La mediación como arma contra el acoso escolar
Los alumnos aprenden habilidades para la resolución de conflictos internos, fomentando así un clima de convivencia positivo en el centro
El uso de la mediación escolar para resolver conflictos por medio de la escucha y del diálogo está en aumento en los centros educativos. Carme Boqué, profesora en los grados en Educación de la Universitat Ramon Llull de Barcelona y autora de La mediación va a la escuela (Narcea Ediciones), señala la importancia de la participación activa del alumnado, ya que, de esta forma, quienes tienen un problema pueden colaborar en su solución. “El mediador no da soluciones, no riñe ni aconseja, sino que educa en la escucha activa, la empatía, la gestión de las emociones, la colaboración, la búsqueda de alternativas y el consenso”, detalla Boqué. Las herramientas que usa el mediador son, según la experta, “muy poderosas”, y quienes aprenden a usarlas las trasladan fuera de la escuela, a su vida personal. “Por el hecho de tratarse de una práctica, los resultados de la mediación son palpables y logran transformar situaciones bastante complejas”, añade.
Diálogo y negociación
Desde el CEIP Gustavo Adolfo Bécquer aseguran que gracias a los mediadores han visto reducido sustancialmente el número de conflictos y ha mejorado el clima escolar. “El alumnado se ha ido acostumbrando a resolver sus diferencias a través del diálogo y la negociación, y esto va abonando una cultura del respeto”. Boqué recuerda que el rol del alumnado es el más importante en estos proyectos, ya que aprenden a responsabilizarse de sus problemas y del mantenimiento de un clima de convivencia positivo. E insiste en que la mediación empodera tanto a quienes la realizan como a quienes acuden a ella: “Aprenden a luchar por sus objetivos sin necesidad de dañar a las demás personas”.
En el CEIP Sofía Tartilán de Palencia, el proyecto de mediación se implantó en el curso 2016-2017 para la etapa de primaria. “Los mediadores pertenecen a 6º de primaria, pero también hacemos partícipe al resto del alumnado: les hacemos ver la responsabilidad de ser los mayores y los referentes de tantos compañeros”, explica Carmelo Ramos, director del centro. Los mediadores se seleccionan cuando están en 5º de primaria mediante votación entre sus compañeros. Se eligen cuatro por aula, teniendo en cuenta la opinión de sus tutores y del equipo directivo, que recibirán sesiones de formación. “Los mediadores actúan sobre todo en el patio, que es donde suele haber más conflictos, y se ciñen a conflictos de perfil medio-bajo, nunca intervienen en los conflictos graves, que son competencia del profesorado”, cuenta Ramos. Estos voluntarios van identificados con un chaleco para ser visibles, y cuando son requeridos por otros alumnos, se dirigen a un aula específica donde, en compañía de un docente, realizan el acto de mediación.
En este colegio de Palencia se hacen reuniones de seguimiento durante el curso para que los mediadores expongan sus sensaciones y puntos que mejorar, y al final de curso se organiza una reunión entre mediadores salientes y entrantes para que puedan hablar de la experiencia. A este alumnado se le reconoce su labor en la graduación de 6º de primaria y se incluye un certificado que acredita su labor en su expediente.
La formación de equipos mediadores puede mejorar la convivencia en entornos con una amplia diversidad cultural, en los que los conflictos graves han arraigado tan fuerte como una enredadera. Así lo han comprobado en el CEIP Ángel de Haro, situado en el municipio de Vera (Almería), en una zona próxima al barrio de las 80 viviendas, en el que conviven numerosas familias con riesgo de exclusión social.
Cultura de la reparación
El proyecto de mediadores escolares, al que llamaron La magia de convivir, se introdujo en 2017 tras un análisis exhaustivo en el que vieron claramente que el modelo de convivencia existente no funcionaba: durante el curso 2015-2016 las conductas graves se habían duplicado, pasando de las 59 del curso anterior a 114. “Entendimos que ponerle un parte a un alumno o expulsarlo no solucionaba los problemas y que este modelo debía ser sustituido por una estrategia de gestión pacífica de conflictos, desde un enfoque restaurador y reparador, que hiciera partícipe de la solución al propio alumnado”, señala Javier Martínez, jefe de estudios. Además de la resolución de conflictos a través de mediadores, desde el curso 2019-2020 han incorporado otras herramientas como el Parlamento de la Paz, el Encuentro Restaurativo o la Patrulla de la Paz, y se utiliza la magia como factor motivador.
En el caso del Ángel de Haro, la riqueza cultural está muy diferenciada con respecto al resto de los centros de la zona, con la presencia de más de 22 nacionalidades diferentes, entre las que predomina el alumnado de origen magrebí y latinoamericano, y con un peso importante de la etnia gitana entre el alumnado nacional. “Durante estos seis cursos han participado ya más de 700 alumnos y desde que lo iniciamos hemos visto grandes avances. Se han disminuido en un 80% el número de conductas contrarias y graves, y hemos logrado que la convivencia en el centro se beneficie de la diversidad cultural”, señala Martínez.
Voluntarismo de la comunidad educativa
Todos los centros, según la Ley Orgánica de Educación, deben tener un plan de convivencia anual que incluya actividades para promover un buen ambiente escolar, establecer derechos y deberes, aplicar medidas correctivas y abordar conflictos, con énfasis en la prevención de la violencia de género, igualdad y no discriminación. A diferencia de los planes de convivencia, los proyectos de mediación son más autónomos y proactivos. No obstante, su implementación depende en gran medida de la voluntad y participación activa de la comunidad educativa, ya que no son de carácter obligatorio como los planes de convivencia.
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