Evolución del cuadro político oficialista y de oposición 
Julio 17, 2024

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El oficialismo tropieza a cada rato con su difícil configuración político-cultural interna. Para partir, las tensiones entre los sub-bloques de la Alianza de Gobierno: el Frente Amplio, ahora unificado como partido del Presidente Boric; Socialismo Democrático, que agrupa al PS, PPD, PR y PL, y Chile Digno, conformado por el PC, FREVS, AH y otros grupos y movimientos. Para ciertos efectos electorales, este heterogéneo agrupamiento de centroizquierdas suma además al PDC.

Es una verdadera Torre de Babel, donde se congregan múltiples actores, idiomas y dialectos, provenientes de diversos orígenes ideológicos, constituidos por trayectorias disímiles—a veces convergentes, otras veces divergentes—, que colaboran y compiten, se necesitan y repelen y apuntan sus flechas de futuro en variadas direcciones.

Son, gruesamente, el mundo de las izquierdas inscritas dentro de la institucionalidad política, al interior de la cual se acomodan con grados muy distintos de interés y lealtad, girando en torno a varios ejes ideológico-culturales evolutivos, como veremos a continuación.

(i) El eje frenteamplista, recién constituido como una colectividad única a partir de sus dos principales pilares anteriores, Convergencia Social y Revolución Democrática.

Representa, hasta ahora, una izquierda generacional de raíz estudiantil. Posee una ideología fluida que viene transitando desde la rebeldía antisistémica con raíces en variados movimientos sociales y de protesta y una apuesta a un cambio radical con referentes internacionales heteróclitos como Podemos en España, las izquierdas post comunistas latinoamericanas (de Chávez a Morales, de Correa al FA uruguayo) hacia una suerte de neo-socialdemocracia con foco en una sociedad de los cuidados y de derechos sociales, un Estado de bienestar con misiones y amplia participación y una cultura igualitaria, ecológica, feminista, solidaria y acogedora de todas las diferencias, las identidades, los pluralismos y las inter-seccionalidades.

Actualmente este conglomerado se halla en plena ebullición y desenvolvimiento, sin fijación ideológica aún, con piezas movibles y discusiones de todo tipo, ajeno a las tradiciones de izquierdas y a otras anclas, con sueños que despertaron a las realidades del poder y a las razones de Estado una vez que tempranamente, todavía en su infancia, llegó al poder.

El presidente Boric representa, expresa y sintetiza a este mundo en formación, buscando mantener un equilibrio entre su origen sociocultural protestatario-universitario, con una fuerte carga utópica, una difusa ideología antineoliberal y una retórica confrontacional respecto del tradicional centro izquierda concertacionista, por un lado y, por el otro, su actualidad. La de ser el partido-clave de gobierno con responsabilidad sobre la mantención del orden hobbesiano, el crecimiento capitalista, la inserción global de la economía chilena, la compatibilización industrial-medio ambiental y la gestión de los servicios públicos masivos de carácter mixto estatal-privados que se hallan muy por debajo de garantizar un nivel básico de derechos sociales universales.

En breve, el FA es una argamasa en formación, un núcleo de renovación de las izquierdas, repleto de contradicciones, todavía débilmente ensamblado, con promesas que podrían concretarse o frustrarse. Su principal desafío inmediato es administrar el gobierno y, enseguida, participar en la construcción de un bloque que coherentemente pueda proponer una perspectiva socialdemócrata para el futuro del país.

(ii) El eje socialista democrático, a su turno, viene evolucionando desde una tradición de renovación socialista y una práctica social democrática de tercera vía latinoamericana—a la manera de la Concertación en Chile, el Partido de la Social Democracia de Fernando Henrique Cardoso y el Partido de los Trabajadores en los dos gobiernos de Lula, y el FA de Uruguay—, pasando por una etapa intermedia de socialdemocracia estatizante y de reformas más ambiciosas en Bachelet-2, hacia una visión socialdemócrata nuevamente más moderna y liberal. En esta última fase ha debido asumir el peso principal en la conducción del gobierno Boric.

Sin embargo, tampoco en el caso del Socialismo Democrático puede hablarse de una ideología elaborada y desarrollada; más bien, hay un estilo, un tono, un talante, un carácter, un comportamiento de realismo político, moderación y madurez; mas no un proyecto suficientemente perfilado. Con todo, este conglomerado transmite una fuerte convicción democrática, lealtad institucional y apertura al diálogo político, según manifiesta consistentemente la actual presidenta del PS, partido-clave del SD.

A nivel de visión de mundo y de sensibilidad política contemporánea, hay afinidad con el PSOE de Sánchez, el PSD alemán, el laborismo inglés—como esperanza—en su actual proyecto bajo el liderato de Sir Keir Starmer. Al mismo tiempo, surge en la trayectoria evolutiva de este eje una incipiente ideología de seguridad humana—que incluye la seguridad ciudadana—la cual conversa bien con la ideología de los cuidados del FA de Boric; una noción de orden público que se hace cargo responsable y seriamente del momento represivo del Estado democrático, como bien muestran la Ministra Tohá y su Subsecretario Monsalve, y una gestión económica efectiva y consistente como lleva adelante el Ministro Marcel y su equipo, junto a una emergente visión de crecimiento económico con base en recursos naturales, mercados competitivos, incorporación tecnológica y capacidad de gestión de políticas públicas según esboza el exministro Eyzaguirre aquí y aquí, reconociéndose a la vez al crecimiento el carácter de palanca necesaria para políticas de derechos sociales.

(iii) La trayectoria evolutiva del PC, a su turno, se halla enmarcada por un lado por la deriva conservadora de un conglomerado que aparece atado a una cosmovisión de guerra fría y a un internacionalismo de raíz soviética y, por el otro, a la emergencia de una nueva generación político-académico-tecnocrática al interior del PC que buscaría—está por verse—una mayor apertura hacia los desafíos contemporáneos de las políticas de reforma en América Latina.

Al momento, sin embargo, el peso de la noche conservadora continúa predominando ideológicamente en el PC como muestra su Convocatoria al  XXVII Congreso, con sus múltiples tensiones entre postulados revolucionarios y reformistas, de doble poder (en la calle y la institucionalidad), de responsabilidad gubernamental versus “fuego amigo” al propio gobierno, de centralismo autoritario o pluralismo dentro del Partido, entre lealtad democrática o aceptación puramente táctica de las reglas del juego, adhesión a dictaduras como hay en Venezuela, Nicaragua o Cuba o su condenación, y así por delante.

Durante las últimas semanas dichas tensiones se han hecho presentes con particular fuerza, particularmente en dos casos.

Primero, la cerrada defense del alcalde Jadue formalizado por la Justicia y en la actualidad en prisión preventiva, medida que la alta dirección del PC tuvo dificultad de aceptar como un trámite normal del procedimiento investigativo, denunciándola en cambio como una maniobra en la que incluso, se insinuó, el gobierno podía estar implicado, lo que llevaba al absurdo de sospechar que este, o uno de los otros dos subloques, pudiesen estar contaminados por la reacción anticomunista.

En seguida, la acusación de dirigentes del PC de que un operativo policial llevado a efecto en Villa Francia, comuna de Estación Central, podría haber sido una suerte de acción de amedrentamiento o bien un mero show con fines políticos, a pesar de que durante el mismo se habían encontrado un verdadero arsenal, según declaró la Ministra del Interior, agregando: “encuentro totalmente equivocado, gravísimo que se hagan esas afirmaciones”.

Ambos hechos dieron pues lugar a tensiones al interior de la alianza de gobierno, generaron reacciones de molestia de parte del gobierno y de los demás partidos que lo apoyan, volviendo de paso a poner al desnudo las contradicciones en el seno del propio PC, donde la sorda lucha entre fracciones y generaciones comienza a percibirse como un elemento que acompaña la evolución de este eje.

2

A lo anterior se suma la reiterada incoherencia del propio gobierno en situaciones de importancia para el desenvolvimiento del proceso político-democrático; en este caso, la obligación de votar. Ayer fue su equivocada apuesta—mucho más grave, por cierto—en favor del texto constitucional elaborado por la Convención Constitucional, que de haberse aprobado como quería el gobierno, condenaba al país a una profunda crisis de gobernabilidad.

De lo que se entiende desde fuera, ahora el gobierno, a través del ministro Secretario de la Presidencia, sorprendió a las bancadas parlamentarias oficialistas al explicar que la obligación constitucional de votar se aplicaría en la próxima elección de octubre solamente a los ciudadanos chilenos, pero no a los electores inmigrantes con derecho a votar. Esta idea contraviene un principio del progresismo que postula extender el sufragio lo más ampliamente posible, incluyendo a los inmigrantes que cumplen con los requisitos legales, de modo de integrarlos a la polis. A esto se agrega que, posiblemente, tal medida puede ser inconstitucional.

Todo esto llevó a la oposición, y a un número de legisladores y constitucionalistas del oficialismo, a pensar que el gobierno está interesado, derechamente, en reducir la participación de electores extranjeros, cuya preferencia de voto, se sabe, podría favorecer a los candidatos de derechas. Como sea, el gobierno paga un precio, sus parlamentarios y partidos quedan descolocados y, lo peor, se crea un nuevo motivo de desconfianza hacia los políticos. En cambio, la oposición de derechas queda en condiciones de aparentar unidad, sin tener que resolver sus propias tensiones y contradicciones internas, que veremos a continuación.

Antes, un último acápite sobre las izquierdas. En efecto, ellas no se agotan en el plano anterior de tres ejes; a lo menos, hay un cuarto componente de izquierdas radicales o extremas que, sin ser parte formalmente de la política institucionalizada, sin embargo actúan a nivel de grupos estudiantiles violentos—el más reciente en el Liceo José Victorino Lastarria, en Providencia—, de acciones armadas que desafían al Estado en La Araucanía, de acampes y tomas en recintos universitarios, y de grupos o actuaciones de carácter anarquista. Y, a nivel de acción no-violenta, entre grupos destituyentes que recusan al Estado de derecho, las policías, la Constitución vigente, el capitalismo, etc. Estas izquierdas radicales y extremas viven ideológica y emocionalmente prendadas de la revuelta de octubre de 2019, la cual imaginan como un momento de máxima expresión del potencial revolucionario que se halla latente en la sociedad. A la vez, les sirve para mantener activa la idea de que la sociedad vive sobre un volcán a punto de explotar que, en cualquier instante, puede provocar un estallido social similar al del 19-O. Esta idea repercute asimismo en el imaginario de algunos grupos de las izquierdas institucionales, manteniendo las tensiones entre revolución y reforma y las estrategias de doble poder, un pie dentro y otro fuera del encuadre institucional.

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La oposición de derechas presenta un cuadro partidario con un nivel similar de fraccionamiento que las izquierdas, con similares diferenciaciones entre proyectos ideológicos competitivos entre sí y que poseen asimismo trayectorias peculiares de evolución que convergen y divergen, se buscan y repelen, se cruzan y separan. En ese espectro ideológico encontramos también diversos fenómenos en pleno desenvolvimiento.

Para partir por la trayectoria principal, aparece la alianza Chile Vamos, integrada por RN, UDI y Evópoli, tres partidos que combinan elementos conservadores y liberales en mezclas variables y distintas. La UDI se identifica como el polo conservador-católico-gremialista-neoliberal, con una deriva que viene descendiendo de más a menos en cuanto liderazgo y arraigo. RN aparece como un partido de derecha más heterogéneo con presencia de ideología liberal-gerencialista a la manera del piñerismo, caudillismos regionales, elementos nacionalistas, socialcristianos y liberal moderados. Y Evópoli, la más reciente colectividad, que busca proyectar (sin lograrlo aún) una suerte de derecha moderna, liberal (y posneoliberal), culturalmente más plural y abierta, con pretensiones de renovación y respeto por el libre juego de las ideas y la búsqueda de mayor autonomía respecto de los poderes fácticos.

Estos últimos, particularmente gremial-empresariales, mediáticos y de centros de ideas, son particularme fuertes en el sector de las derechas desde la revolución capitalista neoliberal de la dictadura de Pinochet; forman una retaguardia de fuerza, soporte, apoyo e influencia que proporciona a las derechas una suerte de sustento y enraizamiento en la sociedad civil, las regiones, las élites, la cultura tradicional y en los mercados, fuerza que en ocasiones se confunde con el peso de la noche. Es una ventaja competitiva de las derechas a la cual las izquierdas difícilmente pueden aspirar.

Durante los últimos meses Chile Vamos, convencionalmente la agrupación de mayor peso en la oposición, ha transitado desde un estado de relativa euforia—tras el aplacamiento de la revuelta del 18-O de 2019, el triunfo del No respecto al proyecto de la Convención Constitucional, la posterior elección del Consejo Constitucional, y del hecho que percibía como definitivamente derrotado al Gobierno Boric y las izquierdas—hacia un estado de creciente preocupación e inseguridad y a no creer ya que tiene asegurado el próximo período presidencial de 2026 -2030. ¿Cómo así?

Chile Vamos percibe un cambio de marea en tres frentes.

(i) Por lo pronto, su hegemonía al interior de las derechas no aparece tan claramente ahora, a medida que el Partido Republicano (PR) de Kast, montado sobre una ola internacional de derechas radicales y extremas, continúa mostrando una trayectoria creciente, mayor arraigo en el territorio nacional y una destreza estratégico-táctica de la que carecen los partidos de Chile Vamos. Incluso la líder de este conglomerado, su más segura carta presidencial, Evelyn Matthei, si bien encabeza el ranking de (pre)candidatos en general, y también dentro de las derechas, últimamente muestra un cierto estancamiento, difuminación de su halo y una evolución hacia posiciones discursivas más duras, producto de la competencia con el líder del PR. Se vuelve así en seguidora, secundando una estrategia que no es la suya (¿o lo es?).

(ii) Efectivamente, el eje republicano con Kast a la cabeza, representa el polo más dinámico, en crecimiento y consistente con su proyecto de derecha radical, que remarca su perfil más cuestionador de las prácticas políticas convencionales, un inconfundible tono iliberal, un foco absorbente en materias de seguridad hobbesiana (frente al temor y el crimen organizado), combinado con un un neoliberalismo-social-católico basado en virtudes conservadoras, integración familiar y mérito de justificación por las buenas obras. Esta mezcla está mostrando, con variaciones propias en cada caso nacional, un fuerte potencial de crecimiento, obligando a las derechas más tradicionales a competir, combatir, compartir o resistir, misma encrucijada que tiene complicada a Chile Vamos y su líder.

Este miembro relativamente nuevo de las derechas chilenas tiene la ventaja, adicional, de estar montado sobre una ola internacional de anti política, de populismo del resentimiento, de nacionalismo de empalizadas, de rechazo a la diversidad y los migrantes, de elogio del orden policial-represivo, de comunitarismo y jerarquías, de afirmación de valores religiosos y de dedicación de cada una/o al cumplimiento de su papel y deberes en la sociedad.

Más preocupado de implantarse a lo largo y ancho del territorio nacional y de formar y probar a una generación de cuadros políticos en esta nueva ideología de la derecha, Republicanos, Kast en particular, se mueven en la coyuntura con más audacia y sentido de misión de largo plazo que sus competidores de Chile Vamos y su líder Matthei. Son ellos los que marcan la agenda de temas, el tono de las derechas, la conducta de la oposición y obligan a Chile Vamos a reaccionar, a dar explicaciones y, en definitiva, a ceder y a seguir el juego del competidor. El modelo de actuación para este patrón de conducta fue el Consejo Constitucional, aún al costo de una dulce derrota.

Según mencionamos más arriba, Chile Vamos y Republicanos disputan la hegemonía del sector de derechas. Mientras el primer conglomerado tiene la experiencia y el personal político y técnico de los dos gobiernos de Piñera, el segundo tiene a su favor el clima de guerra cultural y la polarización política que viven Chile y el mundo. Además, posee capacidad de desplegarse tácticamente en el escenario por su mayor coherencia en el nivel de dirección y un liderazgo fuerte e indiscutido. En cambio, Chile Vamos debe articular tres fuerzas disímiles en su interior, cada una con cabecillas, pero sin líderes fuertes salvo Matthei, y con fracciones internas muchas veces en competencia entre sí. Además, hay mayor afinidad ideológica entre Republicanos y la UDI, pero, a la vez, una más intensa competencia entre ellos por un electorado común.

A la vez, para todos estos grupos su relación con la dictadura de Pinochet es un asunto complicado y no resuelto, como quedó en claro durante el período del Consejo Constitucional. Permanece vivo, por lo mismo, el dictum del presidente Piñera sobre los cómplices pasivos de su sector. Su eco vuelve a escucharse cada vez que figuras de la derecha, de Luis Silva a Pablo Rodríguez, para sólo mencionar dos casos, exaltan a Pinochet como estadista y reafirman la tesis de los “excesos” o “errores” incurridos en los numerosos casos de violaciones atroces de los derechos humanos.

(iii) Un ultimo fenómeno de novedad en el cuadro de las derechas apunta al surgimiento, aunque tímido, de una derecha de centro, no tradicional, de raíces liberal-democráticas, discurso moderado y vocación asociativa. Está compuesto por un variopinto conjunto de fuerzas, como el Partido de la Gente de Parisi, el Partido Demócrata de Rincón y el Movimiento Amarillos por Chile. En este mismo espacio se mueve, adicionalmente, el PDC en su actual conformación, del cual, por lo demás, provienen algunas de las personas que han ido recombinándose en los nuevos partidos y movimientos de centro.

Por el momento este centro es, desde el punto de vista de la oferta, una plataforma pequeña con numerosos actores, que luchan por ser reconocidos como fuerzas con capacidad de acción autónoma y potencialmente decisiva en un escenario de alta polarización política y confusión ideológica.

Sin embargo, estas propuestas de centro carecen por el momento de un perfil ideológico relativamente definido, que no sea su compromiso con la democracia liberal representativa, un discurso de consensos y anti-polarización y un programa de crecimiento del país basado en colaboración entre el Estado y los privados.

Desde el lado de la demanda, o sea, de la ciudadanía electoral, tampoco es clara la extensión de este espacio pues, más allá de quienes en las encuestas declaran una filiación de centro, lo que parece predominar son las masas de personas que se definen ya bien por sus inclinaciones de diestra o siniestra, o bien como apolíticos o contrarios a la política de partidos.

Para los grupos de oferta de centro, el riesgo en tiempos electorales y de política polarizada es tener que optar entre uno y otro lado, riesgo que ha mantenido entre ser y no ser a la DC durante años, con pérdida neta de dirigentes, militantes y de irradiación ideológica propia.

4

En suma, antes que coherencia hacia dentro y respuestas coherentes hacia fuera, esto es, el entorno de la sociedad y el Estado, el panorama de nuestra política muestra un amplio registro de fracciones, fallas, tensiones y contradicciones que se manifiestan dinámicamente en las trayectorias evolutivas del oficialismo y la oposición, de izquierdas y derechas y también de un centro que pugna por perfilar su oferta y encontrar un espacio de demandas para sus propuestas.

Desde cierto punto de vista es un cuadro preocupante. No hay coherencia hacia dentro ni hacia fuera de la esfera política, en ninguno de sus bloques constitutivos, ni tampoco en su interior, entre las fuerzas que los componen. Además, hay una importante ausencia de liderazgos. No existen ideas ni ideologías que ordenen las opciones y orienten la acción. Nos movemos por eso en medio de interrogantes e incertidumbres.

Pero, este cuadro, ¿es tan negativo como parece?

Pienso que no. A pesar de todas sus flaquezas y disfuncionalidades, nuestra clase política, y sus bloques contrapuestos, marchan hacia unas elecciones de personal político de nivel comunal y regional en octubre próximo y luego se enfilarán hacia la elección de parlamentarios y de un nuevo presidente de la República en 2025. Las instituciones y procedimientos de la política han sido exigidos al máximo durante los últimos seis años—estallido, pandemia, cambio de bloque en el poder, dos intensos procesos constitucionales, bajón económico, polarización de la clase política, población enfrentando continuamente severas dificultades—y, a pesar de todo eso, el país funciona gruesamente de manera normal.

Hay estabilidad de fondo y los grandes retos están siendo procesados, aunque sea tarde, de manera insuficiente o desordenadamente. El gobierno funciona regularmente y la economía se recupera, aunque en todos los sectores de actividad (seguridad, salud, vivienda, trabajo, previsión, educación, transporte) hay mayores desafíos que capacidad y efectividad para administrarlos, abordarlos y gradualmente resolverlos. Un ejemplo dramático es el acribillamiento de cuatro menores de edad en Quilicura en días pasados, donde probablemente se conjugan el crimen organizado, comunidades desprovistas de protección y, lo más delicado de todo, niñas, niños y jóvenes atrapados en estas fatales circunstancias.

Los bloques políticos principales—oficialista, de oposición y el disminuido centro—no logran hasta ahora—ni siquiera bajo presión electoral—ordenarse hacia dentro y mostrarse efectivos hacia fuera de su propia esfera, en relación a la sociedad y el Estado. Dan muestras de estar preocupados más de sus propios intereses y arreglos internos de poder que de hacer frente a los enormes retos que tenemos como sociedad. Quilicura es un llamado de alerta más. El debate sobre obligación del voto de los extranjeros avecindados en nuestro territorio nacional, un ejemplo más de incoherencia.

Puede ser que este sea el destino de las sociedades cuando se hallan atrapadas en la vorágine del cambio tecnológico, climático y cultural. Las contradicciones afloran entonces con más fuerza y la ingobernabilidad se torna patente. Donde sea que miremos, la política democrática está complicada y en falta, intentando sin éxito conciliar seguridad y libertad, innovación e integración, envejecimiento y niñez, mérito y desigualdades, local y global, democracia y eficiencia, autoridad y crítica. El caso más dramático es sin duda EEUU. Pero también Francia en Europa y un buen número de países en nuestro vecindario. Podría ser que las próximas décadas transcurran en condiciones de alta tensión entre el orden y el caos.

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2 Comments

  1. Marcos Pino

    Excelente, José Joaquín. Un analisis que faltaba, en un ambiente de analisis limitado.
    Se notaba la falta de rigurosidad en nuestro mundo.

    Reply
    • jjbrunner

      Gracias, estimado!
      JJB

      Reply

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