse “estructural” de nuestro sistema, cuando en realidad es sociopolítica, de poder, de incapacidad histórica de las élites- no tiene mucho sentido, en verdad, derramar lágrimas ni tocar tambores de furia ante un hecho que es histórico, previsible y vergonzoso a la vez.
Por eso mismo, mostrar el ranking de los 100 mejores colegios según puntaje PAES, que está compuesto por 98 de carácter particular pagado, y solo uno es particular subvencionado y uno de administración municipal, es la mayor denuncia -pertinaz y reiterada desde hace un siglo- de que el estado educacional de la nación sigue siendo injusto y que, sin embargo, no remueve la conciencia de los estratos dirigentes de la sociedad.
A la vez, torna todavía más valioso, importante y necesario resaltar a aquellas y aquellos estudiantes que -contra todas las adversidades- lograron este año, igual que en años anteriores, obtener resultados nacionales o ser distinguidos por su trayectoria dentro de su grupo de origen o territorio.
Sus testimonios de estos días en la prensa, radio y TV son el hecho más revelador de cómo se mantiene vigente, viva y activamente, el ethos del esfuerzo y el mérito en la sociedad. De hecho, cada uno de las y los jóvenes meritorios que han sido entrevistados constituyen una muestra del trabajo, empeño, esfuerzo, dedicación y perseverancia que ellos mismos expresan está a la base del resultado alcanzado. Sin excepción, es el factor más comúnmente mencionado, avalado, además, por la vasta literatura histórica y contemporánea que desde hace dos siglos confirma que el mérito personal es inseparable del logro en condiciones de modernidad, aunque deba confrontar—y especialmente por eso—las condiciones adversas de una desigual estructura social y de oportunidades.
En paralelo, estos estudiantes meritorios atribuyen sus logros a dos factores adicionales: el apoyo, dicen, de uno o más profesores que hicieron una diferencia en sus procesos formativos y, asimismo, el respaldo de la familia, su aliento, expectativas y afecto. Otra vez, se trata de dos factores que la evidencia subraya son decisivos para el desarrollo cognitivo y emocional del esfuerzo y el logro, o sea, del mérito.
Por tanto, las ceremonias públicas -además de las privadas en familias y colegios, entre pares y amigos- dedicadas a celebrar estos resultados meritorios son justificadas y bienvenidas, pues constituyen una celebración del mérito en un tiempo donde, paradójicamente, grupos progresistas le restan todo valor por considerarlo un mero subproducto de una sociedad de clases y un reforzamiento de la selección (o, inclusive, segregación) social.
Al contrario, como muestran la PAES y esas celebraciones, y los testimonios de jóvenes y sus familias, y masivamente las encuestas de opinión, existe en la sociedad una alta valoración del esfuerzo y el mérito. Justamente por cuanto desafían el clasismo y los mecanismos de selección espuria, como el clientelismo, el compadrazgo, el intercambio de favores, el poder del dinero o el avance por sumisión o entregado al azar.
Hace bien el presidente de la República, por tanto, al llevar este reconocimiento ceremonial a la propia casa de Gobierno, poniendo de esa forma al esfuerzo y al mérito en la agenda pública y corrigiendo aquella otra, equivocada, postura que atribuye cualquier, ¡y todo!, logro exclusiva y mecánicamente a las condiciones de origen social y a las mediaciones de férreas estructuras de desigualdad.
Esa visión en extremo determinista y de una ética derrotista fue la que terminó, precisamente, como vuelven a recordarnos los resultados de la PAES, con los liceos emblemáticos, el mejor símbolo de una cultura del mérito que llegó a construir el país y que sirvió por décadas, claramente, como un canal de movilidad social y de diversificación de las élites. Emblema, en efecto, del esfuerzo y de su reconocimiento en el campo de la educación. Un progresismo que aspire a tener futuro tendrá pues que reflexionar en serio sobre cómo recuperar el ethos del esfuerzo y el mérito, porque no hay otro medio que pueda sustituirlo en las condiciones actuales de la cultura.
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