Nuevos aportes al debate sobre la propuesta de financiamiento de la educación superior y condonación parcial del CAE. Ver anteriores materiales publicados aquí
Fin del CAE y comienzo del fin-Sylvia Eyzaguirre
El proyecto de ley que presentó el Presidente Boric sólo resuelve uno de estos tres problemas, a saber, el excesivo costo para el Estado. Efectivamente, este proyecto mejora sustantivamente la recaudación. Por una parte, crea incentivos para que los actuales deudores paguen y, por otra, vuelve mucho más eficiente la recaudación al descontarse por planilla un porcentaje del sueldo. Así, no es de extrañarse que este nuevo sistema sea más barato para el Estado. Pero el objetivo principal de un sistema de financiamiento no es cuánto le cuesta al Estado, que por supuesto es importante, sino que los estudiantes puedan acceder a la educación superior sin cargar una mochila excesiva de deudas. Y este propósito no lo cumple del todo.
El nuevo sistema se preocupa de ser benevolente con quienes tienen problemas para pagar el crédito, pero el Estado se convierte en usurero cuando se trata de quienes tienen una trayectoria económica exitosa, exigiéndoles pagar muchísimo más que el CAE originario, al cual tildaron de abusivo. Además, el proyecto es profundamente discriminatorio, perjudicando a los estudiantes de institutos profesionales (IP) y centros de formación técnica (CFT). Los estudiantes de carreras que duran más de 10 semestres serán subsidiados por los estudiantes de carreras más cortas. Peor aún, los estudiantes de CFT o IP, cuyas carreras duran entre 4 y 8 semestres pagarán más años si se atrasan, mientras que los estudiantes universitarios, cuyas carreras duran en general 10 semestres, no lo harán. La guinda de la torta está en el tratamiento de los actuales beneficiarios con los nuevos. Si en el futuro usted es beneficiario del sistema y tiene un salario alto, deberá pagar hasta el 8% de sus ingresos por 20 años, pudiendo llegar a pagar 3 veces o más lo que el Estado le “prestó”. Pero si usted estudió con el CAE y tiene un ingreso alto que le permitió pagar su deuda, no sólo pagó únicamente lo que le prestaron, sino que además el Estado, es decir todos nosotros, le va a devolver dinero durante 20 años. ¿Por qué el Estado es tan generoso con algunos y tan chupa sangre con personas de igual trayectoria? Resulta descabellado pensar que frente a las emergencias sociales que tenemos vamos a regalar dinero a quienes no lo necesitan.
Pero más grave aún es el impacto que tendrá en la sostenibilidad y calidad de las IES. El proyecto contempla que el Estado pague a las instituciones el valor del arancel regulado, que es inferior al arancel que cobran las instituciones, y prohíbe a estas cobrar la diferencia a los beneficiarios (con excepción de quienes pertenecen al decil de más altos ingresos). Junto con fijar los precios, fija también las vacantes, para que las IES no puedan aumentar su matrícula. Para que se hagan una idea, los aranceles de referencia para los CFT e IP son en promedio 21% menores que los aranceles reales, para las universidades 31% y para las carreras de medicina cerca de 40%. La única manera que las IES pueden adecuarse a este brutal recorte de recursos es sacrificar calidad. ¿Quiénes sobrevivirán? Algunas pocas universidades que no se acojan al sistema, que atenderán a los estudiantes más ricos del país y que se destacarán por su calidad. Las universidades no selectivas docentes, que forman estudiantes a bajo costo, y las universidades estatales, que por su poder de coacción pueden negociar aportes basales. Las más perjudicadas serán las universidades de complejidad intermedia, que se verán forzadas a convertirse en universidades docentes. El sistema en su conjunto perderá calidad y aumentará la segregación. (La Tercera)
Sylvia Eyzaguirre
Otra mala idea
”Si se imponen los modelos oficialistas de financiamiento de los estudios universitarios, que restringen el copago solo al decil más pudiente, me temo que habrá que renunciar a tener universidades que piensen en grande y posean una fuerte vocación social”.
Diversos analistas han mostrado que el proyecto del Gobierno para reformar el Crédito con Aval del Estado no privilegia a quienes más lo necesitan: ni los más pobres, ni los más pequeños, ni otros grupos particularmente vulnerables son el objeto de atención de esta propuesta que, según se dice, implicará un desembolso equivalente al 69% del gasto de Carabineros.
¿Alguien podría sorprenderse de que, precisamente en este momento, se asignen de esa manera los recursos fiscales? Si la nueva izquierda no es proletaria, sino burguesa, ¿cómo podemos extrañarnos de que los principales beneficiarios del nuevo sistema serán esas personas que, con un poco de ayuda, podrían pagar una buena parte de esa educación que los encumbrará al grupo del tercio más acomodado de la sociedad? No niego que haya problemas con el CAE, pero aquí parece que, más que resolverlos, lo que interesa es cumplir una promesa del programa que les resulta más querida que otras que hicieron.
Para entender algunos problemas que tendría el nuevo sistema de financiamiento de la educación superior, conviene ver cómo afecta, por ejemplo, a la Universidad Católica. Todos estuvimos orgullosos cuando vimos que ella se encumbraba en el ranking de las 100 mejores del mundo. ¿Habríamos imaginado algo así hace 50 años? También la Universidad de Chile tiene allí una posición destacada. Estos índices nunca deberían ser una meta ni un criterio único de evaluación, pero son una señal que indica que se ha trabajado bien.
Universidades como la Católica, la Chile y otras que buscan seguir esas huellas no se limitan a impartir clases, que es lo más importante. Ellas invierten grandes sumas en investigación, bibliotecas, orquestas, compañías de teatro, museos, becas propias y editoriales. Todo eso sale caro; sin embargo, marca la diferencia. Para financiar todas esas iniciativas, pide un copago a los alumnos de los cuatro deciles superiores, que no están beneficiados por la gratuidad. ¿Vamos a renunciar a tener ese tipo de universidades, para las cuales resulta decisivo ese copago? Si se imponen estos modelos oficialistas, que lo restringen solo al decil más pudiente, me temo que habrá que renunciar a pensar en grande. La propuesta significa en la práctica una fijación de aranceles, pero los términos de referencia que emplean para determinarlos son los costos de universidades puramente docentes. Para algunas instituciones esto será suficiente, mas no para una de categoría mundial. Sin estas fórmulas de colaboración, donde las familias hacen un aporte para la educación de sus hijos, no resulta posible tener ese tipo de universidades. Pero eso es precisamente lo que nuestro gobierno quiere destruir, debido a su alergia al copago y a todo lo que signifique darle un mayor protagonismo a la sociedad civil.
Quizá todo esto nos suene a conocido, porque ya los vimos con la eliminación del copago en la educación básica y media subvencionada. ¿Redundó en que hoy día los niños y jóvenes que estudian en esos colegios están mejor que sus congéneres de hace veinte años? Lamentablemente, no es así: con menos recursos no pueden dar la misma educación. ¿Se han acrecentado sus posibilidades de acceder a las mejores universidades? En ningún caso. Medidas como el término del copago o la eliminación de la selección en la educación que recibe financiamiento estatal han producido exactamente el resultado que querían evitar: han incrementado el elitismo. Hoy, las diferencias entre estudiar entre un establecimiento pagado y uno financiado con fondos públicos son cada vez más relevantes a la hora de acceder a la universidad.
La propuesta oficialista no se refiere simplemente a una fórmula técnica para mejorar la situación de las personas endeudadas. Ella va acompañada también de una serie de medidas que afectan la autonomía universitaria y de potestades discrecionales que no sabemos bien cómo se ejercerán en el futuro. Pensemos, por ejemplo, en la obligación de aplicar determinadas políticas de acceso equitativo en la forma que establezca la autoridad de educación superior. ¿Qué representará eso en la práctica? Ella podrá sugerir contenidos curriculares contrarios al proyecto educativo de una casa de estudios, y las universidades estarán atadas a esos criterios si quieren recibir financiamiento.
Si las cosas siguen en la dirección que impulsa el Gobierno, las mejores universidades se verán tentadas a no entrar al sistema propuesto, si quieren asegurar su libertad académica y mantener cierta autonomía financiera. Eso no es bueno para Chile. Y si entran a él en los términos del proyecto, se arriesgan a limitar seriamente sus capacidades de mejorar.
Los legisladores deben tomarse muy en serio las señales de alarma del rector Sánchez y otras autoridades universitarias: el sistema perderá variedad; será cada vez más difícil impulsar proyectos como el de la Universidad Católica y se correrá el riesgo de fomentar el elitismo en las universidades que aspiren a seguir buenos modelos internacionales. El proyecto del Gobierno tiene, por cierto, méritos, pero hay una filosofía en su diseño que expresa un deseo inmoderado de control sobre el mundo universitario. Y esa es una mala filosofía.
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Declaración PC de Chile sobre fin al CAE y el nuevo sistema de financiamiento
9 de octubre de 2024
El Partido Comunista de Chile considera de la mayor importancia y le otorga alta valoración a la presentación del proyecto de ley que termina con el Crédito con Aval del Estado y propone un nuevo modelo de financiamiento para estudiantes de la educación superior:
El sistema CAE no sólo ha significado una presión económica insostenible para miles de familias, también ha implicado un alto e irrecuperable costo para el Estado y para las propias instituciones de educación superior.
El Estado, a la fecha, ha desembolsado más de 9 mil millones de dólares en el financiamiento del CAE, representando en la actualidad, cerca del 23% de lo que el Fisco gasta en Educación Superior, sólo superado por la gratuidad, que concentra el 54%. Los recursos que el Estado paga por mantener del CAE se van, en su mayoría, a la banca y no al sistema de educación superior en sí. Es decir, no es una inversión en educación ni en las instituciones de educación.
Según información del Servicio de Impuestos Internos, el 55% de las y los deudores declaró ingresos por debajo los 750 mil pesos en 2022. Un gran porcentaje de quienes deben el CAE no tiene actualmente capacidad financiera para pagar el crédito, ni familias con recursos suficientes para ayudarlos. Fueron víctimas de un modelo que fracasó.
El Plan de Reorganización y Condonación de las Deudas Educativas presentado por el gobierno y el Mineduc, recoge los criterios de justicia y responsabilidad que preocupaban a algunos sectores políticos, reconociendo -con beneficios tributarios- a quienes están al día o pagaron el crédito, y entregando soluciones concretas a quienes no pueden pagar.
Es muy importante avanzar, como se propone, en un nuevo modelo de financiamiento, como lo contempla el proyecto de ley con el FES.
El financiamiento público para la Educación Superior propuesto por el gobierno es un instrumento que será sin la participación de los bancos y sin tasa de interés para las y los beneficiarios, para que cada peso que el Estado y las familias inviertan en educación vayan, efectivamente, al sistema educacional. Es, además, un sistema basado en criterios de solidaridad y progresividad.
Hacemos un llamado transversal a todas las bancadas a tramitar y aprobar este importante proyecto.
Partido Comunista de Chile
Octubre, 2024
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PATRICIO NAVIA, Académico UDP |
11 de octubre de 2024
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