El potencial movilizador de lo académico y del bienestar estudiantil
Cuando decidimos apostar por la construcción estratégica en las Universidades y Liceos del país, lo hicimos porque aún creemos que los centros educativos son lugares proclives a las ideas rebeldes y la transformación de la sociedad, generando una socialización y convivencia alternativa pero arraigada en ella. Sin embargo, ¿cómo hacer crecer nuestras ideas allí? ¿Cómo aumentar nuestros niveles de influencia en la disputa del sentido común?
No estamos en un momento épico, donde un movimiento estudiantil esté convocado a una gesta heroica para luchar por el derecho a la educación. En cambio, estamos en un momento de resistencia de lo avanzado culturalmente la última década. La arremetida de la ultra derecha (que ya parece consolidación) nos motiva a actuar, buscando aquellas causas que nos conecten con les estudiantes de base de cada institución educativa.
Son dos los pilares sobre los que se construye, actualmente, la socialización en universidades, institutos y liceos: lo académico y el bienestar estudiantil. Y cada uno de estos pilares esconde un potencial politizador y movilizador que no ha sido tan explorado en el último tiempo.
La primera razón por la que nos encontramos con compañeres de distintos orígenes y extracciones sociales es por lo académico. Hasta cierto punto, todes compartimos un futuro en común al compartir una escuela, liceo o universidad. Sobre todo en las universidades, la formación profesional es la principal razón por la que nos encontramos en la sala de clases.
Esta cuestión tiene un potencial enorme para politizar a nuestras comunidades: ¿Qué problemas acarrea toda la institucionalidad educativa y que podemos aportar a transformar?, ¿qué injusticias de clase o de género revelan las actuales formas de saber y poder dentro de las instituciones educativas?
La segunda razón que nos conecta con los intereses de todes les estudiantes es el bienestar estudiantil. Aquí tres factores ayudan a comprender mejor. Primero, la masificación del acceso a la educación superior, de modo que los pobres llegamos en masa a las universidades. Segundo, el impacto de la gratuidad universitaria, que atrajo a miles de estudiantes de bajos recursos a universidades tradicionales y privadas. Tercero, la crisis de salud mental luego de concluida la pandemia de COVID-19.
La lucha por condiciones dignas de estudio contempla el derecho al transporte, a la alimentación, al cuidado, a la corresponsabilidad social, a la salud mental y al ocio, entre otros derechos. Todas estas cuestiones son elementos fundamentales de nuestro proyecto frenteamplista, y las instituciones educativas parecen ser buenos espacios para poner en práctica nuestras ideas.
En la disputa por el bienestar estudiantil luchamos por las condiciones de vida concretas de nuestres compañeres, para que retomen la esperanza en la acción política. En la disputa por los contenidos y formas académicas podemos prefigurar un mundo nuevo, con enfoques y paradigmas que hagan sentido a la fuerza transformadora que encarnamos.
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